domingo, 16 de octubre de 2011

Reforma menguante. León García Soler

A la mitad del foro
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Manifestación de indignados en Boston frente a una institución bancariaFoto Reuters
 
Marcelo Ebrard emprendió el vuelo a Kuwait: la consulta sobre equidad de géneros en el mundo musulmán; sobre el choque de civilizaciones lejos de la colonia Roma; la visión principesca a salvo de Maquiavelo y para alejarse de su propio asombro, de la presuntuosa solución anticipada a la propuesta de un gobierno de coalición: en el Distrito Federal lo tenemos desde hace mucho tiempo, dijo el de la luna de miel. Y nadie le aclaró que no es lo mismo una coalición electoral que un gobierno de coalición.
Los viajes ilustran. Manuel Camacho viaja por la República, bajo la luna menguante, en busca de nuevo amanecer para la alianza PRD-PAN. Ya no en el estado de México, ahora para la grande, para impedir a toda costa el retorno del PRI al poder. Por eso llegó Ebrard a la Basílica de Guadalupe con una sonrisa y un gesto de sobria cortesía republicana para Felipe de Jesús Calderón. Con el poder de la Iglesia y del dinero como testigos y la esperanza en la desmemoria para evitar la sombra de la generosa donación de Andrés Manuel López Obrador, jefe de gobierno cuando el obsequio al cardenal Rivera, del enorme terreno y el pago de impuestos. Total, las sonrisas de hoy tienen por destinatario al promotor de la iniciativa para la coalición milagrosa de la inversión privada y los bienes públicos. Ahí viene el PRI, aunque no sea el del jacobinismo, ni el de la rectoría económica del Estado: vade retro.
En la colonia Roma, la clientela de Dolores Padierna y René Bejarano toma por asalto la Comisión Nacional Electoral del PRD. Aquí no hay desmemoria ni coaligados que valgan. Ya hay un mejor posicionado y el creador del Morena prolongó su largo periplo para llegar hasta Washington, DC, y decir a los académicos que las aguas del Potomac y el Usumacinta van a dar al mismo mar, que el estratega de Nacajuca es de izquierda pero no está contra los capitalistas que invierten y crean empleos, sino contra la corrupción y la colusión, ¿coalición?, de funcionarios públicos y privados para robar al pueblo. Y López Obrador se fue a Madrid, invitado por la Fundación Ortega y Gasset. (Luis Echeverría derramó una lágrima por el rencuentro con la última de sus lecturas y el México del cambio y su circunstancia: la reforma de Reyes Heroles es prolongación de mi apertura, decía a los corresponsales de Le Monde.) Pero estos son otros López.
En el México imaginario de Felipe Calderón, todo bien, todo en orden: vuelan, se van miles de millones de dólares golondrinos, se desploma el peso, aumenta el desempleo, crece el número de muertos en la guerra contra el crimen y se institucionalizan los diálogos en el Alcázar de Chapultepec: Si (este) fuese un Estado totalitario... no estaríamos aquí. Pero aquí nos tocó vivir. Y hoy marchan miles de indignados en más de 950 ciudades de 82 países: unidos por un cambio global, ocupan Wall Street, marchan en Bruselas, Madrid, Londres, París: el capitalismo no es sinónimo de democracia; el sistema de mercado crea riqueza pero no la distribuye; libre de regulación se sale de madre, ahoga a los pobres y aumenta la desigualdad; reduce al hombre a la condición bestial en ausencia del Estado, tal como lo dijera Hobbes.
Marcelo Ebrard va a Kuwait, y Andrés Manuel López Obrador a Washington y a Madrid. No habrá ruptura, repiten, mientras las tribus del PRD combaten por enésima vez por el control del partido que se formó en torno al cardenismo, que había sobrevivido a sus inclinaciones anarquizantes, a la tentación del poder, pero no al conflicto por el reparto del botín. Manuel Camacho es sombra que pasa. López Obrador será candidato a la Presidencia de la República. Con y sin encuestas, habrá fragmentos del PRD que se sumen al PT, al movimiento que era Convergencia, que aporten a la viabilidad sin registro de Morena. Y el resto volverá a buscar el alivio de la coalición con el PAN. Dirán que es para evitar que vuelva el autoritarismo del PRI; que Ebrard ofrecerá la mejor opción al calderonismo obsesionado al borde del golpismo. No les importa, no los convence, el desprecio de Gustavo Madero, quien los acepta como partiquinos, pero sumados a un candidato del PAN.
