sábado, 17 de marzo de 2012

Turner Dávila: hombre clave en la campaña de AMLO. Jaime Avilés

Desfiladero
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El Sindicato Mexicano de Electricistas y otras organizaciones, durante el mitin celebrado ayer en el Zócalo capitalino para exigir justicia laboral, tras marchar desde la Columna de la IndependenciaFoto Roberto García Ortiz
 
Jesusa Rodríguez me contó hace dos años este chiste. Un magnate llama por teléfono a Felipe Calderón y le informa que su hijo acaba de salir de la universidad con un título de licenciado. Quiere darle un empujoncito para que inicie una buena carrera profesional y por eso le pide a su amigo del alma que le dé trabajo en el gobierno. Pero claro que sí, desde el lunes empieza como subdirector de la Comisión Federal de Electricidad, con 280 mil pesos mensuales, acepta el hombrecito de Los Pinos.
¡Cómo crees, está muy joven! Yo pensaba en algo más sencillo, replica el magnate. Pues que se venga de oficial mayor de Salubridad, con 270 mil pesos mensuales, concede el esposo de Margarita Zavala. No me entiendes, Felipe, dale una chamba de 5 o 10 mil pesos, aclara el afligido papá. “¿Estás loco, mano? Para ganar 5 mil pesos al mes necesita una maestría y un doctorado…”
Por graciosa que resulte esta parodia, lo trágico es que no está divorciada de la realidad. Los profesionales con estudios de posgrado, altas calificaciones y gran experiencia, en el México de Felipe Calderón sobreviven con salarios de hambre, en tanto los improvisados disfrutan los beneficios de su cercanía al jefe del gobierno panista y por ello se producen catástrofes como la que Cecilia Romero ocasionó en el Instituto Nacional de Migración, o Javier Lozano Alarcón en la Secretaría del Trabajo, donde en complicidad con Juan Molinar Horcasitas destruyó AeroCalifornia, Aviacsa, Mexicana y Luz y Fuerza del Centro, dejando en el desempleo a más de 70 mil personas.
Seis años atrás, atónitos por la sorpresa del fraude que hundió al país en este baño de sangre, nos reuníamos en el Zócalo a gritar: ¡Si no hay solución, habrá revolución! Hoy hemos comprendido que como no hubo solución, tendrá que haber una revolución o de lo contrario el país desaparecerá como tal.
Contra la violencia desenfrenada que Estados Unidos auspicia en contra de México, financiando por igual a los cárteles y a las llamadas fuerzas del orden para –como escribió el jueves Adolfo Sánchez Rebolledo– mantener el control del país, la revolución con la que millones de mexicanos sueñan tendrá que ser radicalmente pacífica, o no será. Éste es quizá el principal objetivo que persiguen las fuerzas agrupadas en torno a la candidatura presidencial del Movimiento Progresista: la reactivación de la economía nacional para reconstruir el tejido social y recuperar la paz pública.
Fernando Turner Dávila, el industrial originario del pueblo minero de Santa Rosita, Coahuila, que ha establecido fábricas de escapes de automóviles ecológicos en América, Europa, Asia, África y Oceanía, a quien Andrés Manuel López Obrador ha propuesto como secretario de Economía en su equipo de gobierno, sostuvo en una presentación reciente en Monterrey que las pequeñas y medianas empresas de México proporcionan 75 por ciento de los empleos que hay en el país.
Como líder de casi 2 millones de pequeños y medianos empresarios, Turner Dávila aspira a convertirse en el gran reformador de la economía mexicana, impulsando el crecimiento a tasas aceleradas, manteniendo el déficit fiscal en los límites que exige el gobierno del mundo y, sobre todo, revirtiendo las nocivas políticas neoliberales que en los últimos 30 años concentraron la riqueza en una cuantas manos, hundieron en la pobreza a decenas de millones y destrozaron a México.
El indiscutible éxito profesional de Turner Dávila, su capacidad para reinvertir sus ganancias en la expansión de sus industrias –por ello está fuera de la lista de Forbes– y su identificación con el proyecto de López Obrador, le han permitido aglutinar en torno de éste a la gran mayoría de los capitanes de empresa –léase, capitanes de 2 millones de lanchas y barquitos con escasos marineros a bordo– y al mismo tiempo atraer a los magnates de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, que han perdido casi todo, empezando por la tranquilidad de sus familias, y están hartos del PRIAN, al que ahora repudian.
Fernando Turner ha explicado en todos los foros a los que asiste las reglas básicas del proyecto de recuperación económica de AMLO: reducir 50 por ciento los sueldos de los funcionarios del Poder Ejecutivo que ganan más de 200 mil pesos mensuales; anular los privilegios de la alta burocracia; combatir la corrupción en el sector público en aras del ahorro; acabar con los gasolinazos mensuales, bajar paulatinamente los precios de los combustibles y la energía eléctrica; eliminar el impuesto empresarial a tasa única (IETU), que obliga a las pequeñas y medianas empresas a entregar al fisco 17.5 por ciento de sus utilidades, y acabar con la consolidación fiscal para que los grandes contribuyentes vuelvan a pagar impuestos.
Hijo de un minero del carbón, que triunfó en la industria gracias a su talento de ingeniero mecánico y a su habilidad administrativa, Turner Dávila estima que al beneficiarse con estas medidas del gobierno, la empresa privada creará un millón 200 mil empleos al año, y si esta meta se logra en 2013 y se sostiene, al final del próximo sexenio se habrán incorporado al mercado laboral 7 millones de personas.
Ocupados en discutir fruslerías, los analistas políticos se niegan a reconocer que la alianza estratégica de AMLO con un sector de la cúpula empresarial ha dividido en tres segmentos a la oligarquía mexicana, lo cual se expresa en las encuestas sin maquillaje que hoy por hoy pronostican que dentro de algunas semanas cada uno de los candidatos a la Presidencia contará con 33 por ciento de las simpatías del electorado.
Hace dos lunes, en la Casa Lamm, el escritor de La Jornada Bernardo Barranco V., experto en asuntos electorales, vaticinó que si la contienda del 1º de julio concluye con una votación dividida en tres tercios, el IFE no aguantará un proceso tan cerrado. Y en consecuencia –no lo dijo, pero se infiere– sobrevendrá el caos. ¿Esto explicaría la urgencia de Felipe Calderón para que el Congreso apruebe, después de Semana Santa, la nueva versión de la ley Gestapo, que dará permiso a la policía para entrar a nuestras casas sin la orden de un juez? ¿O, en otras palabras, para legalizar el terror y quedarse en Los Pinos indefinidamente?
La alianza de los pequeños y medianos empresarios que dirige Turner Dávila con AMLO empieza a cambiar la intención de voto de la clase media alta. Prueba de ello fue, por ejemplo, la multitudinaria recepción que le brindaron al Peje los estudiantes de la Ibero de Puebla (le gritaban: ¡Es un honor estar con Obrador!, cosa insólita), las devastadoras críticas que Josefina Vázquez Mota sufrió toda la semana en Twitter y el hecho de que ayer, en esa red social, el mensaje más popular fue #30millonesConAMLO.
En consonancia con los ideales de la revolución pacífica en ciernes, una de las más pequeñas empresas de México, ElCanarioTemerario, primer diario en Internet para usuarios de Twitter, reaparecerá en nuevo formato el próximo miércoles 21 de marzo a las 14 horas en punto y ofrecerá 500 empleos temporales. ¿Quieren una suscripción gratuita a este novedoso medio informativo? Manden una solicitud de amistad a Facebook dirigida precisamente a El Canario Temerario. Y allí nos seguiremos leyendo.
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