Feb 10, 2013Escrito por Ricardo BernalVisto 4704 veces
Estimado lector, se encuentra cansado de prender el televisor y encontrar, para su desdicha, a los más extravagantes personajes (payasos, conductoras de reality shows mágicamente investidas con doctorados honoris causa, ex cómicos transformados en eruditos opinólogos) profiriendo los más espeluznantes desvaríos ante su mirada atónita e incrédula. Peor aún, cansado de que esos extraños individuos ostenten el curioso título de “líderes de opinión”, emisores de la verdad e infalibles voceros de la realidad. Cansado de verlos autoelogiarse una y otra vez cuando de su boca emergen las más inverosímiles transgresiones a la lógica. Cansado de comprar los periódicos esperando información para darse cuenta, tristemente,que su línea editorial responde a intereses mercantiles y no a intereses periodísticos. Impotente ante los abusos de cierta prensa incapaz de apegarse a ningún criterio ético o legal. Estimado lector, si asintió con la cabeza en más de una ocasión esta sección fue escrita para usted.
1.- De plumas impúdicas y mágicas.
Dos ejemplos de impudicia periodística. Primero: En un acto con la cúpula militar, Juan Carlos de Borbón tropieza, cae y se levanta. No sucede nada más. Al día siguiente el periódico La Razón de España publica en su titular: “El rey, ejemplo de coraje para España”. Así, gracias a las mágicas plumas de La Razón, una caída común y corriente se convierte de la nada en un acto de coraje y heroísmo capaz de inspirar a toda la nación.
Segundo: El 11 de Mayo Enrique Peña Nieto acude a la Universidad Iberoamericana. En ella es abucheado e increpado por gran cantidad de alumnos, también es defendido y apoyado por otros. Terminando su exposición es cuestionado duramente por estudiantes que, lanzando consignas en su contra, lo acompañan a la salida. No sucede nada más. Al día siguiente el periódico La Prensa publica en su titular: “Éxito de Peña Nieto pese a intento orquestado de boicot”. Todavía peor, pocos días después el diario El Puntual encabeza su edición con la siguiente frase: “López Obrador detrás de agresión de ‘porros’ perredistas a Peña Nieto, en la Ibero; ‘iban armados y acarreados’”. Como si se tratara de un espectáculo de ilusionismo los periódicos mexicanos convierten una dura protesta estudiantil en una mezcla de trama policial y película de superhéroes, con todo y armas incluidas, grupos de choque, mentes malvadas orquestando crímenes y heroicos candidatos que se fortalecen ante la adversidad.
2.- Ad Verecundiam
Su nombre: argumento por autoridad (argumentum ad verecundiam). Sin duda es la falacia menos elaborada de todas, es usada por madres desesperadas (-¿Por qué debo comer la sopa mamá? -Porque yo lo digo) y, recientemente, por comunicadores irresponsables con delirios de divinidad. El lugar: noticiero nocturno de Milenio televisión. La fecha: primero de diciembre. Sin siquiera esperar a conocer toda la trama de los acontecimientos, Ciro Gómez Leyva responsabiliza a López Obrador por los destrozos realizados en el centro histórico. Segundos después, caricaturiza y critica a quienes denuncian actos de represión policiaca contra los manifestantes. La comunicadora Marisa Iglesias secunda la posición de Ciro y profiere estas delirantes palabras: “que busque Lopez Obrador, no encontrará una sola imagen, porque nosotros no las hemos visto, de lo que él está denunciando como una represión”. Las imágenes que aparecerán en las redes sociales desmentirán a estos jactanciosos periodistas, quienes durante esa noche presumían las lentes de sus cámaras como si fueran la mirada de Dios: esa que todo lo ve sin que nada se le escape. Los videos que aún circulan en internet documentan actos de violencia injustificada y múltiples detenciones arbitrarias realizadas por la policía federal y capitalina. A pesar de ello, Ciro Gómez Leyva no corregirá sus afirmaciones, tal vez porque siga creyendo, como Marisa Iglesias, que ninguna imagen tiene valor si no es capturada por las cámaras de Milenio.
3.- ...
La agenda informativa de un medio evidencia lo que, desde su concepción, debe resultar relevante para el espectador. He aquí la información que, por encima de noticias como la denuncia a la telebancada o el encuentro de organizaciones de derechos humanos con normalistas golpeados, Televisa consideró imprescindible el 25 de octubre: El presidente Calderón prueba el pejelagarto. Sin palabras.
