EPN. Paseo electoral en el puerto de Veracruz.
Foto: Miguel Dimayuga
Foto: Miguel Dimayuga
VERACRUZ, Ver. (apro).- En vísperas de Semana Santa, el calor primaveral de este puerto histórico estuvo a punto de derretir al candidato presidencial priista Enrique Peña Nieto, a su comitiva y a su esposa Angélica Rivera.
Y es que, sin importar los más de 33 grados de temperatura, se aventuraron a hacer un breve recorrido en los alrededores del café “La Parroquia” y dieron un paseo por la playa de Villa del Mar.
Para ganarse la simpatía de los veracruzanos, con algunos de los cuales se fotografió, Peña Nieto recorrió alrededor de 100 metros de la populosa playa, visitada en su mayoría por turistas de la capital de la República.
Nadie sabía quién era el personaje que se acercaba cuando vieron arribar a fotógrafos y guaruras a bordo de 12 camionetas Suburban. Peña Nieto debió subirse en una estructura metálica, semejante a una escalera de salvavidas, para que la gente pudiera verlo.
“Está chaparrito, está chaparrito, no lo podemos ver”, exclamaban unas señoras mayores de edad, algunas de ellas acompañadas por sus nietos.
“¡Tienes razón!, está bien chapis”, admitió otra de las señoras veraniegas, quienes se mostraron sorprendidas por la irrupción de la caravana peñista.
Otra mujer, quien buscaba acercarse al aspirante presidencial priista, gritó a los guaruras que le impidieron el paso: “¿Por qué son así? Él no es Dios, es sólo un candidato, sólo un candidato. Déjennos verlo”.
La esposa de Peña Nieto, Angélica Rivera, causó una mayor sensación. Muchas de las personas que estaban en la playa se acercaron a La Gaviota y le pidieron autógrafos, mientras ella repartía pulseras, abrazaba a algunos niños y agradecía “el apoyo” de los presentes.
El calor venció a La Gaviota en la playa Villa del Mar. El glamour de la actriz de Televisa se desvaneció en sudor y tuvo que resguardarse en una de las Suburban, mientras su esposo avanzaba en medio de fuertes medidas de seguridad.
Duarte, “gobernador mexiquense”
Tras el “baño de pueblo” de 40 minutos en la playa veracruzana, Peña Nieto llegó con una hora de retraso a una comida que había sido planeada para encontrarse con empresarios y terminó como un besamanos de la burocracia priista.
Acompañado por el gobernador Javier Duarte, el exgobernador mexiquense arribó al convite realizado en el local del Sindicato Único de Trabajadores del Comercio, ubicado frente al Baluarte de Santiago, en el corazón del centro histórico veracruzano.
La vieja y la nueva clase política de esta entidad se dieron cita para ver de lejos al candidato del tricolor. Estuvieron “los Yunes”, Héctor y Pepe, candidatos al Senado, y la mayoría de los aspirantes a diputados federales del PRI.
Sin mucho entusiasmo ni aplausos, escucharon al líder estatal del Revolucionario Institucional, Erick Lagos, quien les dio “instrucciones” de parte del mandatario Javier Duarte para lograr que Peña Nieto triunfe en los comicios del próximo 1 julio.
“Este joven me recuerda a los jilguerillos de los años cuarenta”, comentó uno de los veteranos operadores priistas de Veracruz, que en alguna época se acostumbraron a los discursos “de Estado” que pronunciara Jesús Reyes Heroles.
Quizá por el calor, tal vez por el mareo de las cámaras fotográficas que lo acompañaron durante todo su recorrido, Peña Nieto confundió el cargo de su anfitrión en Veracruz, Javier Duarte.
Agradeció al “gobernador mexiquense” por su apoyo. El silencio se impuso en el salón cuando ocurrió el gazapo.
Peña Nieto trató de enmendar su error. Afirmó que Veracruz y el Estado de México están hermanados desde que un presidente de la República veracruzano (Adolfo Ruiz Cortines) le cedió el poder presidencial a un mexiquense (Adolfo López Mateos).
