No sabemos si es el cansancio de 7 días de cercar el Senado y corretear a cuanto traidor a la Patria se nos puso enfrente, o si es el haber estado de pie frente al sol y luego resistir el frío en las noches que hicimos guardia sobre Avenida Reforma; tal vez el cansancio del octavo día en la Cámara de Diputados, la tensión al resistir las provocaciones de los porros del PRI, el coraje y el dolor del golpe que te dio el granadero, la enorme caminata para bloquear el paso a los diputados o simplemente ver como un puñado de traidores entregan nuestro futuro y desconocen y menosprecian nuestra Historia. El caso es que varios de nosotros hemos regresado el día de hoy a nuestras casas a llorar.
Es el dolor de la razón, es la certidumbre del presagio, es el saber lo que viene y tener que elegir el papel a desempeñar en este futuro jodido que nos espera.
Es este dolor que produce el pensar en los demás, en el prójimo, en el pueblo. El no poder cerrar los ojos y pensar sólo en sí mismo, el de saberse parte de la comunidad.
Y en este llanto de muchos, se entrecuela el recuerdo del cansancio de nuestros compañeros, y su firmeza, su coraje para aguantar las peladeces de los granaderos, su entereza al enfrentarse al diputado y decirle NO PASARÁS, su nerviosismo al ver acercarse a los porros y su valor para no claudicar. Entonces el llanto es más grande, mas fuerte pero ya no es de dolor sino de esperanza, de satisfacción, de saber que hay hombres y mujeres que estarán, a pesar del dolor, a pesar de la miseria de algunos, dispuestos a seguir luchando por construir un referente político. Trabajando por fijar en el imaginario popular la idea de que hay otra manera, la sensación de que juntos si lo intentamos, si podemos.
Porque a final de cuentas, para eso nos reunimos 5000 mexicanos a cercar las cámaras. Nos reunimos para ser congruentes con nuestro discurso. Nos organizamos para decirle al país entero que no hay que ver pasar la Historia, hay que construir nuestra historia. Nos paramos firmes por más de 12 horas durante 8 días para demostrar que no creemos en el “¿Para qué? Si no cambia nada”, que no estamos dispuestos a claudicar, que aunque el monstruo sea gigantesco, nosotros lo vamos a enfrentar y estaremos ahí de pie, firmes y con la convicción de actuar por el bien común.
Estamos cansados y encabronados, pero tenemos la frente en alto. Firmes y dignos nos verán pronto en las calles y será un orgullo decir “nosotros si nos opusimos, nosotros lo intentamos, nosotros nos arriesgamos, nosotros estuvimos ahí”. Y sabrán aquellos trogloditas, que no la tienen fácil, porque nuestra convicción y nuestra voluntad es más fuerte que su ambición y su desprecio por nuestro pueblo. Porque nosotros estamos aquí no para ganar sino para construir el poder popular que los arrancará del sitio de impunidad en donde están.
¡Vivan el pueblo organizado!
¡Vivan los ciudadanos conscientes!
¡Viva Morena!
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