jueves, 9 de octubre de 2014

El general Cuenca Julio Hernández López

Astillero
 Justicia para Ayotzinapa
 EPN se despeina
 HRW ubica a Los Pinos
 El general Cuenca
Julio Hernández López
Foto
AGRESIÓN A CÁRDENAS. Algunos asistentes a la marcha en la ciudad de México para exigir la aparición con vida de 43 normalistas de Ayotzinapa la emprendieron contra Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien había acudido a mostrar su apoyo. Una de las razones esgrimidas por los inconformes con su presencia fue la militancia perredista del ex candidato presidencial. En esos hechos resultó descalabrado el escritor Adolfo GillyFoto Carlos Ramos Mamahua
E
l engomado cabello de Enrique Peña Nieto sufrió ayer un atentado tumultuario cuando mujeres emocionadas por su presencia se tomaron fotografías con él en un marco de notable soltura (¡México, país de libertades!) e incluso llegaron a despeinarlo sin que el desarreglado mexiquense atinara a reordenar con pulcritud el casi arquitectónico entramado capilar.
Día de marchas y protestas en México y el mundo a causa de la barbarie (no sólo en Iguala) permitida y prohijada por políticos de diversos partidos y niveles de gobierno, mientras Peña Nieto se daba en Monterrey propagandísticos baños de pueblo despeinador y en el extremo de las audacias críticas (luego de las disculpas del PRD a los igualtecos y los guerrerenses todo político puede recurrir a lucidoras cabriolas retóricas) aceptaba que, oh, en algunas partes del territorio nacional ha advertido ‘‘señales de debilidad institucional’’ que, desde luego, él y su aplicadísimo gobierno habrán de resolver y convertir en fortalezas, ‘‘con una voluntad férrea, decidida y cabal’’ (a la que nadie habrá de despeinar, supone esta columna sin peluca).
José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch para ‘‘las Américas’’, hizo ayer mismo una valiosa contribución para que el antedicho Peña Nieto llegue a ser más preciso respecto a esas zonas donde hay señales de debilidad institucional. Al informar que a nombre de HRW había enviado una carta al secretario Osorio Chong y al procurador Murillo Karam en la que califica de insuficientes y contradictorios los esfuerzos de la administración mexicana en los casos Tlatlaya y Ayotzinapa, Vivanco geolocalizó (véase cómo el tecleador se moderniza cual GPS con astillas) un punto fundamental en el mapa de las mencionadas debilidades, los pinos bien peinados donde dosificaron por cálculos políticos la respuesta, que debía ser inmediata, a la tragedia vivida en un municipio de Guerrero: ‘‘¿Saben dónde queda Iguala?, a menos de 200 kilómetros de la capital de México, a tres horas en carro, del Distrito Federal. No hay excusa, éste no es un sitio remoto que queda en la selva, distante, de difícil acceso… parece que al gobierno de Peña Nieto le preocupa más su imagen que resolver la situación de los estudiantes secuestrados y probablemente salvar la vida de muchos de ellos’’. El representante de HRW (‘‘No conozco de un hecho similar al que estamos lamentando en Iguala. Creo que tenemos que remontarnos lamentablemente a Tlatelolco’’) también dijo que el Ejército Mexicano está descalificado para ir de cascos azules a la ONU, pues ‘‘no tiene la cultura de los derechos humanos y no cuenta con un récord que pueda servir’’.
En ese récord militar está inscrito el nombre del general Hermenegildo Cuenca Díaz, quien nació en la capital del país en 1902 y murió en Tijuana, Baja California, en mayo de 1977, cuando hacía campaña como candidato priísta a gobernador de esa entidad. Cuenca Díaz había sido senador por el PRI durante la administración de Gustavo Díaz Ordaz y fue secretario de la Defensa Nacional a lo largo del sexenio de Luis Echeverría, sombrío lapso éste durante el cual militares y policías combatieron con formas que fueron calificadas de guerra sucia los brotes de rebelión armada contra el sistema en zonas rurales y urbanas. La cruenta represión contra guerrillas, movimientos sociales y opositores cívicos es una de las páginas más negras de la etapa del México ‘‘moderno’’. En el intento de maximato de Luis Echeverría, éste maniobró para dejar al general Cuenca como candidato priísta a gobernador de Baja California, escamoteándole al heredero presidencial designado, José López Portillo, la facultad extraoficial de nombrar a ese abanderado, conforme a los usos y tradiciones del calendario político priísta. Pero Cuenca murió de un ataque al miocardio a un mes y medio de las elecciones que le designarían gobernador, siendo sustituido por el lopezportillista Roberto de la Madrid Romandía. Priístas inconformes con la postulación de Cuenca lo habían acusado, con Abel Castro Bojórquez al frente, de constituir ‘‘una imposición arbitraria’’ y de haber recibido ‘‘40 millones de pesos de la mafia’’ de la entidad, según un texto de Juan Veledíaz en El Universal(http://bit.ly/1sh8zWB ) ./
Pues bien, a la mencionada Sedena, a cargo del general Salvador Cienfuegos, le pareció que ayer era el momento adecuado para exaltar la memoria y la obra de Cuenca Díaz. Es decir, la obra institucional que realizó cuando fue el responsable directo de las fuerzas armadas mexicanas, entre otros ejemplos, el proyecto de construcción del edificio del Heroico Colegio Militar en Tlalpan.
El orador único en la ceremonia, según reportó Alfredo Méndez en el portal de La Jornada, fue el general de brigada Andre Georges Foullon van Lissum, quien aseguró que el legado del general Cuenca es un ejemplo para todos los militares. Luego planteó un párrafo que admite interpretaciones varias: ‘‘El general Cuenca Díaz en su momento histórico supo enfrentar decisivamente y con éxito los retos que le fueron requeridos. Nos corresponde encarar los desafíos que nos depara el siglo XXI, sumándonos con ahínco y pasión a la transformación que vive México bajo el liderazgo de nuestro comandante supremo, Enrique Peña Nieto’’.
Un momento muy relevante parecía ser, a la vespertina hora de cerrar esta columna, la multiplicación de ánimos de protesta a lo largo del país, y en algunos puntos del extranjero, a causa de la masacre de Iguala, los macabros juegos de cálculos políticos y electorales entre autoridades federales, estatales y municipales, y de partidos y dirigentes de varios colores, y la urgencia de puntualizar responsabilidad, castigar a los culpables y evitar que la nación se siga hundiendo en la barbarie. Justicia para Ayotzinapa, fue el reclamo central inmediato, pero los mexicanos en general demandan justicia, paz y esperanza, no demagogia, simulación, represión y falta de patriotismo. Caminemos. ¡Hasta mañana, con la esposa de Felipe Calderón, Margarita Zavala, ‘‘explorando’’ la posibilidad de buscar la presidencia del PAN, para ‘‘reconstruirlo’’!
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