Arturo Alcalde Justiniani
E
stimado señor rector:
Debemos agradecer su generosa disposición para asumir la Rectoría de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), en esta etapa definitoria en su corta vida institucional. Como usted sabe, la universidad constituye una gran esperanza para miles de jóvenes que reclaman en nuestra ciudad su derecho a estudiar y colaborar en la construcción de una sociedad más justa y humana para todos; no es un proyecto educativo más. Desde su nacimiento, la casa de estudios fue creada para responder prioritariamente a las expectativas de un sector que no encontraría espacio en otras instituciones de educación superior y que, conforme a las reglas vigentes, estarían condenados a la exclusión.
No tengo el gusto de conocerlo personalmente, pero he leído algunos de sus textos, que han sido hasta ahora parte de mi formación. Encuentro una gran coincidencia de su pensamiento con los valores que dieron vida a la UACM, en especial, la intención de promover nuevos paradigmas civilizatorios y nuevas formas de emancipación sobre la base de la libertad y la responsabilidad, encarnadas en un desarrollo plural e integral del ser humano; exactamente lo contrario al pensamiento neoliberal que construye una visión individualista, egoísta y de competencia feroz.
Me han impresionado su historia personal y académica que le han merecido el reconocimiento como uno de los pensadores más destacados de nuestro tiempo: 50 libros, 400 artículos, varios doctorados, tanto en filosofía como en historia, en universidades de gran prestigio, además de otros con carácter honorífico en Europa y América Latina; pero más importante áun que los títulos ha sido su capacidad creadora y multidisciplinaria, que tiene su base en una vida personal claramente orientada a una opción social al lado de los pobres.
Llega usted a la UACM en un momento de crisis que, como usted bien señala, de no superarse, pone en peligro su propia existencia. Nada más lamentable; las universidades públicas han sido un eslabón siempre fundamental en la formación de nuestros jóvenes, sin embargo, en estos tiempos de agobio constante asentado en la amenaza que representa el sistema neoliberal, en los que el ser humano deja de ser el centro de interés y construcción, éstas se convierten en instituciones imprecindibles que hay que proteger y fortalecer, y sin duda la mejor manera de hacerlo es cumpliendo sus fines, demostrando a la sociedad que los recursos canalizados para ello tienen sentido y razón.
Usted mismo lo ha señalado: llega a la universidad
con espíritu de servicio, no de autoridad, porque la violencia y el autoritarismo impiden una conclusión racional. Su presencia logrará, sin duda, reducir las diferencias mediante de un esfuerzo conciliador, que supone escuchar entre los sectores los diferentes puntos de vista.
La UACM es una institución viva, crítica y generadora de nuevas maneras de concebir la vida académica; también provoca cuestionamientos internos y externos que deben ser considerados y reflexionados en un ambiente de libertad y tolerancia. Para lograrlo, es necesario construir esta nueva transición sobre la base de identificar intereses comunes fundamentales. El primero de ellos, sin duda, es la subsistencia misma. Está en juego la suerte de 14 mil alumnos y una rica vida académica que ha producido carreras novedosas en íntima vinculación con nuestra ciudad; basta señalar entre otras, las ingenierias de transporte urbano, telecomunicaciones, sistemas electrónicos industriales, y las de promoción de la salud, arte y patrimonio cultural. Por cierto, aún se recuerda, en la UACM, su destacada participación en el diseño de la carrera de Filosofía e Historia de las Ideas.
En una visión superficial los conflictos parecen irreductibles. No creo que lo sean, sí hay claridad respecto a que si fracasa la UACM no sólo se pierde todo lo que lleva construido en sus 11 años de vida, sino también la posibilidad futura de crear otros centros de formación profesional que tanto requiere nuestra sociedad.
Por lo que se refiere a las relaciones laborales, es conveniente recordar que hubo un largo periodo de entendimiento, el cual, sustentado en el diálogo y los consensos, dejó de lado la necesidad de acudir a las instancias legales. La comunidad de trabajadoras y trabajadores generó un sindicato mixto y democrático, que incluye a todas las categorías laborales, tanto de trabajadores académicos como administrativos y de servicio, que eligen a sus representantes por voto universal, secreto y directo. Fruto de un diálogo respetuoso entre universidad y sindicato se creó un pacto colectivo que aprovechó las mejores experiencias desarrolladas en otras universidades. Los temas de ingreso y promoción se sustentan en la evaluación que aplican órganos de naturaleza estrictamente académica integrada por pares. El diálogo que existió en el pasado pudo inhibir la posibilidad de cualquier conflicto colectivo o de huelga. El sindicato sustentado en decisiones democráticas admitió desde un principio el establecimiento de reglas de admisión que permitiera integrar a la universidad a las mujeres y hombres para colaborar en la construcción de un proyecto sustentable. Luego vinieron tiempos difíciles que son los que hoy pretenden superarse de cara al futuro.
Su presencia es por demás oportuna. Corresponde a la comunidad universitaria y al entorno externo aprovecharla, e iniciar de inmediato, a pesar de todas las dificultades, un rencuentro para que esta casa que cobija múltiples esperanzas siga dando sus frutos.
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