viernes, 7 de diciembre de 2012

El Marcelato. Jaime Avilés




Pues no: siempre no se fue Marcelo Ebrard. Así lo indican los granaderos que ayer por la mañana desalojaron a los familiares y amigos de los jóvenes presos políticos que habían montado un campamento fuera del Reclusorio Norte; así también lo confirman otros granaderos que por la tarde se apostaron sobre Insurgentes, a la orilla del perímetro de Ciudad Universitaria que va de Filosofía y Letras hasta la Sala Neza, para evitar que salieran de la UNAM los integrantes de #YoSoy132 que estaban reunidos en Ciencias Políticas desahogando una agenda cargada de urgencias.

    Que Ebrard continúa dirigiendo la policía y la política del Gobierno del Distrito Federal lo insinúa el silencio del nuevo titular de la dependencia, el doctor Miguel Angel Mancera, ante los múltiples y bien documentados abusos que los granaderos cometieron el sábado y que no parecen merecer siquiera la clásica promesa de que “se investigará hasta las últimas consecuencias”, aunque sea nada más para guardar las formas. 

    O Marcelo Ebrard lo tiene amordazado en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, o lo rodean con los puñales desenvainados los numerosos funcionarios que le impuso el ex alcalde, pues de otro modo no se entiende por qué, frente a la creciente indignación de la ciudadanía por las redadas en el Centro Histórico, los testimonios recabados por la Comisión de Derechos Humanos del DF entre jóvenes fueron torturados con descargas eléctrica en la procuraduría capitalina y ante las quejas de un muchacho más, que ya en el Reclusorio Norte sufrió una salvaje golpiza, el nuevo jefe de gobierno guarda silencio.

    Hombre sensible, que lo es, Mancera no ha demostrado solidaridad ninguna con las 69 personas encarceladas, de las cuales (hay sobradas probanzas) 55 fueron prendidas al azar en la esquina de Filomeno Mata y Cinco de Mayo, y desde ese mismo día debieron quedar libres. 

    Bien sabemos que llegar al gobierno no significa necesariamente llegar al poder, y tal parece ser el caso de Mancera, quien desde adentro y poco a poco habrá de irle ganando espacios a su antecesor –que tiene muuucha cola que le pisen-- para que pueda tomar las riendas de la administración capitalina.

    Por desgracia, mientras Mancera actúa con extrema prudencia, Peña Nieto mantiene su escalada contra el Distrito Federal, ahora haciendo estúpidos alardes de fuerza, como el que miles de jóvenes atestiguaron ayer, cuando un tanque del ejército se apostó a una calle de la Prepa 2. ¿Por qué? ¿Para qué?

    Quizá para que a los chilangos nos quede bien claro que el pacto “Ya no me acuerdo de México”, firmado por el PRI, el PAN y los aliados de Ebrard en el PRD, ya entró en vigor y traerá consigo el terror a la capital del país. 

    Por su inmunda parte, Televisa y sus levantacejas insisten en que el causante de la violencia del sábado pasado fue Andrés Manuel López Obrador, pero no son capaces de demostrarlo, porque saben que hablan basura y mierda, pero a la vez se niegan a difundir los videos hechos por los ciudadanos en que se aprecian las acciones de los soldados de la Policía Federal disfrazados de “anarquistas”, las escenas en que otros soldados de esa misma Policía Federal, armados hasta los dientes, disparan balas de goma y granadas lacrimógenas al cuerpo de los manifestantes, y las aberrantes redadas en el Centro Histórico.

    Por su simultánea parte, Leonardo Vazurita anticipa que el IFE opondrá toda clase de obstáculos para impedir que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) obtenga su registro como partido político. Ya lo advirtió ayer: “Seremos sumamente estrictos”, dijo quien al frente del harem de Peña Nieto convalidó todas las cochinadas que el PRI y el crimen organizado, junto con Calderón y Televisa (que son lo mismo) hicieron para comprar la Presidencia de la República.

    A la mejor los lectores más jóvenes de estas líneas no saben a ciencia cierta qué significa la palabra “marcelato” (que de algún modo evoca al merthiolate). He aquí un breviario. Cuando el general Plutarco Elías Calles terminó su período de gobierno (1924-1928) siguió ejerciendo el poder por medio de tres presidentes peleles: Emilio Portes Gil (1928-1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo Rodríguez (1932-1934). Y como a Calles le decían el Jefe Máximo, esa etapa de nuestra historia es recordada como el Maximato.

    Un pelele más, de acuerdo con los planes de Calles, iba a prolongar su control hasta 1940, pues en 1934 el Congreso aprobó que los períodos presidenciales duraran seis y no cuatro años como se acostumbraba. Pero don Plutarco Elías se llevó tamaña sorpresa cuando en 1935, quien creía que era su cuarto pelele, lo arrestó y lo mandó en un avión a Estados Unidos.

    El general Lázaro Cárdenas terminó así con el maximato, abrió una nueva etapa de la Revolución Mexicana y al finalizar su sexenio entregó el poder a la derecha –mediante un escandaloso y sangriento fraude electoral-- para conservar los equilibrios internos dentro del partido único y la clase política.

    En 1982, en forma imperceptible incluso para Miguel de la Madrid, que ese año asumió la Presidencia, Carlos Salinas instauró también su maximato, en el que hasta ahora ha tenido también cuatro peleles: el propio De la Madrid, Vicente Fox, Felipe Calderón y desde el sábado pasado Peña Nieto. 

    Colosio no alcanzó a formar parte de esa lista porque fue eliminado en un complot que benefició a Ernesto Zedillo, quien mantuvo a raya a Salinas de 1994 a 2000, haciéndonos pagar los costos de una terrible crisis económica, pero al final de su sexenio dobló las manos y se fue del país a trabajar para los nuevos dueños de las empresas estatales que él mismo les regaló, a cambio de protección e impunidad indefinida por las matanzas de Acteal, Aguas Blancas, El Charco, El Bosque y muchos otros crímenes como el del Fobaproa.

    ¿Ebrard está construyendo su Marcelato? ¿Podrá Miguel Angel Mancera sacudírselo? Tendrá que intentarlo, porque las redes de corrupción que le legó su antecesor y la desestabilización que está generando la brutal ofensiva contra los jóvenes, en un descuido le pueden costar la renuncia. ¡Aguas!
    @Desfiladero132

Jaime Avilés
    

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