Astillero
2010-2011
Profecías de calendario
Asfixia electoral y cívica
No fue el año que se temía, pero acaso resultó peor. Incumplidas quedaron las profecías de calendario que adjudicaban obligatoriedad conmemorativa a las tandas insurreccionales de la historia mexicana. El máximo acercamiento a la proclama guerrillera de esta anualidad por terminar se produjo en el tragicómico contexto de un presunto secuestro ciertamente bien peluqueado que parecería haber sido concebido con propósitos de construir una candidatura presidencial de derecha no felipista y cuyo montaje va quedando cada vez más claro: mentira rotunda el día de la Aparición del Juan Diego Litigante y sus ramos de rosas rojas del Jefeyac, pues el porte lozano (Gracia) que mostraba el presuntamente recién liberado no era sino consecuencia de un tratamiento de recuperación habido desde días atrás, explicable y justificado ese proceso de readaptación y cuidados pero no la farsa de la barba escenográficamente preservada ni el cuento del recién llegado del cautiverio.
No hubo violencia política expresa de corte revolucionario o independentista y, por el contrario, la gerencia federal de espectáculos ahistóricos convirtió el 1810 en desfile jolivudense de desmemorias, frivolidad y corrupción, y el 1910 en un suspiro escamoteado a la conciencia nacional para que a pocos se les ocurriera pensar seriamente en la importancia de las gestas populares contra los malos gobiernos. Pero sí hubo violencia institucional, y mucha, para instalar el miedo en el ánimo colectivo y para concentrar a los ciudadanos en la defensa básica de sus intereses inmediatos, sin tiempo ni voluntad para ver hacia arriba, criticar y organizarse en búsqueda de cambiar el curso de la tragedia nacional. 2010 fue el año de la consolidación del baño de sangre como política pública, del horror criminal (destazados, decapitados, colgados, asesinatos masivos) como pedagogía del poder, de la abolición (ya casi sin protestas) de derechos, garantías y legalidad, de las fuerzas armadas (los militares y las policías) como pilares del Estado de excepción sin declaratoria expresa, del Estado fallido que por tanto se encierra en sí mismo y trata de gobernar mediante camarillas mediocres y viciadas, entre visceralidades nocturnas y demagogia matutina.
Asfixiada así la vida cívica, cerrados los caminos a la organización social, controlados los mecanismos de representación política, prostituidas las alternativas electorales mediante las “alianzas” entre PRD y PAN, sometido todo al curso de los humores del bando de Los Pinos, tendida nacionalmente la red militarizada de control social, cada vez más amenazantes y dirigidas las manejables armas del narcotráfico contra la disidencia o la protesta, humeante el caldero grande, 2010 incubó las expectativas negras del 2011, a tal grado que en la administración federal se tienen especiales cuidados en prevención de que en los linderos de uno y otro año pudieran darse expresiones violentas de distinto origen, tanto de cárteles inconformes con el trato desigual que ha acabado privilegiando a ciertos grupos como de organizaciones armadas que creen llegado el momento de impulsar transformaciones violentas.
El escenario electoral también se ve sembrado de minas. El PRI se mantiene como la opción más promovida en los manipulables estudios de opinión pública y Enrique Peña Nieto parece tener todo a su favor para encabezar la onerosa acometida de tres colores en busca de regresar a Los Pinos. Al estético gobernador del estado de México le han tejido una red de apoyo y protección, con gobernadores de erario comprometido con la causa futurista, entre ellos el de Coahuila que en nombre del gremio ocupará la presidencia nacional del PRI, en abierta confesión de que los jefes estatales y sus tesorerías son los nuevos factores de decisión real. El sobrevaluado eje de esos esfuerzos de restauración del pasado es Carlos Salinas, cada vez más presente en actos públicos y en portadas de revistas de “alta sociedad” y espectáculos.
En el PAN habrá de verse si el rudo Felipe es capaz de controlar el proceso de postulación del candidato a presidente de la República (luego del periodo baldío al que falta una tercera parte de suplicio). No tiene aspirantes fuertes pero habrá de verse si eso es una falla o un plan retorcido, deseoso el michoacano de abrir la puerta a opciones ciudadanas como la de Juan Ramón de la Fuente, que tanto le emociona, o a la sublimación de la perversidad aliancística, con un candidato neutro o negociable como podría ser el cada vez más colaborador Marcelo Ebrard. Calderón perdió en la composición del nuevo consejo nacional panista y El Yunque se instaló como contrapeso interno deseoso de impedir nuevas torpezas felipistas. La desaparición obligada de Diego Fernández de Cevallos podría haber provenido de fuerzas oficiales conjuradas para frenar y castigar el activismo antifelipista del queretano antiquijotesco o, por el contrario, de maniobras de poderosos segmentos no sólo panistas, sino incluso con toques de sal tricolor, para posicionar a un posible candidato capaz de rebasar y derrotar al endurecido jefe actual de las fuerzas armadas.
La izquierda electoral ha sido dividida a conciencia durante este año trágicamente memorable. Los Chuchos han cumplido una redituable labor de envilecimiento y confusión. Ebrard y su mánager Camacho se han adaptado a las necesidades del calderonismo y el salinismo, con la vista puesta en la eliminación del factor tabasqueño por su rispidez y la postulación de Marcelo por necesidades de “estabilidad” concertada. López Obrador ha seguido bajo metralla difamatoria y se mantiene aferrado a un discurso y un manual de procedimientos que no pareciera encajar, ni en velocidad ni en innovación, en los tiempos revueltos que pretenden encaminarse al fin del ciclo panista y la restauración del dinosaurismo mafiosamente concertador.
Y ya con esta se despide, por dos semanas, el tecleador necesitado de vacaciones que a la comunidad del Astillero desea felices fiestas y buen año venidero. ¡Hasta el 10 de enero próximo!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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