Gustavo Sánchez B
2011-08-14 17:58:00
Era la hora de mostrar el músculo y se le vio enflaquecido. El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezado por Javier Sicilia, salió a las calles de la Ciudad de México para manifestar su rechazo a la Ley de Seguridad Nacional y su apoyo a una reforma política; a pesar de que se les permitió llegar a Los Pinos, la protesta se fue dividiendo y achicando hasta llegar frente a la nueva sede del Senado, en un mitin que congregó a menos de trescientas personas.
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Son las once de la mañana sobre la Avenida Paseo de la Reforma, afuera del Museo de Antropología e Historia. Es la hora de la marcha “PAZos hacia la Paz con justicia y dignidad” convocada para este domingo. Al frente ya están Julián Lebaron, Emilio Álvarez Icaza, el activista Daniel Gershenson, Paco Ignacio Taibo II, Javier González Garza, entre otros. Está por llegar el líder de este movimiento. Se puede ver la vanguardia y la retaguardia del contingente, separados por menos de treinta metros. Aproximadamente mil personas lo conforman.
Adelante se pasa un camión de sonido que carga con diferentes pancartas, entre las que destacan la de "Jethro asesinado por tus militares", "la paz ha muerto por un Estado militarizado", y la de "México enCHILEmonos".
Al llegar Sicilia, las cámaras y los micrófonos se van sobre él. Son decenas de medios los que hoy lo acompañan. El poeta asegura que el Estado está "fallido porque está secuestrado y corrompido... (por lo que) hay que rehacerlo, se transformó en un Estado autoritario, no de tolerancia ni democrático".
Minutos antes de las doce, las cientos de personas comienzan a caminar con dirección a Los Pinos. En eso se está, cuando se escuchan diferentes comentarios:
-Está chiquita (la manifestación)- le dice un señor a uno de los que va en el camión con bocinas.
-Pero vamos a ver... esperemos que vaya creciendo ahorita- le contesta. Se esperanza.
En tanto, dos jóvenes que venden banderas de México y "No + sangre" dicen entre ellos:
-Como que son muy pocos- comenta la joven de menos de 30 años.
-Es que no ven que cambie nada...- le responde el chavo.
En ese sentido, se escucha el comentario que una señora que pasea su perro le hace a quien la acompaña: "¿Y qué tiene qué ver la lucha de las víctimas con ir a gritarle a los legisladores lo de la reforma política?". Eso suelta luego de ver diferentes cartelones con nombres de gente muerta o desaparecida.
A su vez, un señor encabritado, con estampas de Andrés Manuel López Obrador y el Gobierno Legítimo pegadas en el cuerpo, grita: "A ver si así entiende este pelele".
Por su parte, una mujer de avanzada edad fustiga: "Basta ya de infamias... tenemos que expresar lo que sentimos, ya estuvo bien tanta mierda...".
De repente, una sorpresa: las vallas que en cada manifestación son colocadas para detener los contingentes, en el acceso de la Avenida Molino del Rey hacia Los Pinos, en esta ocasión están abiertas. Así, la marcha puede llegar hasta una de las puertas de la Residencia Oficial.
Ahí, Julián Lebaron sube al autobús y toma el micrófono. "Creemos que con nuestra indiferencia podemos escapar a los efectos de la violencia. No hay escape de esta terrible realidad. Mi indiferencia me llevó a la muerte de mis seres queridos. No hacer nada frente a la violencia es estar de acuerdo con ella... no nos engañemos con la esperanza de que el siguiente político o salvador o mesías sea el Quetzalcóatl que vendrá a emanciparnos del mal... la esperanza para los ricos y la poca clase media que queda está en cada uno de nosotros", sostiene, flanqueado por Sicilia, quien carga una bandera blanca, y Emilio Álvarez Icaza, que ondea la bandera mexicana.
Apenas termina de hablar el chihuahuense y los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México comienzan a gritar consignas contra la militarización, como la de "Juárez, Juárez no es cuartel, fuera Ejército de él". Incluso, un hombre cuarentón soltó la de "fuera Ejército del país". En este punto, se agudizan las diferencias que venían cobrando fuerza en el camino, cuando adelante marchaban en silencio y Sicilia movía las manos de arriba hacia abajo para que los demás se callaran, mientras en las partes del centro y atrás, los contingentes gritaron en todo momento, más si veían a un militar asomarse.
"No se trata de atacar al gobierno", dice un hombre con megáfono. "Decir la verdad no es atacar", le responden.
Entonces, Javier Sicilia toma el micrófono y pide silencio. Pero los jóvenes responden entonados: "El pueblo callado jamás será escuchado". Y corean: "Los militares, los tanques y la guerra, los sigue pagando el pueblo, con hijos sin escuela".
De repente, ancianos y jóvenes se enfrentan.
"Ustedes, sus generaciones nos han dejado un país así... se hubieran movilizado en los ochentas... hoy no tendrían por qué limitarnos ni callarnos", advierte una joven, quien de paso critica a Sicilia, al asegurar que en los diferentes movimientos en el mundo -en España, Chile, países árabes- "los indignados no van callados y de rodillas".
"Se trata de sumar, no nos dividamos", pide una mujer a los pequeños enfrentados.
Mientras tanto, otros hacen pintas con gises en el piso, a las afueras de Los Pinos, donde dejan diferentes mensajes y siluetas de cuerpos humanos.
Luego de las discusiones por ir o no en silencio, la manifestación retorna a la Avenida Paseo de la Reforma, rumbo al Senado.
Mientras avanzan, las niñas Merari y Nicol vuelven a entonan: “Basta ya de guerra, queremos ya la paz”.
“Ni con besos ni abrazos se solucionan los balazos”
En el Ángel de la Independencia se congregan aproximadamente cien personas del movimiento “No más sangre”. Al momento en que pasa la marcha por la Paz, poco después de las dos de la tarde, no se unen, como en meses anteriores, sino que ahora varios de sus integrantes ya marcan las diferencias.
“Ni con besos ni abrazos se solucionan los balazos”, gritan de allá hacia acá. Mientras que uno del Movimiento de Javier Sicilia advierte que son “cosas aparte” y les pide a los demás no detener su marcha. Así lo hacen.
Al llegar al imponente edificio del Senado, suben al templete varias víctimas de la violencia y los líderes del movimiento por la Paz.
Frente a la sede, como desde hace varias semanas, están colocados algunos campamentos del movimiento que exige “reforma política ya” conformado por unos cuantos jóvenes.
Aquí hay más diferencias. Y qué mejor ejemplo que dos mantas colgadas en las vallas del Senado: mientras en una se lee “La paz es un poema”, otra, colocada justo al lado, dice “peligroso delincuente… se busca… Felipe Calderón Hinojosa… por traición a la patria…”, la cual trae la foto de la toma de protesta el 1 de diciembre del 2006.
Varias dolientes toman la palabra para hablar de su muerto o de su desaparecido. “Parece que estuviéramos repasando una clase de geografía nacional”, comenta Rocato Bablot, integrante del movimiento por la Paz, en referencia a los múltiples estados de los que son los casos.
En eso se está cuando una joven, Gabriela Hernández, comienza a gritar a lo lejos. Después le dan el micrófono y suelta a botepronto: “Calderón tiene un mes para respondernos… si no vamos a tomar medidas más violentas… vamos a incendiar el país”. Inmediatamente, Sicilia le contesta: “No, no vamos a incendiar a nadie… este es un movimiento por la paz”.
La joven se va con otros más.
Quedan menos de trescientos escuchando.
Están divididos. Y no son los mismos que marcharon en abril y mayo pasado. Se han achicado.
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