Javier Duarte sonrió. Frente a la “cargada” de funcionarios estatales, el mandatario veracruzano aclaró que la mayoría de los presentes acudieron “en estricto apego a la legalidad” y pidieron licencia sin goce de sueldo para ver a Peña Nieto y a su esposa, La Gaviota.
Y es que, sin importar los más de 33 grados de temperatura, se aventuraron a hacer un breve recorrido en los alrededores del café “La Parroquia” y dieron un paseo por la playa de Villa del Mar.
Para ganarse la simpatía de los veracruzanos, con algunos de los cuales se fotografió, Peña Nieto recorrió alrededor de 100 metros de la populosa playa, visitada en su mayoría por turistas de la capital de la República.
Nadie sabía quién era el personaje que se acercaba cuando vieron arribar a fotógrafos y guaruras a bordo de 12 camionetas Suburban. Peña Nieto debió subirse en una estructura metálica, semejante a una escalera de salvavidas, para que la gente pudiera verlo.
“Está chaparrito, está chaparrito, no lo podemos ver”, exclamaban unas señoras mayores de edad, algunas de ellas acompañadas por sus nietos.
“¡Tienes razón!, está bien chapis”, admitió otra de las señoras veraniegas, quienes se mostraron sorprendidas por la irrupción de la caravana peñista.
Otra mujer, quien buscaba acercarse al aspirante presidencial priista, gritó a los guaruras que le impidieron el paso: “¿Por qué son así? Él no es Dios, es sólo un candidato, sólo un candidato. Déjennos verlo”.
La esposa de Peña Nieto, Angélica Rivera, causó una mayor sensación. Muchas de las personas que estaban en la playa se acercaron a La Gaviota y le pidieron autógrafos, mientras ella repartía pulseras, abrazaba a algunos niños y agradecía “el apoyo” de los presentes.
El calor venció a La Gaviota en la playa Villa del Mar. El glamour de la actriz de Televisa se desvaneció en sudor y tuvo que resguardarse en una de las Suburban, mientras su esposo avanzaba en medio de fuertes medidas de seguridad.
Duarte, “gobernador mexiquense”
Tras el “baño de pueblo” de 40 minutos en la playa veracruzana, Peña Nieto llegó con una hora de retraso a una comida que había sido planeada para encontrarse con empresarios y terminó como un besamanos de la burocracia priista.
Acompañado por el gobernador Javier Duarte, el exgobernador mexiquense arribó al convite realizado en el local del Sindicato Único de Trabajadores del Comercio, ubicado frente al Baluarte de Santiago, en el corazón del centro histórico veracruzano.
La vieja y la nueva clase política de esta entidad se dieron cita para ver de lejos al candidato del tricolor. Estuvieron “los Yunes”, Héctor y Pepe, candidatos al Senado, y la mayoría de los aspirantes a diputados federales del PRI.
Sin mucho entusiasmo ni aplausos, escucharon al líder estatal del Revolucionario Institucional, Erick Lagos, quien les dio “instrucciones” de parte del mandatario Javier Duarte para lograr que Peña Nieto triunfe en los comicios del próximo 1 julio.
“Este joven me recuerda a los jilguerillos de los años cuarenta”, comentó uno de los veteranos operadores priistas de Veracruz, que en alguna época se acostumbraron a los discursos “de Estado” que pronunciara Jesús Reyes Heroles.
Quizá por el calor, tal vez por el mareo de las cámaras fotográficas que lo acompañaron durante todo su recorrido, Peña Nieto confundió el cargo de su anfitrión en Veracruz, Javier Duarte.
Agradeció al “gobernador mexiquense” por su apoyo. El silencio se impuso en el salón cuando ocurrió el gazapo.
Peña Nieto trató de enmendar su error. Afirmó que Veracruz y el Estado de México están hermanados desde que un presidente de la República veracruzano (Adolfo Ruiz Cortines) le cedió el poder presidencial a un mexiquense (Adolfo López Mateos).
Javier Duarte sonrió. Frente a la “cargada” de funcionarios estatales, el mandatario veracruzano aclaró que la mayoría de los presentes acudieron “en estricto apego a la legalidad” y pidieron licencia sin goce de sueldo para ver a Peña Nieto y a su esposa, La Gaviota.
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