sábado, 8 de febrero de 2014

Hay culpables: Juan Pablo II y Benedicto XVI


Maciel y el Papa Juan Pablo II. Foto: AP
Maciel y el Papa Juan Pablo II.
Foto: AP
MÉXICO, DF, (apro).- Es oficial: la jerarquía de la Iglesia católica protege y protegió a los sacerdotes pederastas.
Ya no es una acusación. Ya no son dichos o sospechas.
La primera confirmación vino del Comité para los Derechos de los Niños de la ONU que, en un informe fechado el 31 de enero pasado (pero difundido el 5 de febrero), documenta que El Vaticano adoptó políticas que permitieron a sacerdotes violar y acosar a miles de niños, y llamó a la “Santa Sede” a abrir sus archivos de curas pederastas y de obispos, arzobispos y cardenales que ocultaron las violaciones. El documento completo se encuentra en animalpolitico.com/2014/02/el-vaticano-adopto-politicas-que-permitieron-sacerdotes-violar-miles-de-ninos-onu/.
La segunda confirmación vino desde dentro de la Iglesia. Este jueves 6, los Legionarios de Cristo difundieron un comunicado en el que aceptaban algunos de los crímenes perpetrados por su fundador, el mexicano Marcial Maciel, y el silencio institucional de la Iglesia: “Reconocemos con tristeza la incapacidad inicial de creer los testimonios de las personas que habían sido víctimas del P. Maciel, el largo silencio institucional y, más adelante, los titubeos y errores de juicio a la hora de informar a los miembros de la congregación y a las demás personas” (proceso.com.mx/?p=364185).
Pedían perdón, tal como Benedicto XVI lo hizo en 2010. Otorgarlo es una potestad de las víctimas, claro, pero es una obligación de la sociedad castigar a los delincuentes para sostener el Estado de Derecho.
El mismo miércoles, el último Estado teocrático de Occidente difundió un microcomunicado, en el que rehuye toda responsabilidad. El único párrafo que alude a los niños dice: “La Santa Sede reitera su compromiso de defensa y protección de los derechos del niño, en línea con los principios promovidos por la Convención sobre los derechos del niño y según los valores morales y religiosos que ofrece la doctrina católica” (osservatoreromano.va/es/news/por-la-defensa-de-los-derechos-del-nino#.UvQh9_6YZjo). No menciona nada acerca del perdón o de aceptar las recomendaciones emanadas desde la ONU.
Eso sí, lamenta “ver en algunos puntos de las observaciones conclusivas un intento de interferir en la enseñanza de la Iglesia católica sobre la dignidad de la persona humana y en el ejercicio de la libertad religiosa”. Se refiere a que el Comité criticó a El Vaticano por sus actitudes hacia la homosexualidad (que sigue rechazando, por más que el Papa Francisco haya dicho que ya no había que hablar de eso), la planificación familiar y el aborto.
Llama la atención que el gobierno del Papa Francisco, que tanto ha paseado su bondad, sólo haya tenido esa respuesta, esa presunta respuesta. Más aún, porque en diciembre pasado Francisco instituyó un comité para investigar los casos de pederastia integrado por ocho cardenales (sociedad.elpais.com/sociedad/2013/12/05/actualidad/1386248539_267581.html)… cuatro de los cuales han sido acusados de encubrir a curas pedófilos (perfil.com/internacional/Victimas-de-pedofilia-acusan-a-4-asesores-del-Papa-por-encubrir-20131013-0052.html).
Como sea, no sólo se trata de que El Vaticano decida sancionar a los curas criminales y a los prelados encubridores. Se trata también de que los países afectados –y la comunidad internacional– encarcelen y exijan reparación del daño a los sacerdotes violadores de niños y a quienes los solaparon.
¿Quiénes fueron esos encubridores? Centenas y centenas de autoridades eclesiales y entre ellas destacan dos: El polaco Karol Wojtyla, conocido como Papa Juan Pablo II, y el alemán Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.