4.- Del ingenio a lo ingenuo
Imaginemos un par de situaciones hipotéticas. Primera: La población mestiza del país, por ser mayoría, decide en las urnas que las comunidades indígenas deben renegar de sus costumbres y adoptar el modo de vida citadino so pena de encarcelar a sus miembros. Segunda: Un buen día, por mayoría aplastante, nuestros ilustres legisladores deciden revocar los derechos de las personas con discapacidad por ser una minoría. Pues resulta que según Ricardo Alemán ambas situaciones deberían ser catalogadas como “democráticas” ya que, para él: “las mayorías, sean de votos, sean de legisladores, son para eso, para imponerse sobre las minorías. Esa es la esencia de la democracia, el imperio de las mayorías” (El Universal: 25/09/2012). De un plumazo, nuestro novel teórico del Estado[1] decide ignorar condiciones mínimas para la consolidación de un sistema democrático moderno, como el principio de representatividad, la soberanía popular, la división de poderes, la obediencia a la constitución política y la necesidad de respetar los derechos humanos; condiciones que, además de ser ratificadas por el propio Estado Mexicano, evitan que la democracia se convierta justamente en eso, en la imposición arbitraria de las mayorías sobre las minorías. En un súbito arranque de iluminación, Alemán redefine toda la historia de la democracia con una frase lapidaria y, según él, autoevidente (¿a quién le puede caber la menor duda?, ¿quién puede ser tan ignorante como para no darse cuenta de algo tan obvio?): “la esencia de la democracia es el imperio de las mayorías sobre las minorías”. Antes de acometer una empresa de semejante magnitud (redefinir y reducir la historia de la democracia en una frase), a Ricardo Alemán le hubiera convenido leer a Alexis de Tocqueville, quien ya en el siglo XIX señalaba claramente los peligros de confundir la democracia con la “tiranía de las mayorías”[2]. Así, el escrito de Alemán titulado “satíricamente” “Homero Simpson, diputado del PRD”, lejos de cumplir con el objetivo de ser un excelso artículo lleno de ingenio, aparece ante nuestros ojos como el excelso trabajo de un opinólogo ingenuo.
5.-Anacronias de un antidemócrata: Villalbazo. -
Ocurrió el 25 de septiembre. El periodista Alejandro Villalbazo entrevista en el 88.9 de F.M al ex diputado del P.T. Gerardo Fernández Noroña. El tema: la pertinencia de una protesta contra la reforma laboral. La conversación parece un diálogo de sordos: palabras van y vienen, interrupciones, atropellos, señalamientos y necedades por parte de ambos interlocutores. El ejercicio periodístico no va a ninguna parte. De repente, como si la inspiración bajara del cielo, Alejandro Villalbazo profiere de manera tajante la siguiente lindeza:
[…] yo no estoy discutiendo la reforma laboral porque ni tú ni yo podemos discutirlo […] tú y yo no podemos discutir la reforma laboral, empezar por ahí [sic.] para ponernos de acuerdo en que tú y yo no vamos a discutir la reforma laboral […] porque el tema está en discusión donde tiene que estar, en el terreno en el que tiene que estar, en la cancha donde tiene que estar [en el congreso].
Sin siquiera saberlo Villalbazo hace gala del poco valor que, para él, posee su propio trabajo y de su extraña afición por los gobiernos monárquicos y aristocráticos de antaño. Si los ciudadanos no “pueden” hablar sobre los temas políticos que les atañen directamente: ¿qué sentido tiene la labor periodística que él ejerce? Según este “comunicador”, las decisiones legislativas que afectan a toda la población son patrimonio exclusivo de nuestra ínclita clase política. Por lo mismo, a nosotros sólo nos corresponde escuchar, callar y asentir con la cabeza. Nada de críticas, nada de reclamos, nada de voces alzadas. Silencio y humillación, ese es, para él, nuestro único papel. Villalbazo parece sentir nostalgia por aquellos gobiernos en los que una camarilla de sabios tomaba las decisiones sin que la población pudiera opinar. Alguien debiera recordarle a este letradísimo conductor algo que, al parecer, resulta muy complejo para él: ya no estamos en el siglo XVI. Más allá de la postura que tomemos respecto a la reforma laboral o sobre el resto de esta disputa radiofónica, una cosa debe quedar clara: la afirmación de Villalbazo es un verdadero despropósito.
6.- Periodismo o propaganda.
Lunes 29 de octubre de 2012. Diario: Reporte índigo. Titular: Graco con mano izquierda. Imagen: una inmensa foto de Graco Ramirez mirando al cielo. Al interior del periódico más de seis espacios, entre reportajes y entrevistas, dedicados al gobernador de Morelos, todos llenos de elogios, subrayando sus múltiples virtudes y elogiando sus proezas. Ni una crítica, ni un dato negativo, ni una denuncia. Nada. Después de revisar el diario uno se pregunta confundido: ¿Periodismo o propaganda?
