Desfiladero
La periodista Carmen Aristegui habló el miércoles de su salida de MVS Carlos Cisneros!>Foto Foto
Hoy, a las 12 horas, habrá un multitudinario mitin en Mariano Escobedo 532, frente a MVS Radio, para exigir la reinstalación de Carmen Aristegui como conductora del noticiario matutino de ese espacio, propiedad de la nación, concesionado a una familia. ¿Por qué la reprimen y censuran?, se pregunta, en un artículo que circula por la red, el activista Pablo Moctezuma. Su respuesta es múltiple.
Aristegui, recuerda, denunció la ley Televisa, las aberraciones de Marcial Maciel y el asesinato de Ernestina Ascención, violada por soldados, en Zongolica, Veracruz; además, reprodujo, de viva voz, las conversaciones del góber precioso, Mario Marín, con el “!>rey de la mezclilla”!>, Kamel Nacif, para proteger a otro pederasta, y dio a conocer, en una entrevista con Miguel de la Madrid, las ligas de la familia Salinas con los narcos, pero salió del aire por preguntar, desde su tribuna, si Felipe Calderón tiene problemas con el alcoholismo.
El puntual recuento de Pablo Moctezuma podría ampliarse. Aristegui fue también amordazada porque abrió sus micrófonos a las denuncias del experto de la ONU en tráfico de drogas, Edgardo Buscaglia, y de la periodista Anabel Hernández, acerca de los grandes empresarios, políticos, policías y propagandísticas electrónicos del gobierno de Calderón que trabajan para el crimen organizado.
Pero Carmen Aristegui fue acallada también no sólo por lo que ha revelado, sino a la vez para que ya no hable de lo que está por ocurrir. Verbigracia, el inminente descubrimiento de la identidad de los dueños de PC Capital, grupo que según Javier Lozano,
“!>por órdenes de arriba”!>, se quedará con Mexicana de Aviación. Los ex trabajadores de la aerolínea sospechan que quienes tienen todo planchado para apoderarse de la empresa son un secretario y un ex secretario de Calderón, que si algo tienen en común es que ambos usan lentes, aunque sólo uno se deje crecer el bigote (?). Desfiladero no logra descifrar el acertijo, pero acepta propuestas.
El otro asunto del que Aristegui no podrá informar es la toma de la ciudad de México por las fuerzas armadas, un proceso que hace dos semanas inició la Marina. Al respecto, la edición más reciente de Tu manzana, vocero oficioso de la delegación Benito Juárez, que encabeza el panista Mario Palacios, acaba de publicar un instructivo sobre lo que se debe hacer
“!>ante la movilización militar en la demarcación”!>. Y en un recuadro titulado
“!>participa”!>, aconseja lo siguiente:
“Atiende las indicaciones de los efectivos militares en retenes que se implementan/ No estés cerca de puertas y ventanas en el momento de un operativo/ En caso de una balacera, tírate al suelo o resguárdate debajo de la cama/ Evita llamadas y gritos de pánico, pues suelen alterar a los demás/ Tú haces la diferencia”.
Dirigido por el periodista Alejandro Envila Fisher y la diputada panista y feroz antiabortista Paula Soto Maldonado, Tu manzana dedica dos páginas, de un total de ocho, al tema de la presencia militar en Benito Juárez, con la finalidad de anticiparnos que marinos y soldados pronto formarán parte del paisaje cotidiano en la ciudad. En ese trabajo, la publicación entrevista a Javier Oliva,
“!>especialista en seguridad nacional y académico de la UNAM”!>, quien “sugiere medidas precautorias previas a un enfrentamiento armado. Una de ellas es suspender citas o reuniones. ‘Si ves que elementos de seguridad han cerrado calles o acordonan la zona cercana a tu destino, procura cancelar el plan. Resguárdate en otro lugar alejado del operativo y espera hasta que pase’”.
El texto, sin embargo, también cita el testimonio anónimo de un vecino acerca de lo que vivió
“!>alrededor de las cinco de la mañana del lunes 24 de enero”!>, cuando un grupo de marinos se desplegó en el número 21-A de la calle de Miguel Laurent, entre Fresas y Tejocotes. Tres individuos, cuenta,
“!>se bajaron de un taxi porque no había paso. Inmediatamente fueron jalados y empujados por los militares para que no caminaran por donde ellos se encontraban”!>. Según esta versión,
“!>los tres pasajeros habrían sido tratados con violencia, cuando ni siquiera se encontraban próximos al lugar”!>.
¿A qué vienen los militares a las calles de la ciudad de México? ¿A intensificar la guerra de Calderón contra el pueblo, no contra el narcotráfico, una industria que se encuentra más fortalecida que nunca, en todos los sentidos, gracias a la disparatada y horrorosa carnicería provocada por el hombrecito que desde hace 50 meses vive gratis en Los Pinos? Esto no es una especulación: hay abundantes pruebas del avance económico, político y militar de los cárteles, pero también acerca del riego que implica usar a la Marina o al Ejército en una urbe.
Según el cable número 233709, entregado por Wikileaks a nuestro diario, “a fines de 2009, el consulado de Estados Unidos en Monterrey observa que en la medida en que militares en activo o retirados se incorporan como jefes de unidades policiacas, los cárteles dirigen sus ataques contra las fuerzas armadas” (La Jornada, 10/02/11). Lo que no dice es que, para que esto suceda, se necesita que las fuerzas armadas estén en la vía pública.
