Astillero
FC pide a EU que intervenga
En Ciudad Juárez, para
pacificar
Artículo 108 constitucional
Es un abuso el paseo triunfal de la Hillary por las ruinas que todos ven (¡Salud, maestro Ibargüengoitia!). Cierto es que las artimañas develatorias del tal Assange impulsan a los autodesignados interventores mundiales a no fiarse más de los procedimientos tecnológicos tradicionales de transmisión de órdenes y recopilación de informes, pero la señora Clinton bien podía haber escogido mecanismos menos evidentes y, por tanto, ofensivos, para venir a ajustar cuentas y dejar instrucciones llanas al traspatio en llamas. Tanta fuerza institucional y personal se concentra en la figura de la secretaria estadunidense de Estado, tanto poder devastador y tantos intereses de primer orden mundial, que parece un despropósito excesivo el aparentar que viene a dialogar, negociar y acordar con la secretaria mexicana de Relaciones Exteriores, una funcionaria que se mueve en el generalizado bajo promedio de rendimiento del gabinete calderonista y que en otros foros o encuentros de índole diplomática se ha mostrado apenas como una afable receptora de documentos, esforzada más por cumplir con los mínimos requeridos por el protocolo que en discutir a fondo, ya no se diga pelear heroicamente, en defensa de los intereses mexicanos.
Hillary viene a hablar de la soga en la casa del ahorcado por su propia “guerra” fracasada y, para ir calentando el ambiente, el gobierno formalmente encabezado por, por... sí, por Barack Obama, ha hecho saber tajantemente que la violencia desatada por el atribulado FeliPillo constituye una auténtica amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. Y ayer, en sincronía portentosa, del catálogo Wikileaks fueron desprendidas algunas perlas que terminaron por derribar las pocas reticencias que el calderonismo pudiera tener para allanarse totalmente al libreto en manos de la comandante Hillary. Según las revelaciones que darán contexto al diálogo a una voz entre la jefa de la diplomacia imperial estadunidense y la encargada de las relaciones públicas de la provincia adjunta, llamada México, el propio ocupante del puesto de primeros auxilios denominado Los Pinos anda que no encuentra la puerta de salida, inmerso en una corrupción imparable, rodeado de cuerpos de “inteligencia” que no atinan una, obligado a permitir que la FBI interrogue a migrantes detenidos en tierra mexicana y, lo peor de todo, solicitante de intervención extranjera para resolver problemas internos.
Según el cable 249280 (que se puede leer en inglés en http://bit.ly/hwZXxa y que fue dado a conocer ayer por El País), el precario encargado de la conducción formal del aparato gubernamental mexicano pidió a la secretaria estadunidense de seguridad interior, Janet Napolitano, que le ayudara a pacificar Ciudad Juárez. Concretamente, Calderón solicitó el apoyo del Centro de Inteligencia de El Paso (EPIC), Texas, pero la secretaria Napolitano, prudente, o descuidada, o apática, o con otro reloj político, le dijo al solicitante de intervención que el citado centro podría ayudar a identificar los blancos exactos del crimen organizado, pero, hombre, bueno, que Calderón y México deberían encargarse del despliegue militar y policial que fuera capaz de patrullar cada manzana y calle determinadas. Allí mismo la contraparte gringa, Napolitano, le habría dicho al belicoso Felipe que también deberían ampliarse en Ciudad Juárez los servicios sociales y el respeto a las leyes. En esa misma sesión de trabajo, el anhelante Calderón se embarcó en un alegato sobre los factores históricos y sociales que han llevado a la urbe fronteriza a los altos niveles actuales de violencia, y dijo que en los tres años anteriores (la reunión con Napolitano fue en febrero de 2010) “el cártel de Juárez controló la ciudad”, pero que “recientemente”, el cártel de Sinaloa se movió allí y trata de controlar la plaza, lo que ha llevado a crueles enfrentamientos.
Mientras todo lo anterior era escrito, una extraña cortinilla jurídica asomó en una pantalla astillada de computadora y mostró el artículo 108 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en uno de cuyos párrafos indica que “el Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la Patria y delitos graves del orden común”. El lector de ese texto, sin embargo, prefirió ver las cosas buenas y no las malas, y se resistió a dejarse llevar por las percepciones negativas y amargas, así es que prefirió seguirse emocionando con los incidentes del caso de Kalimba, casi decidido a salir a marchar a las calles para protestar por semejante injusticia... ¡Kalimba el Toro es inocente! ¡Ah, y además la señolita Laula ya se pasó a Televisa, donde abordará tan importante caso y comenzará a deslizar comentarios de política favorables al régimen de mano dura!
Astillas
A una semana de las elecciones, el estado de Guerrero concentra los peores augurios políticos, no sólo por la violencia desatada acaso intencionalmente en el ámbito del narcotráfico o por los roces y golpes físicos que ya se han producido entre miembros de las banderías en pugna, sino por el hecho de que detrás de cada uno de los principales candidatos, el del PRI y el del PRD, se agrupan y muestran las sucias caretas y tretas de quienes pelean solamente por convertir esa entidad, su aparato burocrático y su erario, en una pieza más de colección para la carrera presidencial de 2012. Diálogos lamentables entre quien ahora es abanderado de la “izquierda”, Ángel Aguirre Rivero, y la que fue abusiva vicegobernadora familiar de Zacatecas, Claudia Corichi, mientras René Juárez, Rubén Figueroa, Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones ponen en juego su mejor arsenal para frenar la acometida de Marcelo Ebrard, acompañado de los Chuchos, para hacerse de otra moneda de cambio apenas ayer falsamente despintada de priísmo... Y, mientras las hojitas parroquiales de Norberto se lanzan contra quienes critican la beatificación del cuasi legionario Juan Pablo II, ¡hasta mañana, con los coche bomba a control remoto, como en Tula!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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