7.- Asalto, sinrazón y desvergüenza.
Si usted quiere aprender cómo hacer buen periodismo lea a Carlos Marín. Una sola lectura bastará, no más. Después, por salud mental, evite revisar los trabajos de este curioso personaje. Sí, escuchó bien, dijimos lea a Carlos Marín. No se trata de un chiste de mal gusto, ni de una broma del día de los inocentes. Hablamos con absoluta seriedad. Los teólogos medievales señalaban que se podía conocer a Dios por la vía de la negación; es decir, señalando todo lo que éste no es para, finalmente, inferir lo que sí es. De la misma manera, si usted lee “Asalto a la razón” sabrá de inmediato qué cosas no debe hacer si quiere llegar a ser un periodista respetable. Tomemos un ejemplo paradigmático, el 22 de octubre Marín escribió un artículo de opinión en el que criticaba ferozmente al movimiento #YoSoy132. En él reprobaba las acciones que realizaron algunas asambleas locales e, indignado, se burlaba de quienes comparaban a los estudiantes de la “primavera mexicana” con los jóvenes del 68. Hasta ahí todo parece normal, el periodista no hace otra cosa que expresar su opinión. Sin embargo, pocas líneas adelante una avalancha de impudicias periodísticas se hace presente: descontextualización de la información, falta de corroboración de la misma, falacias y, para cerrar con broche de oro, calumnias. Marín escribe: “Impensable imaginar que haya estudiantes de la Ibero, la UNAM, el Poli o el Tec (sus principales canales de comunicación y convocatoria son el Twitter y el Facebook) contrarios al aprendizaje del inglés y computación en las normales rurales”(Milenio, 22/1072012). Pues resulta que ningún integrante del movimiento se manifestó por estar “en contra del aprendizaje [sic.] (en todo caso sería de la enseñanza) de inglés y computación en las normales rurales”, sino por estar en contra del excesivo uso de la fuerza sobre los normalistas y debido a la flagrante violación de sus derechos fundamentales por parte de los policías. Pero hay más, el orgulloso participante de Tercer Grado descontextualiza y tergiversa la información de manera abusiva, el problema de los normalistas es caricaturizado y reducido a la terquedad de unos maestros flojos y renuentes al cambio que, supuestamente, protestarían de manera vandálica porque no quieren dar inglés y computación. Si Carlos Marín hubiera hecho un esfuerzo periodístico mínimamente responsable habría corroborado y contrastado la información que sustenta sus aseveraciones. Resulta que los propios normalistas señalan varias cosas que él oculta y que, probablemente, al lector le hubieran podido servir al momento de formarse un juicio. Los normalistas afirman que NO están en contra del inglés y la computación, que su protesta se debió al hecho de no ser consultados en la decisión de aplicar una reforma curricular que les afecta y que, a su consideración, tiende a eliminar las escuelas normales rurales; también señalan que su intención es promover una educación científica, humanista y crítica apegada a las verdaderas necesidades de cada región y, sobre todo, que la toma de las escuelas se debió a que durante meses no fueron escuchados, a pesar de proponer foros y talleres para discutir la mejor manera de satisfacer las necesidades peculiares de sus escuelas. Por último, afirman categóricamente que ellos no quemaron ningún vehículo, como afirma Marín, y señalan a la policía como responsable de este suceso, pues requería justificar de alguna manera su entrada a las normales. El lector podrá formarse el juicio que desee sobre estos acontecimientos, pero el panorama se amplía cuando conoce información que, casi unánimemente, la prensa nacional soslayó. En su tratamiento de esta noticia, Marín nos otorga un ejemplo de mal periodismo: construye su propia noticia sin ninguna rigurosidad, a partir de esa construcción critica, descalifica y calumnia; ignora la voz de personas directamente involucradas en los hechos y asume como verdadero el relato de una sola de las partes; no sólo eso, nuestro demócrata amigo legitima y alienta el abuso de la fuerza y el juicio in situ que culpabiliza a los maestros sin siquiera pasarlos por un debido proceso. Todo un manual de desvergüenza para aprender, de una vez y para siempre, qué no hacer al momento de escribir.
[1] Repentinamente investido de la capacidad de generar conceptos y proclamar definiciones a su arbitrio.
[2] En un régimen así, la libertad individual estaría en riesgo, su mantenimiento dependería de la voluntad de los muchos y no de principios generales. Así, un pilar básico de la democracia (superar el gobierno de unos, para establecer principios que igualen a todos en tanto ciudadanos) se incumpliría
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