lunes, 10 de diciembre de 2012

Carla Salomé. Jaime Avilés




De pronto el estómago me dijo que tenía hambre. La pantalla del teléfono marcaba poco para las 11 de la noche. Iba por calles de la colonia Roma y mi brújula interna me llevó a la glorieta de Cibeles. Entré en un restaurante de mariscos lleno a reventar en sus dos pisos. Me consiguieron un lugar en la barra de la planta alta. Había televisores medianos y grandes colgados por doquier. Era imposible no ver la pelea de Márquez y Pacquiao. Y se me vino encima el recuerdo de Carla Salomé.

    La conocí la última vez que Pacquiao y Márquez se entrevistaron sobre un ring, allá cuando el mexicano se puso un escudo del PRI sobre el calzoncillo. Márquez, me lo ha dicho un amigo que hizo un video para documentar la vida cotidiana del boxeador, “es un hombre que trabaja en forma alucinante. Corre en la madrugada y cuando pisa el gimnasio no para, no para. Otros se la pasan platicando y descansando entre ejercicio y ejercicio. El no, él trabaja y trabaja y trabaja”.

    Al margen de sus virtudes personales –buen deportista, buen esposo, buen padre-- está metido en la cloaca del boxeo profesional, un mundo tan corrupto, traicionero y sucio, casi casi como el IFE, pero no tanto. Y en ese ámbito, qué puede hacer un pugilista que no es el consentido de las grandes mafias de las apuestas clandestinas, que son quienes entregar al réferi las tarjetas que señalan al triunfador de la pelea... antes que empiece la pelea.

    En el penúntimo duelo Márquez-Pacquiao, transmitido por Tv Azteca más o menos como si fuera la toma de la alhóndiga de Granaditas por el pípila –esto es,en medio de grandilocuentes discursos patrioteros, brevísimos y separados por largúisimos bloques de anuncios-- estaba con unos queridos amigos de Guadalajara y una chilanga en una cantinucha del Centro Histórico. Y entonces vi a Carla Salomé y me fui sobres...

    No resultó muy difícil entablar relación con ella. Era entonces una gatita blanca de cabeza y cola y patas parduzcas, muy linda lo que sea de cada quien. Y con un juego de servilletas de papel me puse a jugar con ella al toro. Qué embestida, qué nobleza, qué energía. Cuando culminó mi faena, entre aplausos de los escasos asistentes, Márquez y Pacquiao iban apenas en el segundo raun. Y el minuto reglamentario de descanso en Tv Azteca lo multiplicaban por 10.

    Así que jadeante a causa del enorme esfuerzo que me exigió Carla Salomé, quité la clave de seguridad de mi celular, se abrió la pantalla, oprimí el emblema de Twitter y, en la parte de abajo, donde sale en signo de gato (#) y la palabrita “descubre” y apachurré ese sector de la pantalla.

    De inmediato entró en mi campo visual una pantalla, por cierto denominada “descubre” y debajo de esta especie de orden abstracta vi un espacio en blanco. Dentro del mismo tecleé o teclié “márquez-pacquiao” y cuál no sería mi sorpresa al encontrar un nutrido número de tuits relativos al desenlace de la pelea, el “triunfo” del filipino y las protestas por el robo que había sufrido el mexicano. Y en Tv Azteca sonaba apenas la campana del tercer round.

    Así que me puse a tuitear todo lo hallé acerca del combate, con el deliberado afán de echarle abajo el rating a la televisora del segundo hombre más rico de México. El sábado por la noche, embutido en la barra de aquel restaurante de la Cibeles, hice lo mismo en el instante en que todos los televisores arrancó la pelea. En Twitter me di cuenta de que ésta llevaba 24 minutos ya, que Márquez había tumbado a Manny en el tercero y desde luego, con la misma malevolencia de la ocasión previa, me dediqué a difundir las noticias de la vida que transcurre en tiempo real.

    Cuando en la tele iban en el segundo asalto, en Twitter se supo que Márquez había noqueado en el sexto. Y cuando dedicó su triunfo a Peña Nieto lo dije también. Luego me trajeron el cebiche y vi, como desde el futuro, cómo en efecto Manny caía con el último golpe del tercer round –cosa que puso de pie a los poco más de 200 patriotas que se atragantaban de cerveza y de euforia-- y también fui testigo del volcán de júbilo que hizo erupción cuando el filipino cayó fúlminado por el último golpe del round seis.
    No podía creer cómo aquella bola de jóvenes se abrazaba, gritaba y aplaudía Mexicó-clap-clap-clap e incluso hubo quienes cantaron a gritos el himno nacional. Minutos más tarde, Márquez dedicó su victoria “al nuevo presidente de México” y los mismos muchachos que hasta hacía poco detestaba por tontos y manipulables, se reconciliaron conmigo al insultar con furia al nuevo campeón por lame-cu...tis.

    ¡Vaya problema para los dueños de los medios convencionales! Cuando se generalice la costumbre de “adivinar” el futuro de un espectáculo transmitido en forma diferida, se les caerá el teatrito a las televisoras, así como la noche del sábado el mismo Twitter le ganó a los periódicos impresos que salieron el domingo la nota sobre la liberación de 55 de los 69 detenidos el primero de diciembre.

    Lo que ninguna cuenta de Twitter ganó, pues ésta fue desde el sábado una exclsuiva de Desfiladerito y Fuentes Fidedignas, es que hoy la todavía rectora de la UACM inicia su propio paro y no permitirá que se reanuden las clases y las asesorías a los jóvenes estudiantes hasta que ella dé su permiso. 

    En espera de que a más tardar en 72 horas salgan los 14 detenidos que permanecen tras las rejas, hoy también estaré en Twitter, en @Desfiladero132 por si algo se ofrece.


Jaime Avilés

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