miércoles, 24 de agosto de 2011

El ciudadano Ebrard Julio Hernández López

Astillero
La trampa de las encuestas
Salida técnica en falso
AMLO sigue en la mira


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HOMENAJE A HEBERTO CASTILLO. Laura Itzel Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas y María Teresa Juárez viuda de Castillo, ayer, durante el homenaje por el 83 aniversario del natalicio del desaparecido fundador del PRD, Heberto Castillo Martínez, celebrado en la delegación Tláhuac. Cárdenas sostuvo que el sol azteca necesita competir por la mayoría en el Congreso, por varias gubernaturas y por la Presidencia de la RepúblicaFoto Foto Notimex
 
Aun cuando sus perspectivas electora- les son notablemente distintas a las de 2006, el precandidato López Obrador sigue generando serias preocupaciones y enojos entre sus persistentes adversarios. No es AMLO el puntero permanente en las encuestas de opinión, como lo era seis años atrás, ni existe en el país la percepción de que en este segundo intento su llegada a la Presidencia de la República sea inminente, casi inevitable, como sucedía en 2005. Una visión muy parecida, en cambio, favorece hoy a Enrique Peña Nieto y al PRI, converti- dos en irónica alternativa de regreso al pasado para librar el presente, al tenor de que más vale malo por conocido durante 70 años que bueno por nunca conocido en los 12 recientes.
Y, aunque no en términos de viabilidad electoral (los comicios de los últimos años han sido catastróficos para el PAN), es decir, sin precandidatos con brillo y sin nada plausible que proponer como continuidad gobernante, el subpartido de agresión nacional podría ser considerado segundo lugar en cuanto a opción armada para el 2012, a reserva de ver la manera en que el comandante en jefe de ese subpartido, el de la agresión nacional, enquistado en el de Acción Nacional, pudiera complicar tanto las cosas, especialmente a partir de la manejable violencia relacionada con el narcotráfico, como para acabar imponiendo mediante elecciones de Estado, más la narcopolítica largamente a la vista, otro golpe de mano (o algo más) para mantenerse en el poder haiga de ser como haiga de ser.
Sin embargo, y a pesar de las circunstancias cambiantes, se sostienen contra el tabasqueño el veto y el ánimo de aplastamiento por el mismo aparato político, ideológico y mediático que construyó en 2006 las condiciones para imponer a un candidato de poca monta como presunto presidente de la República, y que desde entonces sostiene una implacable campaña de difamación, escarnio y marginación contra aquel a quien le fue arrebatado el triunfo electoral. Es posible que tanto veneno generado haya acabado inoculando a sus propios practicantes, y les sea imposible frenar su agresividad a pesar de que, según celebran, la opción del lopezobradorismo ya no representa un peligro para sus intereses. O podría ser que, a pesar de todo, y en vista de lo mal que marchan las cosas y lo peor que se podrían poner, esos mismos altos mandos tengan información distinta de la que pregonan y consideren que lo ahora llamado Morena pudiera crecer y retomar un lugar competitivo de primera línea o, aún más inaceptable para esos intereses de elites, que se convirtiera en una organización social que resistiera y se opusiera no sólo a los comicios y sus resultados en sí, sino a los planes de largo dominio que hoy detallan el salinismo peñanietista con su vuelta al pasado y el calderonismo bélico con su inviabilidad electoral buscada.
Pero, frente a una nación cayendo a pedazos, en la estructura formal del principal partido de la izquierda electoral, el PRD, se ha tomado la decisión mecánica de recurrir, para designar a su candidato presidencial, a los esquemas favoritos de la simulación política como han sido en diversas ocasiones las encuestas de opinión. Sin capacidad para definir en función de consideraciones políticas profundas, de debates serios y de programas más allá de lo electoral, el PRD –y no solamente los emblemáticos Chuchos dominantes, sino también el pragmatismo extremo de los bejaranistas– pretende endilgar al famoso sistema de encuestas una decisión que ese partido debería tomar no en función de lo numeral manipulable (que muy probablemente causará polémicas que podrían ser el preámbulo de la gran ruptura tan largamente anunciada) sino de reflexiones y postulaciones propias de lo que debería ser una izquierda electoral congruente y consecuente.
El calculado ascenso de las encuestas al reino de las decisiones finales conlleva de inicio dos peligros claros: en primer lugar, la fuerte deformación, o de plano la virtual sustitución de los procesos políticos a partir de la generación de percepciones inducidas por los factores de poder real mediante las científicas y objetivas encuestas (así se hizo creer en 2006 que un rezagado Calderón avanzaba en las preferencias del electorado; así se comenzó a tejer diariamente en el estado de México, este año, con el apoyo de casas encuestadoras de reconocidos vínculos con el PRI, Peña Nieto y Televisa, el escenario para la victoria forzosa de Eruviel Ávila). Y, segundo, la cesión del poder decisorio de los partidos ante la fuerza de la imagen, de la publicidad, del dinero invertido para conseguir que el nombre y la cara de determinado candidato sean reconocidos y votados en las presuntas encuestas.
Entrampados en ese retén que no es metodológico, sino conceptual, los dos principales aspirantes de hoy (pues ya se habla de la posibilidad de incorporar a los sondeos a otras figuras) tratan de precisar los límites del universo a atender. Uno, López Obrador, busca ceñir las indagaciones al campo exclusivo de ese izquierdismo partidista, sabedor de que allí tiene una clara mayoría de opiniones en favor, posicionado desde ahora en la descalificación militante de las encuestas tal como las decidió el congreso extraordinario del sol azteca, denunciante temprano del cantado desafuero demoscópico, encaminado sin pausa a asumir su segunda y última candidatura presidencial a contrapelo de lo que llama la mafia del poder. El otro, Ebrard, defiende la opción de apertura total a la sociedad, sabedor de que allí puede encontrar mayoría, de que su figura gobernante impactará los sondeos en cuestión y transfigurado ya en presunto candidato no partidista, ciudadano, más allá del PRD.
Y, mientras Humberto Moreira ha nombrado al hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong secretario de operación crediticia, perdón, política, ¡hasta mañana, con Felipe Calderón llamando a no jugar a la ruleta rusa con las finanzas públicas y jugando a tener a un secretario de hacienda como precandidato oficial en campaña!

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