No nos hagamos tontos, no hay un solo anuncio que nos esté dando herramientas sólidas para votar, para establecer un criterio, para modificar una decisión.
Sí es escandaloso lo de los spots, sí es horrible tener que estarlos viendo todo el tiempo, en todos los cortes comerciales, en todos los canales de televisión.
Y sí es un tema que se tiene que corregir por todo lo que implica.
A mí no me cabe en la cabeza que los candidatos y sus partidos estén desperdiciando la oportunidad histórica de poderse comunicar con el pueblo de México para hacer las porquerías de spots que están haciendo.
Ni, mucho menos, el impacto de estos mensajes sobre la industria de la televisión mexicana. Deje usted sobre las otras.
¿Ya se puso a pensar en la cantidad de personas que le cambian de canal cada vez que aparece un spot de un político?
¿A usted no se le hace un abuso tener que estar repite y repite algo que no conduce a nada?
Porque, no nos hagamos tontos, no hay un solo anuncio que nos esté dando herramientas sólidas para votar, para establecer un criterio, para modificar una decisión.
No sé cuál sea su caso, pero yo, cuando miro ese atascadero de mensajes, no siento que esté viendo campañas políticas, siento que estoy viendo anuncios de refresco sólo que sin el “encanto” de los anuncios de refresco.
Tomemos hoy el caso de los mensajes de Enrique Peña Nieto que, por cuestiones legales, son de los que más hay y los que más se repiten.
¿A usted no se le hacen espantosos? Y no, no lo digo por una cuestión de preferencias personales, lo digo porque, honestamente, están mal.
Lo pintan como una criatura frívola, egocéntrica, dispersa, derrochadora, como parte de un entramado mediático. Son su peor enemigo.
Y a las pruebas me remito. Tomemos el spot de presentación, el que inicia con la pregunta ¿por qué quiero ser presidente?
No se deje llevar por esas imágenes como de campaña de “Nuestra belleza México 2012”. Ponga atención en las palabras.
Don Enrique responde que porque nuestro país merece estar mejor y que porque quiere cambiar a México.
O sea, él es estar mejor, él es cambiar a México. Póngase a pensar en el ego monumental que hay detrás de este discurso.
Y por si esto no fuera suficiente como para preocuparse, inmediatamente después agrega:
“Por eso, a partir de ahora, me vas a ver recorriendo cada uno de los estados de la República, viendo a la gente a los ojos, empeñando mi palabra, comprometiéndome contigo y con todos los mexicanos.”
¿Ya vio? Todo es “me vas a ver”, “yo veo a los ojos”, “mi palabra”, “mi compromiso”, yo, yo, yo. Véanme, gócenme.
El señor no nos quiere escuchar, no quiere nuestro apoyo, no le interesa nuestro voto, no lo necesita, y tan no lo necesita que échese este remate:
“Tú me conoces, sabes que sé comprometerme, pero, lo más importante, sé cumplir.”
Perdón, pero aquí hay demasiada soberbia. ¿En qué se basa el señor Peña Nieto para afirmar que todos los conocemos? ¿Realmente lo conocemos?
¿Qué es lo que conocemos? ¿Sus compromisos políticos o la parte espectacular? ¡Cuidado! Saber cumplir no tiene nada que ver con la parte espectacular, no va por ahí. Esto es un error.
¿Don Enrique se gastó una fortuna en la producción de sus spots para que los mexicanos lo viéramos? ¿No hubiera sido mejor que se la hubiera gastado para conocernos?
Porque sí, él parte del supuesto de que todos lo conocemos, ¿pero quién nos dice a nosotros que él nos conoce? ¿Cómo nos va a cumplir si no sabe qué es lo que queremos, si no nos ha preguntado, si no nos ha volteado a ver?
No son anuncios del nuevo galán de la telenovela de las 21:30, son la más grande inversión de la alianza Compromiso por México y, cuando vemos esta estrategia spot por spot, la cosa se pone peor.
El señor no está haciendo campaña, está jugando a “Hermosa República Mexicana, desde Veracruz (o desde Guanajuato, o desde donde sea), Canal 2 te saluda”.
¡Qué asociación temática tan más peligrosa! ¡Y qué discursos tan más dispersos!
Don Enrique comienza hablando de alegría, de canciones, de cualquier frivolidad y quién sabe cómo le da el cerebro, pero asocia esas cosas con seguridad nacional, historia y turismo, al mismo tiempo que posa, baila y ejecuta las tareas escénicas más insólitas del universo.
¿Y todo para qué? No, no es para ofrecer soluciones, no es para ofrecer algo, es para rematar con el yo.
¿Ahora entiende cuando le digo que sí está escandaloso esto de los spots? ¿O usted qué opina?
