30NOV
Por Sanjuana Martinez
Inverosímil. Esa es la palabra que define el discurso en video de Angélica Rivera, la Primera Dama, presidenta del DIF, actriz y esposa de Enrique Peña Nieto, para explicar el origen de sus propiedades.
Sencillamente no es creíble lo que dice. Los números no cuadran. Tampoco los tiempos, ni la naturaleza de su riqueza. O tiene muy malos asesores o definitivamente, es tan soberbia, que no se deja asesorar. El mensaje difundido en su página fue un duro revés a su imagen. Su tono, su postura, sus palabras no convencieron. Al contrario, dejaron en claro la clase de persona que es: soberbia, arrogante, vanidosa, altanera, fingida; un poco déspota y clasista… son tantos los adjetivos que definen a La Gaviota, que sería sumamente difícil mencionarlos todos.
Si Peña Nieto pretendía calmar las críticas por su súbito enriquecimiento exhibido a través de su casa o casas, logró lo contrario. Ante la opinión pública su esposa ha quedado primero como una mala actriz y segundo como una mentirosa.
¿Quién puede creer que sus cuentas están basadas en la verdad? Más bien, nos queda claro que lo suyo, lo suyo, no son las matemáticas, tampoco la actuación, o mejor dicho la actuación de calidad. Su soliloquio, lo único que demostró, fue precisamente que es una mala actriz, tan mala, que parece imposible que una televisora pueda pagar 172 millones de pesos en un año por concepto de contrato y exclusividad. Y 88 millones por indemnización, más aparte el pago de una casa. ¿Todo eso fue por su trabajo como actriz o por haberse convertido en esposa de Peña Nieto?
Las dudas están allí: ¿Cuántos años tiene que laborar un mexicano que gana un sueldo promedio de 8 mil pesos mensuales para tener la casa de Angélica Rivera? Pues alrededor de mil 800 años. Y el que gana un poco más del minímo, es decir, el trabajador que obtiene 2 mil pesos mensuales tendría que trabajar 7 mil 167 años.
El discurso de Angélica Rivera confirma que el mayor problema de México es la desigualdad, la abismal, profunda y endémica desigualdad. En este país hay más de 50 millones de pobres, de los cuales, 28 millones son pobres alimenticios, gente que no tiene para comer, personas que pasan hambre con los sueldos de miseria que persisten.
¿Cuándo habló de su próspera vida pensó Angélica Rivera en los pobres de México? ¿En algún momento consideró que para muchas personas, las cantidades que manejaría, serían un insulto, una ofensa para las condiciones de miseria en las que viven?
Su frío, calculador y actuado discurso, no solo no convenció, sino que ofendió a aquellos mexicanos que estamos hartos de tantas mentiras, de las simulaciones, de tanta corrupción.
El hartazgo es tal, que después del discurso de Angélica Rivera, las críticas no se hicieron esperar. En cuestión de minutos, las redes sociales se llenaron de reprobación generalizada, de memes, videos, comentarios satíricos. Por lo menos, los mexicanos no hemos perdido el sentido del humor a pesar de tanta desgracia.
La señora Rivera, ofendida, en un acto de despecho, dijo que venderá los derechos derivados de la compraventa de la casa ubicada en Sierra Gorda número 150, la cual dice, pagó con 25 años de trabajo: “En esa fecha se me dio formalmente la posesión, el total del precio de la compra-venta fue de 54 millones de pesos a un plazo de ocho años con un interés del 9 por ciento, al día de hoy he pagado un total de 14 millones 343 mil 555 pesos, monto que equivale casi a un 30 por ciento del total del precio pactado”, dijo en el video.
Para entender esta historia, hay que remitirse a mayo de 2013, cuando Angélica Rivera, ofreció una entrevista a la revista Hola para presumir su residencia familiar en las Lomas de Chapultepec: “Les he hecho saber que Los Pinos nos será prestado sólo por seis años y mi verdadera casa, mi hogar es ésta donde hemos hecho este reportaje”.
Nunca se imaginó que aquel acto de frivolidad muy frecuente en ella, particularmente por su preferencia hacia las revistas del corazón, se fuera a convertir en un escándalo.
En aquel entonces, Rivera no especificó a nombre de quien estaba la casa, pero una entrevista que sostuve con Maritza Díaz publicada en SinEmbargo.mx en junio del año pasado, dejo en claro que la casa había sido un regalo de Televisa, según las propias palabras de Enrique Peña Nieto a través de una grabación que sostiene vía telefónica con Maritza, su entonces relación extramarital, una historia que cuento en mi libro ‘Las Amantes del poder’ (Editorial Temas de Hoy).
El conflicto de intereses no se centra solamente con Televisa, sino también con la Inmobiliaria del Centro del Grupo Higa, propiedad de Juan Armando Hinojosa Cantú, amigo de Peña Nieto y beneficiario de contratos multimillonarios otorgados por el Estado, en especial la construcción del tren México-Querétaro, contrato que después fue cancelado.
Pero Angélica Rivera no fue lanzada por delante por su marido para que explicara esto, sino para que mintiera y maquillara todo lo posible las operaciones oscuras que cubren a la pareja presidencial.
Peña Nieto puede estar satisfecho. Pero queda en entredicho su capacidad para ofrecer explicaciones necesarias a los ciudadanos. Y en cambio, queda claro que le importa muy poco su esposa a la que exhibe tendenciosamente en la peor de sus facetas, la de actriz.
No contento con el papel peor escenificado por la Primera Dama, el Ejecutivo reveló que sus bienes y propiedades son de 45 millones de pesos, casi una tercera parte que lo reportado por su esposa.
Según él, tiene cuatro casas, un departamento y cuatro terrenos por un valor de 21 millones 420 mil 659 pesos. Su declaración patrimonial en la página de la Secretaría de la Función Pública, explica el valor de sus casas, una de 924 mil viejos pesos; otra de 5 millones 611 mil 195 pesos; y otras dos, donaciones de su madre, una por un costo de 611 mil 253 pesos y la otra por 455 mil 600 pesos. Además tiene un departamento por herencia de cónyuge, con un valor de 2 millones 660 mil 288 pesos. De ingresos anuales netos por el cargo de Presidente obtiene dos millones 909 mil 455 pesos, más 211 mil 359 por “actividad financiera”. En inversiones, tiene 16 millones 856 mil 523 pesos; en arte, joyas y muebles, suma seis millones 900 mil pesos.
Después de exhibir sus finanzas, está claro que la familia Peña Rivera, es rica, o mejor dicho, multimillonaria. Esa es la mejor muestra del fracaso de un modelo de país. Funcionarios millonarios, ciudadanos pobres o clase media.
Los números no mienten. Sobre todo, cuando se trata de contabilizar la credibilidad que los mexicanos le dan a la esposa de Peña Nieto. Un 71 por ciento cree que existe conflicto de intereses en la actual riqueza personal de los inquilinos de Los Pinos.
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