Uno de los temas de reflexión que más se repiten en Europa en plena crisis, y en América Latina en pleno apogeo de gobiernos populares que debaten su continuidad, es el lugar de los partidos de izquierda en estas regiones. Las posibilidades de la resistencia y los desafíos de la ofensiva.
Representantes de la izquierda amplia de Latinoamérica y Europa organizaron se encontraron semanas atrás en Santiago de Chile. A lo largo de una serie de paneles debate de la Cumbre de los Pueblos -que se realizó en paralelo a la Cumbre de mandatarios CELAC-UE- militantes europeos retrataron la profundidad de la crisis y eclosión en Europa. Por su parte, dirigentes latinoamericano marcaron una diferencia en sus disertaciones: por estas latitudes, la cuestión es cómo continúan y se desarrolla los procesos populares en países como Argetnina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Venezuela; y, a la vez, cómo se canalizan manifestaciones políticas colectivas como las que suceden en Chile desde hace tres años para reconvertirlas en la renovación democrática en ese país.
En este ecuentro organizado por el Foro de San Pablo y el Partido de la Izquierda Europea una primera idea quedó flotando entre los panelistas y el público presente: La crisis mundial en curso evidencia la decadencia del sistema capitalista en general y del modelo neoliberal en particular. No se trata de un acontecimiento pasajero ni circunscripto a una o dos regiones del globo. Es, más bien, un fenómeno estructural que impacta en todo el mundo, aunque no de igual modo.
Esa definición supuso, entonces, un segundo reconocimiento: Latinoamérica y Europa ocupan lugares diferentes en la crisis. Nuestra región experimenta una serie de procesos políticos que, en su misma base, cuestionan la legitimidad de las recetas emanadas del Consenso de Washington y avanzan en la configuración de proyectos civilizatorios de nuevo tipo.
Así lo demuestran la Revolución Bolivariana en Venezuela, el nuevo Estado plurinacional de Bolivia, la Revolución Ciudadana en Ecuador, la experiencia del Partido de los Trabajadores en Brasil, el gobierno del Frente Amplio en Uruguay o el Proyecto Nacional, Popular y Democrático en Argentina.
Como marco a lo anterior se inscriben la vigencia de la Revolución Cubana y los resurgimientos del programa sandinista en Nicaragua y del movimiento Farabundo Martí en El Salvador. Pero, sin embargo, esos ricos procesos políticos no alcanzan su verdadera dimensión sino a partir de los espacios de integración supraestatal. Así, el surgimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y la potenciación del Mercado Común del Sur (Mercosur) son instrumentos conjuntos para el fortalecimiento de los proyectos populares en cada país y para la defensa y el ejercicio de la soberanía regional.
La realidad latinoamericana de los últimos diez años se explica, en gran medida, a partir del papel jugado por los sectores populares en el estallido del proyecto neoliberal en esta parte del mundo. En ese marco, las izquierdas partidarias y los movimientos sociales superaron los debates propios de la etapa resistencia y de la marginalidad política y se ubicaron a la ofensiva para sostener, profundizar y radicalizar los procesos en marcha.
En contraste, la realidad de las izquierdas europeas acusa el desgaste de las experiencias socialdemócratas y los embates de la derecha. El neoliberalismo se impuso a sangre y fuego en Sudamérica en los años setenta como prueba de laboratorio a escala global pero se extendió al resto del mundo entre los ochentas y noventas. Fue nuestra región, también, la primera en evidenciar el agotamiento del modelo a partir de una creciente protesta social. De hecho, los actuales proyectos populares tienen sus orígenes en aquellas protestas. El estallido europeo, en cambio, llegó diez años más tarde con una menor participación de las organizaciones populares en el desencadenamiento de la crisis. Esa característica pone a la izquierda europea en una situación de debilidad relativa para intervenir en el terreno de las grandes definiciones.
La crisis encontró a la izquierda europea, casi que la tomó por sorpresa. Por eso mira hacia nuestra región. Busca por estos lados una respuesta para reencontrarse con su rica historia. Todos necesitamos que esto suceda porque, como se concluyó en el encuentro de Santiago, “la resolución de la crisis global está abierta”: vamos hacia un nuevo modelo de civilización -popular y democrática- o hacia el oscuro camino de una contraofensiva de derecha a escala planetaria.
AGENCIA PERIODISTICA DE ARGENTINA Y AMERICA DEL SUR
No hay comentarios:
Publicar un comentario