El primero protegió, entre otros muchos, al cardenal estadunidense Bernard Francis Law. Él había renunciado a su arzobispado en Boston a causa de escándalos de pederastia, pero Juan Pablo II lo arropó y lo nombró arcipreste de la Basílica de Santa Maria Maggiore (Roma), una de las más importantes de la cristiandad. De hecho, una de las primeras acciones del pontificado de Francisco fue removerlo, con lo que tácitamente se aceptó su responsabilidad.
Otro protegido de JP II fue el sacerdote Marcial Maciel, drogadicto, defraudador y violador de niños y niñas (incluidos hijos suyos), entre otros delitos. Proceso, en su edición 1800, publicó cartas que se dirigieron a la alta jerarquía vaticana para informar de la vida criminal de Maciel. No sólo eran misivas de víctimas, sino que también había una del obispo Sergio Méndez Arceo, quien acusa a Maciel de cometer actos de sodomía con menores de edad y de abusar de las drogas. Pero JP II, en su primera visita a México, llamó a todos los asistentes a ser como el padre Maciel (1979, Guadalajara).
Sólo hubo silencio… el mismo silencio que ha habido en los 4 mil casos de violación infantil que han sido denunciados ante El Vaticano: no hay un solo caso comprobado en el que la Santa Sede (que tiene celdas en su territorio) haya encarcelado a un pedófilo o facilitado información a otros tribunales nacionales para aprehender a alguno. Es más, en 1997, Luciano Storero, representante del JP II, exhortó a los dirigentes eclesiásticos a abstenerse de cooperar con la policía para proceder legalmente contra los purpurados pederastas. Aquí la carta: ateoyagnostico.com/2012/08/08/vaticano-juan-pablo-ii-orden-mantener-silencio-ante-los-crmenes-de-pederastia/.
En 2011, El Vaticano emitió unos nuevos lineamientos para lidiar con estos delitos, pero no se ha percibido ninguna mejora sustancial (vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20110503_abuso-minori_sp.html).
Por decisión de JP II –quien también así demostraba saber de los abusos– esas cuatro mil denuncias fueron procesadas por Joseph Ratzinger cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antigua Inquisición. Esto se registra en el premiado documental Mea maxima culpa (2012, Alex Gibney).
Entre los pocos movimientos al respecto que ya como Papa realizó Benedicto XVI, estuvo destituir a John Magee por sospechas de encubrimiento. Magee (quien terminó ofreciendo pedir perdón de rodillas) fue secretario de tres pontífices, incluido JP II (blogs.periodistadigital.com/religiondigital.php/2009/03/08/john-magee-secretario-de-3-papas-investi).
En contraparte, Ratzinger no hizo nada, pongamos por caso, con el sacerdote Lawrence Murphy, quien era maestro en la Escuela Para Sordos San Juan, en Estados Unidos. Murphy estupró a unos 200 niños en los años 50, 60 y 70. Cuando el caso salió a la luz, Murphy escribió una carta a Benedicto XVI en la que admitía sus fallas… y le pedía ayuda. Después de esa carta, el procedimiento se congeló, según reveló The New York Times en marzo de 2010. Por supuesto, no hubo sanción (query.nytimes.com/search/sitesearch/#/Lawrence+Murphy/).
Así que ya se ve, la Iglesia habla mucho de perdón… hacia sí misma. Y nada de castigo. Pero aún es tiempo.
Es evidente que ya no se puede juzgar a JP II, pero podría hacerse con Ratzinger (como jefe de Estado que fue) y con tantos otros jerarcas eclesiásticos. Sería interesante analizar la vía de la Corte Penal Internacional que investiga, entre otros, delitos de lesa humanidad.
Entre esos crímenes se encuentran la violación y la persecución por causas como la orientación sexual, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque.
La definición aplica para el encubrimiento de la pederastia por parte de importantes jerarcas católicos.
Y los delitos de lesa humanidad no prescriben.

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