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ace tres décadas Enrique Krauze escribió el ensayo cuyo título es el de este artículo. Tuvo fortuna porque muchísimos creíamos (y creemos) que ponerle adjetivos a la democracia puede significar desvirtuar el concepto y disfrazar a formas muy autoritarias de democracia
atípica. Recuerden ustedes, por ejemplo, la democracia dirigida. Sin embargo, conforme pasa el tiempo la joven democracia mexicana demuestra cada vez más que se merece un adjetivo: corrupta.
En México y en muchas partes del mundo emerge una crisis en las formas tradicionales de representación política. Resulta grotesco que si una clara mayoría de los electores está contra la privatización de la industria petrolera esta se imponga
a como dé lugar. Incluso se utilicen para reforzar otras formas de presión, se paguen los votos de los legisladores con dinero en efectivo, en forma análoga a como se había pagado a los electores comunes y corrientes con despensas, monederos electrónicos o billetes.
No es de sorprender que haya una oleada de repudio no sólo a la clase política, sino a la democracia, o más bien a esta forma de democracia. Así lo demuestran las encuestas recientes donde el apoyo a esta forma de hacer política se está reduciendo a casi 20 por ciento del posible electorado. Todo esto hace que el futuro de la democracia en México sea francamente oscuro.
En el fondo, lo que sucede es que las libertades públicas y los procesos de elección carecen de relevancia para los hombres comunes y corrientes cuando no producen efectos positivos en su vida cotidiana. Hay que recordar lo que dijo Bernard Shaw en este punto:
Más allá de las consideraciones de partidos y de política el problema consiste en asegurar el mayor bienestar posible para todos mediante una justa distribución de la carga, del servicio, de la buena vida y del ocio. Esto es lo fundamental. Los programas que proponen una democracia (con o sin adjetivos) toda la oratoria, todas las consignas serán puras frases de aire caliente si no producen resultados. Lo único que justifica la democracia es que la gente viva mejor. Lo que justifica cualquier sistema político no puede medirse en la política sino en la vida económica y social. Mientras que la distribución del esfuerzo y la riqueza siga corrompida los gobiernos actuarán como instrumento de esa corrupción.
Twitter: @ortizpinchetti
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