¿A cuál candidato? Ernesto Cordero pide, demanda, la inmediata concertación de debates entre los tres aspirantes: Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y él, el Cordero del señor, el delfín de Los Pinos. El rezagado, el rechazado, el que va perdiendo según las encuestas, es siempre el que pide debatir de inmediato. Nadie gana un debate, dicen los expertos: lo pierde el que comete un error garrafal, exhibe debilidad o muestra inesperada prepotencia. Por eso no interesan a los que llevan la delantera. Un perdido va a todas, dicen los apostadores. Pero en las vueltas a la noria de la transición en presente continuo, nada el ave y vuela el pez: Vicente Fox exhibió terquedad, necedad y un descaro enorme para mentir en aquella reunión del ¡hoy, hoy, hoy!. Y sus alquimistas convirtieron el vicio en virtud.
Y vendría el error, la debilidad de Francisco Labastida en el lamento público de me ha dicho mariquita, me ha llamado La vestida. Fox no tuvo que ganar, el de Sinaloa perdió. En 2006 un paréntesis. López Obrador no asistió a debate alguno. No lo habrá con Marcelo Ebrard en la campaña interna, pero el de Macuspana pedía insistentemente un debate con... Carlos Salinas y con Enrique Peña Nieto. No hubo duelo. Y a pesar de que los intelectuales inorgánicos de la derecha en el poder predecían una fractura en el PRI, un choque frontal y mortal entre Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña, el de Sonora demandó: primero el programa, que el pueblo sepa lo que el partido le ofrece, y luego el candidato. Y el del estado de México aceptó. Nuevo consejo nacional y la sorpresa de nuevos modos: Peña y Beltrones como ponentes en reuniones de la Fundación Colosio para discutir y formular el programa de gobierno.
Al día siguiente de la reunión en Chihuahua aparecieron fotos en primera plana, en las que ambos precandidatos ríen a carcajadas. Será porque el partido de la cargada había logrado evitar la confusión de unidad con unanimidad; iniciar formalmente el proceso como el único de los tres partidos dominantes en el que no hay guerra intestina, ni rendición incondicional por sumisa aceptación de los augurios del instante. Enrique Peña lleva enorme ventaja en las encuestas y acumuló capital político con el activismo desplegado en las entidades no gobernadas por el PRI; presencia y solidaridad con gobernadores priístas, legisladores y autoridades municipales y aspirantes del tricolor. Y Manlio Fabio Beltrones sabe acumular apoyos variopintos con la polvareda del gobierno de coalición.
Hacen política, pues. Como la hizo Fidel Herrera Beltrán, a quien todavía persiguen mercaderes oficiosos que violentan la ley para litigar en los medios, confiados en la torva consigna de calumnia, que algo queda. Y apenas empieza el proceso para elegir presidente de la República; con el país sembrado de cadáveres y 50 millones de mexicanos en la pobreza. Y la rebelión en 80 naciones de los desempleados, víctimas del capitalismo financiero, del mercado sin regulación, de la concentración brutal de la riqueza.
Nuestro veranillo exportador se convirtió en estiaje; sacrificamos el mercado interno y el crecimiento anual es de 1.8 por ciento en lo que va del sexenio. Neoliberales y neoconservadores dinamitaron el Estado benefactor y ahora emprenden la demolición del Estado laico. Bienvenidos al siglo XVI.

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