lunes, 1 de septiembre de 2014

El país se nos murió

PROCESO 1974

Una vez que las llamadas reformas estructurales son ya una presencia impuesta a un pueblo sumido en la pobreza, la inseguridad y la desesperanza, lo que resta es el “vaciamiento total del Estado” por parte del grupo en el poder. Para el investigador Armando Bartra, los priistas no están ocupando los espacios del Estado para instituir un buen gobierno, sino para vaciarlos de contenido. Compara: Ellos no tratan de tomar el volante del auto con firmeza; intentan quitarle a éste las ruedas, las bujías, vaciarle la gasolina…
“El país enfermo se murió y hay que aprender a vivir con eso…”
He aquí el diagnóstico que, en vísperas del Segundo Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto, el sociólogo Armando Bartra realiza sobre el concepto de “nuevo México” inaugurado por el mandatario priista; un país que, a diferencia del de hace un siglo –cuando Villa y Zapata entraron triunfantes a la Ciudad de México–, renuncia a la soberanía y quita al Estado sus funciones sustantivas.
Una vez consumada la aprobación de las llamadas reformas estructurales, el especialista en temas de economía y desarrollo social adscrito a la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (UAM-X) hace su análisis sobre Peña Nieto y el grupo gobernante:
“Lo primero es definir de quién hablamos. Creo que él es un emblema, una marca, la imagen corporativa de un grupo de intereses que está conduciendo al país. Entonces, cuando yo digo ‘Peña Nieto’ no me refiero a un señor más o menos fotogénico, sino al grupo de intereses que actúa a través de él.”
En segundo término, añade, aun cuando lleva poco menos de dos años de gestión, en realidad sus lineamientos datan de hace más de tres décadas, desde la instauración en el país del régimen neoliberal, y han sido de “un activismo impresionante; una práctica política frenética”.
Pareciera confirmarse, considera, lo que se decía de los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón: “Los priistas saben gobernar”. Y es que contrariamente a aquéllos, éstos ocupan los espacios, hacen iniciativas, saben dominar las palancas y campos que les interesan. Hay una “cierta eficiencia” para sacar adelante lo que se proponen.
Sin embargo, Bartra ve en ello una paradoja, toda vez que los priistas no ocupan los espacios del Estado para instituir un buen gobierno, sino que los están vaciando de contenido. Hace la comparación con un automóvil: los priistas de hoy no tratan de tomar el volante con firmeza; intentan quitarle las ruedas, las bujías, vaciarle la gasolina.
“No es un activismo para gobernar, sino para minimizar la función del gobierno; no para que el Estado mexicano recupere el carácter protagónico que había perdido con los grises gobiernos panistas, sino para acabar de desfondarlo de sus funciones sustantivas.
“Entonces, no es conducir los destinos de la nación en un sentido económico; no. Se ha renunciado a la conducción de la economía. No es garantizarle a los mexicanos el bienestar que dice la Constitución, se abandona cualquier función de un Estado de bienestar y se entrega al mercado… No se asume que los mexicanos tienen derecho a la salud, a la alimentación, al trabajo digno.”
Da la impresión, remata, de “que están preparando las condiciones para pasarse al consejo de administración de la empresa Shell o de la Monsanto”.
La abdicación
Quienes hoy gobiernan –insiste el investigador, autor de una treintena de libros y cientos de artículos de análisis y divulgación– carecen de visión de Estado y de vocación de servicio; su interés es el mercado y los negocios.
En ese sentido ve al gobierno de Peña Nieto como la culminación “a tambor batiente” del “vaciamiento de la soberanía nacional”, que el pueblo delegó en estos funcionarios para que tomaran decisiones sobre el destino del país, aunque resulta que el Estado mexicano dejó de decidir:
“No se decide cómo va a conducirse el sector energético, sino de qué manera se va a entregar al capital privado. No se decide cómo se va a manejar el sistema de salud: se busca privatizar la asistencia médica. No se piensa cómo conducir el crecimiento económico, sino se espera la oportunidad que aparentemente plantean las reformas estructurales para que el país atraiga capitales. Es decir, es la renuncia de la soberanía nacional en todas sus dimensiones.”
Autor de los libros El hombre de hierro. Límites sociales y naturales del capital y El capital en su laberinto. De la renta de la tierra a la renta de la vida, Bartra se pregunta: ¿Qué le queda al pueblo, si aquellos a quienes delegó la función de conducir a la nación ceden esa soberanía a los poderes fácticos y las trasnacionales?
En su opinión, puesto que ya han pasado 30 años de vaciamiento del Estado mexicano “en nombre de un mercantilismo absoluto”, toca al pueblo, en quien reside la soberanía, asumir las riendas y reorientar el rumbo del país para cambiar las políticas. Pero advierte:
“Esta soberanía popular también está desfondada, no porque el pueblo no quiera ejercerla o no hubiera querido ejercerla, sino porque México es uno de los pocos países, de América Latina cuando menos, donde el fraude electoral y la compra de elecciones es serial”, lo que hace considerar casi imposible un cambio por la vía electoral; una de las razones por las cuales a dirigentes políticos como Andrés Manuel López Obrador los critican por “ingenuos”.
Bartra se pregunta por qué si desde hace 15 o 16 años los gobiernos de América Latina están virando a la izquierda y poniendo en duda el modelo neoliberal para establecer nuevos mecanismos distributivos de la riqueza, México persiste en ese modelo.
En el fondo, insiste, hay un problema más grave: “Tenemos una burguesía –tanto la nacional como las corporaciones trasnacionales– que no acepta un cambio de régimen”. Ésta quiere gobiernos afines a sus intereses. Pero si se analizan los gobiernos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador o Venezuela, dice, se verá que no hubo cambios abruptos o radicales, ni son países donde no se pueda acumular capital o hacer negocios. Ahí hay también trasnacionales invirtiendo en el sector energético.
“¿Por qué entonces –insiste– un viraje a la izquierda que pudiera airear el panorama político es bloqueado sistemáticamente por todos los métodos posibles?”
Habla entonces del tipo de burguesía que se ha forjado a partir de la posrevolución. Incluso le pone nombre y apellido, aunque extiende sus características al resto del empresariado:
“Yo pienso que la clave está en Germán Larrea (director ejecutivo del Grupo México). ¡No es broma! La clave está en el tipo de empresario que tenemos en este país, el tipo de oligarquía que hemos creado, el tipo de relación que hemos establecido con las trasnacionales, el tipo de empresario que construyó el PRI en la posrevolución y el que siguió construyendo el PAN cuando gobernó en dos sexenios seguidos.
“Es el tipo de empresario al que consecuentan Enrique Peña Nieto y su equipo. Un empresario que no es un emprendedor, que no sólo busca hacer negocios y acumular dinero, sino que es un depredador, un expoliador; un empresario que lucra con la ilegalidad, con la corrupción; es una burguesía ‘latrofacciosa’, una oligarquía ladrona.
“Por eso digo que la clave está en German Larrea. Es decir, Germán Larrea no es nada más un hombre rico. Es un hombre rico que destruye la naturaleza y destruye a los trabajadores. Germán Larrea es los 40 millones de litros de tóxicos en ríos de Sonora y los 63 mineros enterrados en Pasta de Conchos.”
La entrega del país
Armando Bartra refiere que, en el caso de la reforma energética –ámbito en el que, opina, México no necesitaba abrirse al capital ni compartir sus rentas–, se puso todo en bandeja de plata, lo cual evidencia que el gobierno de Peña Nieto no sólo es favorable a los negocios y a la acumulación de capital, sino a la rapiña consustancial a éste.
Explica: Siendo que el petróleo es de la nación, por lo que no debería entregarse a las trasnacionales, los inversionistas han condicionado los contratos a que se les permita poner los mantos petroleros en sus activos, como parte de sus acciones; han exigido dirimir las diferencias que puedan surgir con el gobierno en tribunales internacionales, no mexicanos; tener los estudios de prospección para saber dónde exactamente están los yacimientos para explotarlos; restar atribuciones a Petróleos Mexicanos y a la Comisión Federal de Electricidad, y quitar beneficios como el reparto de utilidades a sus trabajadores.
Si la apuesta de Peña Nieto es atraer inversiones a México para los cuatro años que restan a su gobierno, no lo va a lograr, advierte el investigador de la UAM-X. La razón:
“Se está estableciendo una relación con las trasnacionales y los capitales nacionales del mismo tipo que establecieron los gobiernos de la posrevolución: Con todas las ventajas. Ésa no es la mejor manera de sumar el capital al proyecto de país. Si necesitamos capitalistas, porque no es un socialismo a la antigua del siglo XX, vamos a poner a los capitalistas en un marco de leyes, en un marco de control, pero en México esto no se puede. No se puede con los Larrea, no se puede con la Shell, no se puede con la British Petroleum…”
–¿Diría que estamos en una especie de quiebra del Estado?
–Estamos en una situación muy preocupante, que nos coloca en el polo opuesto de lo que éramos hace cien años… (cuando) los campesinos estaban ocupando la Ciudad de México. Villa y Zapata estaban entrando a la ciudad, la revolución campesina entraba en el mundo de los chilangos a caballo.
Pero hoy, dice, México no se da siquiera la posibilidad del cambio porque también se está quebrando y desalentando la voluntad popular de modificar el régimen a través de las elecciones.
El investigador descree que una consulta popular pueda revertir la reforma energética. Conviene en que se realice, pero no confía en que eso cambie nada. Y sentencia: Persistirá la idea de que “se nos murió el país… El enfermo se nos murió y hay que aprender a vivir con esa ausencia…”.

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