Doctor: por cortesía de Fuentes Fidedignas, y por mi propio derecho, ante usted respetuosamente comparezco y expongo:
Si de Marcelo Ebrard Casaubon dependiera, hoy estaría usted desayunando como senador de la República en representación del pueblo de la ciudad de México y su ex compañero de gabinete –el ex secretario de Finanzas y de Educación de la administración saliente, Mario Delgado-- se hallaría ante un espejo, retocándose el botox, para asumir el honroso cargo que dentro de unas horas usted comenzará a ejercer.
Nada le debe usted a Ebrard. Al contrario, en múltiples ocasiones fue el causante de que su prestigio como abogado y doctor en derecho quedara empañado ante la gente que no lo conoce, cuando como procurador capitalino se vio impedido de hacer la justicia de acuerdo con el espíritu y la letra de la ley. Claro, pudo haber renunciado dignamente y marginarse de la vida pública. Pero no lo hizo.
Hoy está a punto de entrar en la historia como el cuarto gobernante del Distrito Federal electo por los ciudadanos de esta urbe y puede entrar pisando fuerte, si en su discurso de toma de posesión ordena la liberación inmediata de 55 de las 69 personas que la policía de Ebrard –que desde mañana volverá a ser de usted-- arrestó el primero de diciembre al medio día en la esquina de Filomeno Mata y Cinco de Mayo, donde no hubo un solo conato de violencia.
En mayo de 1994, en Guadalajara, después de los violentos enfrentamientos con los granaderos que desataron provocadores enviados por Santiago Creel –con la venia de Fox-- para desestabilizar la ciudad y echar a perder –cosa que no lograron-- el acto, que sería celebrado al día siguiente en un rancho, donde Felipe Calderón se autodestapó como candidato a la primera magistratura, el entonces gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, ordenó a la policía urbana que detuviera a 100 jóvenes pero ya.
Muchos fueron arrestados cuando caminaban por la calle, otros en el interior de algún café, muy pocos en el lugar de los hechos. Ya en la procuraduría, todos fueron torturados y obligados a confesar delitos que nunca cometieron. Y varios padecieron por años la pesadilla de un proceso penal tras las rejas.
Esta –a mí no me asombra-- parece ser la fórmula escogida por Ebrard, para irse (vengándose de la juventud que lo repudió por corrupto y autoritario) y dejarle a usted un problema que tiene todos los ingredientes para convertirse en una gran bola y no sólo de nieve.
Recurra, por favor, al abogado Jesús Robles Maloof (en Twitter puede localizarlo muy fácilmente en la cuenta @roblesmaloof) y pídale su punto de vista acerca del pliego de consignación de esos 55 detenidos. Jesús, no me cabe duda, le demostrará que aquellos a quienes los granaderos aprehendieron en Cinco de Mayo y Filomeno Mata están acusados de haber cometido actos vandálicos en Balderas, Juárez y Eje Norte 1, avenidas alejadas del sitio donde los agarraron.
Para mayor tranquilidad de su propia conciencia, doctor, examine el cúmulo de videos grabados por testigos circunstanciales, en los que se ve, por ejemplo, cómo un ciudadano --que ni siquiera sale a cuadro en la imagen donde jóvenes enardecidos gritan frente a los escudos antidustubios en Filomeno Mata-- es atrapado sorpresivamente por un granadero que lo ataca por la espalda y se lo lleva a empellones al otro lado de la línea de uniformados para conducirlo, ojalá, al Ministerio Público.
Ante hechos tan repudiables y cobardes, que caen en la esfera exclusiva de la responsabilidad de Ebrard, puede usted mañana, ante la Asamblea Legislativa, decretar una amnistía incondicional e inmediata para esos 55 detenidos, y para todos los demás, que hoy están en el centro femenil de Santa Martha o en el Reclusorio Norte, y a quienes Televisa intenta asustar con el petate de que no saldrán de la cárcel sino dentro de 30 años.
¡Por favor! La segunda papa caliente (y en este caso podrida) que Ebrard le hereda y que usted no puede aceptar, es el conflicto de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) que sigue en paro total de labores por la irresponsabilidad, la incapacidad y la megalomanía de la rectora María Esther Orozco (MEO).
La señora ha cometido toda clase de violaciones a las leyes vigentes. Sin embargo, cada una de las acusaciones penales presentadas contra ella --por las víctimas de sus abusos y sus transas--, ante las agencias del Ministerio Público capitalino, cuando usted era procurador, jamás prosperaron, básicamente porque Ebrard giró instrucciones de que nadie la molestara ni siquiera con el pétalo de un citatorio.
Hoy, la obediencia institucional que usted reiteradamente observó ante una orden indebida e injusta, se convierte en un grave obstáculo para que inicie su gestión de gobierno con calma chicha en el ámbito estudiantil. Como luchador social que votó por usted y llamó a votar por usted --porque lo conocí de cerca en situaciones muy adversas para mi gente, que le agradece su decidida intervención--, doctor, no pido nada.
Como ciudadano, sin ambages ni cortapisas, exijo que aplique todo el peso de la ley a esa pequeña tirana, que ha hecho méritos más que suficientes para ser detenida en el acto y consignada ante un juez imparcial, que sin duda habrá de dictarle el auto de formal prisión en atención a sus múltiples actividades delictivas.
Sin otro particular, le deseo el mejor de los éxitos en su nueva encomienda pública.
@Desfiladero132
Jaime Avilés
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