probablemente sea la película más certera y
mejor filmada de la nueva época del cine
mexicano; El Infierno de Luis Estrada. Y mientras las risas, que en algunas ocasiones eran
carcajadas, se mezclaban con esa tristeza natural
por ver en la gran pantalla las deplorables
condiciones de mi patria, una pregunta invadió mi
mente ¿cómo fue que los ideales de la
Revolución Mexicana se transfiguraron en un
infierno tan cruento y desolador como el que
habitamos en la actualidad?
Probablemente este desenlace tenga su
origen en los primeros momentos de ese
movimiento armado; en los traidores burgueses
que se instalaron en el gobierno mexicano, que
terminaron por desaparecer los más nobles
ideales de los Flores Magón, extraordinarios
anarquistas del siglo XX, y las justas demandas
de los Zapatistas. O incluso desde que la banca
británica se hizo dueño económicamente del
México naciente del siglo XIX. Sin embargo, el
que México sea uno de los países más inseguros
del mundo, a pesar del brillante crecimiento
económico y de su tan aplaudida democracia,
debe ser producto de otras causas más recientes.
En este sentido, me parece que el actual
Gobierno de nuestro país aprendió correctamente
las lecciones de nuestro criminal vecino del
Norte: Al pueblo se le controla con miedo… pero
asegúrate de que la ignorancia no les permita
evaluar su historia.
Al respecto, es interesante la
convergencia de estas fechas patrias con el
“ataque terrorista” del 11 de Septiembre del
2001. Gracias a esto podemos ver en la
televisión documentales y películas que nos
recuerdan lo que ellos llaman la peor tragedia
de la historia, entremezclados con comerciales
oficiales y de origen privado recordando el
“orgullo de ser mexicano”. Cuando veo este
circo mediático llama poderosamente mi
atención el nivel de ignorancia de ambos
pueblos, tanto el mexicano como el
norteamericano; cuando las torres gemelas
eran invadidas, hoy sabemos que por la misma
administración de Bush (al servicio de las
grandes corporaciones petroleras ubicadas en
Texas), los gringos se preguntaban absortos el
porqué de lo ataques; algunos ya pedían
justicia inmediata y ¡maldecían a los talibanes!
(luego les harían creer que fue obra de
AlQaeda, una organización fantasma
financiada por la CIA para combatir a la Unión
Soviética en Afganistán), pero todos negaban
la negra, criminal y sangrienta historia de su
nación.
¿Para sacar a los gabachos de su
ignorancia, por qué no transmiten también
documentales de la invasión de EUA a Irak? en
donde se de a conocer la falacia de las armas de
destrucción masiva y el interés inmediato de
Bush por asesinar a Hussein, militarizar el
territorio y apoderarse de los recursos
petroleros (claro, el costo por extraer un barril de
petróleo en Texas es de 20 dólares, mientras que
en Irak, por tener todas sus reservas en tierra y a
poca profundidad, es de 1 dólar; si el barril se
vende a 30 dólares e Irak tiene 400 mil millones
de barriles, la ganancia potencial es de ¡12
billones de dólares!).
Es curioso darse cuenta como los
recursos naturales de un país son la fuente de
todas sus desgracias, pues contrario a lo que
dice el ingenuo R. Dawkins, la religión no es el
origen de todos los males. Es la ambición
salvaje de 18 familias, entre ellas los
Rockefeller, los Rothschild y los Merovingian
(o familias reales europeas); como ejemplo, en
Irak se han llevado siete guerras desde 1914, y
ni que decir de Angola, El Salvador, Cuba, y
México, todas financiadas por estos linajes,
que cargan en sus conciencias más de 150
millones de almas, la mayoría inocentes, y que
otorgaron al mismo Dawkins el “honorable”
título de “caballero inglés”. Me queda claro,
que el día que el pueblo norteamericano, junto
con el británico, aprenda que su esplendor
es la destrucción del resto del planeta podrán
cambiar las cosas; para que a la humanidad se le
haga justicia, el cambio se debe llevar a cabo en
territorio Norteamericano, de otra forma, y lo
hemos visto, los movimientos sociales tienden
irremediablemente al fracaso.
Lo mismo ocurre de este lado del charco.
