A
mí, los términos de izquierda y derecha siempre me han parecido insuficientes y confusos. Prefiero hablar del progresismo y de modo descriptivo: una propuesta para volver a crecer y empezar a repartir, para completar la transición a la democracia y fortalecer los derechos humanos, el acceso a la información, la libre expresión, el fortalecimiento de la participación ciudadana y defensa de grupos vulnerables. Una característica central es el nacionalismo y otra es la denuncia a la corrupción y la impunidad. Creo que es un nuevo progresismo distinto de la vieja izquierda radical que se ha sumado a él. Su mayor fuerza está en la corriente liberal, social y laica que viene de lo profundo de la historia de México y que se segregó del PRI cuando los neoliberales se apoderaron del sistema. ¿Podríamos preguntarnos si progresa este progresismo?
En los últimos 30 años ha crecido de modo notable y es un actor central en la vida política. El cambio democratizador del país no se entendería sin la participación de esta fuerza. Ha eliminado la retórica antinorteamericana y se ha abierto en temas tabú para la izquierda radical e insiste en la necesidad de una rectoría estatal y en el control de ciertos medios de producción estratégicos, porque no se hace ilusiones con la mano invisible.
Ha sido tan importante su crecimiento electoral que el establecimiento no tuvo más remedio que hacer tres fraudes mayúsculos para impedirle llegar a la Presidencia. Ha ganado 17 gubernaturas y ha gobernado casi 300 municipios. Ha obtenido, en tres ocasiones, más de 30 por ciento de los votos, según números oficiales, en elecciones presidenciales. En dos legislaturas ha sido segunda fuerza política. Ningún líder de las demás fuerzas ha podido compararse, en su momento, con la popularidad de Cárdenas o de López Obrador. En todos estos avances, la izquierda ha tenido que navegar a contracorriente de los abusos y ventajas de una gran manipulación mediática y de las instituciones electorales. Sus críticos están de acuerdo en que esta fuerza política es una opción viable y con enormes posibilidades de volverse mayoría. Su reconocimiento social se debe a que ha puesto las bases del estado de bienestar donde ha gobernado.
Un logro central del progresismo ha sido la efectiva administración de la capital del país. Como señala Alejandro Encinas, se profesionalizaron los equipos técnicos y administrativos que conforman el gobierno, se formularon e instrumentaron planes y políticas con amplio contenido social, el manejo de los recursos fue, en lo esencial, transparente y eficiente, la articulación con diversos actores económicos y políticos fue exitosa, el sentido metropolitano se apoderó de la planeación y quehacer regional, el progresismo en el gobierno demostró su capacidad de gestión y desarrolló su habilidad política.
Twitter: @ortizpinchetti
E-mail: joseaorpin@gmail.com
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