miércoles, 15 de diciembre de 2010
Hartazgo social Sergio Conde Varela Abogado
La gran manifestación de los médicos, acompañados de muchos pero muchos grupos de la sociedad civil, unos formalmente constituidos y otros hechos a la presión de las circunstancias, indica que la ciudad ha llegado al hartazgo de que las cosas sigan sin resolverse.
En efecto han pasado largos años en donde los homicidios calificados, los robos con violencia, los secuestros, las amenazas, y un sinfín de delitos y actos antisociales se han posicionado en esta frontera caracterizada en el pasado por ser una comunidad luchadora y trabajadora en exceso.
La manifestación aludida, no es sino la punta del iceberg, bajo el cual hierve la sangre social, angustiada, desarmada, olvidada y sometida a discursos de quienes protestaron cumplir con la Constitución y con las leyes que de ella emanen.
El tiempo es el propicio para hacer entender que vivimos en un estado de sitio formado por la antisociedad y que el mismo no ha sido tocado por las instituciones establecidas para que impere la ley y el orden público.
Las peticiones verbales, por escrito, en marchas continuas, en manifestaciones de los grupos intermedios, de estudiantes, de maestros, de barras y colegios, de mujeres, de fraccionamientos completos, no han sido escuchadas y no se ha dado una sola medida práctica, eficiente y restauradora del estado de derecho que debe imperar en una ciudad tan importante como la nuestra.
Es cierto que los juarenses además del pánico por el que hemos atravesado, de la disminución del comercio y la industria, de la erosión de la población en una inmigración hacia el vecino país, de la disminución del padrón comercial a nivel municipal en un 60 por ciento, por la inseguridad, estamos hartos de que las medidas que se anuncian no han dado resultado.
Parece que la voluntad política y administrativa ha brillado por su ausencia y definitivamente las medidas que se dictan se hacen sin la fortaleza necesaria que es indispensable para que las cosas tomen su rumbo normal. Es una lástima que en el tiempo que ha transcurrido tal, lleno de de congoja y de dolor, las autoridades no hayan declarado un estado de emergencia, pero no para molestar a la sociedad sino para resolver el gran problema que no ha sido atacado como se debe.
Es normal que estas manifestaciones se den en una comunidad olvidada. El Ejecutivo federal a principios de este año que va para su final vino primero con noticias falsas que le fueron enviadas por subalternos. Después hizo manifestaciones verbales y se constituyó una especie de comisión presidencial que a 11 meses de distancia poco o nada ha hecho, salvo aparecer de vez en vez en los medios sin dar datos concretos de lo que se está haciendo y en otras ocasiones diciendo cosas tan absurdas como que nosotros los juarenses somos los responsables de lo que nos pasa.
El hecho es que se han manifestado muchas personas en todos estos años y se ha pensado que una manifestación es para que los ánimos sean depositados en ella y no para dar respuesta al reclamo ciudadano.
El derecho de petición o el de presentar una protesta por algún acto o por alguna omisión oficial, tienen que tener respuestas concretas, específicas de los titulares del poder público, de cualquier esfera de gobierno. Se supone por el tipo de sistema en el que vivimos, que los gobernantes están donde están para servir al pueblo y no hay de otra. Deben ser servidores, para eso fueron electos o nombrados y no para ninguna otra cosa.
Si no se cumple con el mandato, éste debe ser revocado y si no es así, exigir por las vías populares dentro de las normas las responsabilidades correspondientes. De otra manera se piensa que la política de brazos cruzados es la adecuada para resolver los problemas tan serios que padecemos y eso no es así. Pues nuestras familias nos lo exigen y así debe ser y no de otra manera.
Estas manifestaciones no terminarán hasta que haya respuestas efectivas y no verbales y quienes pueden dar esas respuestas deben de tomar en cuenta que el hartazgo social ya llegó a su límite. De verdad.
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