No dudo de la ola de violencia que azota a
nuestro país, pero si cuestiono la heroica postura
del que se dice nuestro presidente y de toda la
bancada del PAN. Teorías de conspiración hay
muchas, pero la mía se centra, no en el apoyo de
Calderón al cártel de Sinaloa, sino en la ventaja
de mantener al pueblo aterrorizado y de constituir
una figura criminal (el narco) ajena al Estado; de
esa forma el Gobierno Federal aparenta ser el
protector del grueso de la población, un pretexto
perfecto para militarizar al país y evitar que la
conciencia rebelde del
pueblo mexicano despierte de su letargo de
100 años. Mientras aumentan el costo de la
gasolina, la canasta básica y los impuestos; se
desaparecen sindicatos laborales, mientras se
concede a los dueños del país (Azcárraga y
Slim) las concesiones de fibra óptica de la
CFE; se encarcelan, violan y asesinan mujeres
indígenas; se protege a los “pederastas de la
iglesia”, que se escandalizan cuando un
gobierno local reconoce los derechos de las
minorías, mientras permiten la operación
masiva de brujas, charlatanes, brasileños
apóstoles de Cristo y demás sanguijuelas de la
razón, incluyendo los fraudulentos telejuegos
que, ¡hagame usted el chingado favor!, son
auditados por interventores de la SEGOB. En
pocas palabras, cuando el pueblo tiene miedo
acepta dócilmente el control, la partidocracia
(PRI-PAN-PRD) lo sabe y lo explota de manera
magistral.
La ONU tiene una forma curiosa de
evaluar, por un lado le dan a México un 7.14 en
el funcionamiento gubernamental, mientras en el
reporte del Índice Global de Paz dicen: La actual
violencia derivada del narco… catalizado por
una traumática crisis económica y exacerbada
por una omnipresente corrupción y criminalidad
en las instituciones de justicia, fue
probablemente un factor que incidió en el
indicador global de inestabilidad política.
Imaginen lo feliz que se pondría un chamaco
promedio al recibir un 7.14 en su clase de
matemáticas; parece que la ONU es uno de esos
“profesores barcos” de las secundarias que se
atreven a decir “fue probablemente…”. ¿Cuánto
le pondrían a nuestro país si evaluarán aspectos
como la pereza mental, la apatía intelectual, el
fanatismo religioso y el deportivo?
Después de todo, me atrevo a decir que la
revolución mexicana es una ilusión, por lo
menos como nos la pintan. Y la nación, que con
tanto miedo hemos celebrado este 16 de
Septihambre, es hermana gemela de la deuda
externa, y por lo mismo jamás ha sido
independiente.
Pero no todo está perdido, nos quedan
esperanzas de un verdadero cambio, no
jaladas como las que proponen Televisa y
TvAzteca, el opio y la prisión del pueblo
mexicano. Si quieren una verdadera
Revolución del siglo XXI, pues entonces
acabemos religiosamente con las iglesias, o
cuando menos con aquellos que han utilizado
su jerarquía “divina” para hincharse de dinero
y de poder (lease Opus Dei), estoy seguro que
el mismo Cristo nos ayudaría en esta noble
empresa. En su lugar, guardemos culto a la
libertad individual, la razón, la lógica, la ciencia
y el arte. Tal vez hasta encontremos al
verdadero Dios; ese, que de existir,
seguramente no es un tirano, ni un ególatra
que espera que le rindan culto.
Destruyamos todos nuestros televisores,
sin consideraciones al Mundial de Futbol, y
con ellos a todos esos payasos de plástico que
cada día llenan de basura las mentes de los
mexicanos (incluyendo a López Dóriga).
Sustituyámoslos por buenos libros (como el
que incluimos en esta edición de
ANARKYSTA). Rescatemos a la gente valiosa
del anonimato y enterremos a los “nuevos
héroes de México”, que según la página del
Hotmail son el Chicharito y la Miss Universo.
Olvidemos esa necesidad de poseer para
formar parte de la clase alta. Tracemos
estrategias para rescatar a los de abajo y no
los abandonemos a los intereses de los
poderosos. Recuperemos el asombro y
respetemos a la naturaleza, aprendamos lo
insignificantes que somos sin perder de vista
la devastación que dejamos a nuestro paso…
Si no sufrimos, entonces no olvidemos el
sufrimiento de nuestro hermano; porque
cuando eso pasa, el mundo se convierte en el
mismo infierno y no nos queda más que soltar
carcajadas en una sala de cine, para festejar
200 años de una forma diferente de opresión.
Por Emiliano Canek
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