Si esta es la moraleja, ¿para qué quiere Calderón poner a las fuerzas armadas en las calles de la capital del país? ¿Para exacerbar la violencia e implantar el estado de excepción indefinido? ¿Para liquidar de una vez las posibilidades de un cambio de gobierno por la vía electoral el año próximo? ¿Para colocarse al frente de una dictadura militar? ¿Para acelerar la intervención de las tropas de Estados Unidos, que ya empiezan a hablar descaradamente de lo que en este y en otros espacios, desde el año pasado, se dijo que pretendían hacer, esto es, invadirnos?
En julio de 1976, cuando Luis Echeverría quitó a Julio Scherer de la dirección de Excélsior, los malpensados sospechamos que se trataba de una medida preventiva. El gobierno enfrentaba la revuelta de los electricistas de Rafael Galván, que luchaban contra el cacicazgo de Fidel Velázquez en la CTM. Sin embargo, tras la caída de Scherer, Echeverría no reprimió a los electricistas, pero hizo algo peor: devaluó el peso, que mantenía una relación de 12.50 frente al dólar desde 1954.
Meses más tarde, Echeverría se fue y surgió una nueva generación de periódicos y revistas críticos al régimen, que al paso del tiempo obligaron al sistema a permitir una mínima apertura de los medios electrónicos en los años 90, impulsada desde Televisa por Ricardo Rocha, que pronto fue sacado de cuadro, y en radio, sobre todo, por Carmen Aristegui.
Perseguida por la empresa de Emilio Azcárraga, reprimida por la olinarquía a la que sirve Calderón, pero agigantada moral y profesionalmente por quienes acaban de correrla, Aristegui no debe olvidar que –si no nos invade Estados Unidos y sacamos del poder a la mafia que nos robó el país, objetivos que únicamente lograremos si nos movilizamos– pronto habrá una tercera cadena de televisión y desde ahora Carmen está llamada a dirigirla. Esa cadena será un instrumento esencial para el rescate y la transformación profunda de México.
Por lo pronto hoy, a partir de las 16 horas, ante el Monumento a la Revolución, habrá un encuentro
Según el cable número 233709, entregado por Wikileaks a nuestro diario, “a fines de 2009, el consulado de Estados Unidos en Monterrey observa que en la medida en que militares en activo o retirados se incorporan como jefes de unidades policiacas, los cárteles dirigen sus ataques contra las fuerzas armadas” (La Jornada, 10/02/11). Lo que no dice es que, para que esto suceda, se necesita que las fuerzas armadas estén en la vía pública.
Si esta es la moraleja, ¿para qué quiere Calderón poner a las fuerzas armadas en las calles de la capital del país? ¿Para exacerbar la violencia e implantar el estado de excepción indefinido? ¿Para liquidar de una vez las posibilidades de un cambio de gobierno por la vía electoral el año próximo? ¿Para colocarse al frente de una dictadura militar? ¿Para acelerar la intervención de las tropas de Estados Unidos, que ya empiezan a hablar descaradamente de lo que en este y en otros espacios, desde el año pasado, se dijo que pretendían hacer, esto es, invadirnos?
En julio de 1976, cuando Luis Echeverría quitó a Julio Scherer de la dirección de Excélsior, los malpensados sospechamos que se trataba de una medida preventiva. El gobierno enfrentaba la revuelta de los electricistas de Rafael Galván, que luchaban contra el cacicazgo de Fidel Velázquez en la CTM. Sin embargo, tras la caída de Scherer, Echeverría no reprimió a los electricistas, pero hizo algo peor: devaluó el peso, que mantenía una relación de 12.50 frente al dólar desde 1954.
Meses más tarde, Echeverría se fue y surgió una nueva generación de periódicos y revistas críticos al régimen, que al paso del tiempo obligaron al sistema a permitir una mínima apertura de los medios electrónicos en los años 90, impulsada desde Televisa por Ricardo Rocha, que pronto fue sacado de cuadro, y en radio, sobre todo, por Carmen Aristegui.
Perseguida por la empresa de Emilio Azcárraga, reprimida por la olinarquía a la que sirve Calderón, pero agigantada moral y profesionalmente por quienes acaban de correrla, Aristegui no debe olvidar que –si no nos invade Estados Unidos y sacamos del poder a la mafia que nos robó el país, objetivos que únicamente lograremos si nos movilizamos– pronto habrá una tercera cadena de televisión y desde ahora Carmen está llamada a dirigirla. Esa cadena será un instrumento esencial para el rescate y la transformación profunda de México.
Por lo pronto hoy, a partir de las 16 horas, ante el Monumento a la Revolución, habrá un encuentro
“!>sin líderes ni protagonistas”!>, convocado a lo largo de la semana por usuarios de las redes sociales de Internet, inspirados en el ejemplo de las rebeliones que derrocaron a los dictadores de Túnez y de Egipto, en este caso, para insistir en la reinstalación de Aristegui en su cabina, rechazar la presencia de las fuerzas armadas en las calles de la ciudad de México y exigir el regreso de la Marina y el Ejército a sus cuarteles al grito de
“!>no más sangre”!>, entre otras cosas...
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