¡Atrévase a opinar!
Sí es escandaloso lo de los spots, sí es horrible tener que estarlos viendo todo el tiempo, en todos los cortes comerciales, en todos los canales de televisión.
Y sí es un tema que se tiene que corregir por todo lo que implica.
A mí no me cabe en la cabeza que los candidatos y sus partidos estén desperdiciando la oportunidad histórica de poderse comunicar con el pueblo de México para hacer las porquerías de spots que están haciendo.
Ni, mucho menos, el impacto de estos mensajes sobre la industria de la televisión mexicana. Deje usted sobre las otras.
¿Ya se puso a pensar en la cantidad de personas que le cambian de canal cada vez que aparece un spot de un político?
¿A usted no se le hace un abuso tener que estar repite y repite algo que no conduce a nada?
Porque, no nos hagamos tontos, no hay un solo anuncio que nos esté dando herramientas sólidas para votar, para establecer un criterio, para modificar una decisión.
No sé cuál sea su caso, pero yo, cuando miro ese atascadero de mensajes, no siento que esté viendo campañas políticas, siento que estoy viendo anuncios de refresco sólo que sin el “encanto” de los anuncios de refresco.
Tomemos hoy el caso de los mensajes de Enrique Peña Nieto que, por cuestiones legales, son de los que más hay y los que más se repiten.
¿A usted no se le hacen espantosos? Y no, no lo digo por una cuestión de preferencias personales, lo digo porque, honestamente, están mal.
Lo pintan como una criatura frívola, egocéntrica, dispersa, derrochadora, como parte de un entramado mediático. Son su peor enemigo.
Y a las pruebas me remito. Tomemos el spot de presentación, el que inicia con la pregunta ¿por qué quiero ser presidente?
No se deje llevar por esas imágenes como de campaña de “Nuestra belleza México 2012”. Ponga atención en las palabras.
Don Enrique responde que porque nuestro país merece estar mejor y que porque quiere cambiar a México.
O sea, él es estar mejor, él es cambiar a México. Póngase a pensar en el ego monumental que hay detrás de este discurso.
Y por si esto no fuera suficiente como para preocuparse, inmediatamente después agrega:
“Por eso, a partir de ahora, me vas a ver recorriendo cada uno de los estados de la República, viendo a la gente a los ojos, empeñando mi palabra, comprometiéndome contigo y con todos los mexicanos.”
¿Ya vio? Todo es “me vas a ver”, “yo veo a los ojos”, “mi palabra”, “mi compromiso”, yo, yo, yo. Véanme, gócenme.
El señor no nos quiere escuchar, no quiere nuestro apoyo, no le interesa nuestro voto, no lo necesita, y tan no lo necesita que échese este remate:
“Tú me conoces, sabes que sé comprometerme, pero, lo más importante, sé cumplir.”
Perdón, pero aquí hay demasiada soberbia. ¿En qué se basa el señor Peña Nieto para afirmar que todos los conocemos? ¿Realmente lo conocemos?
¿Qué es lo que conocemos? ¿Sus compromisos políticos o la parte espectacular? ¡Cuidado! Saber cumplir no tiene nada que ver con la parte espectacular, no va por ahí. Esto es un error.
¿Don Enrique se gastó una fortuna en la producción de sus spots para que los mexicanos lo viéramos? ¿No hubiera sido mejor que se la hubiera gastado para conocernos?
Porque sí, él parte del supuesto de que todos lo conocemos, ¿pero quién nos dice a nosotros que él nos conoce? ¿Cómo nos va a cumplir si no sabe qué es lo que queremos, si no nos ha preguntado, si no nos ha volteado a ver?
No son anuncios del nuevo galán de la telenovela de las 21:30, son la más grande inversión de la alianza Compromiso por México y, cuando vemos esta estrategia spot por spot, la cosa se pone peor.
El señor no está haciendo campaña, está jugando a “Hermosa República Mexicana, desde Veracruz (o desde Guanajuato, o desde donde sea), Canal 2 te saluda”.
¡Qué asociación temática tan más peligrosa! ¡Y qué discursos tan más dispersos!
Don Enrique comienza hablando de alegría, de canciones, de cualquier frivolidad y quién sabe cómo le da el cerebro, pero asocia esas cosas con seguridad nacional, historia y turismo, al mismo tiempo que posa, baila y ejecuta las tareas escénicas más insólitas del universo.
¿Y todo para qué? No, no es para ofrecer soluciones, no es para ofrecer algo, es para rematar con el yo.
¿Ahora entiende cuando le digo que sí está escandaloso esto de los spots? ¿O usted qué opina?
¡Atrévase a opinar!