Distrito Federal– Si la historia se repitiera mecánicamente, sólo con distintos protagonistas, en febrero próximo el Senado elegirá a la magistrada Lilia Mónica López Benítez como ministra de la Suprema Corte de Justicia, como estuvo a punto de ocurrir ayer. Pero la insensibilidad de los senadores panistas, apoyo de la actitud semejante del presidente Calderón, impidió que el máximo tribunal quedara por completo integrado. Subsistirá, por lo tanto, el hueco dejado el 19 de septiembre por el fallecimiento del ministro José de Jesús Gudiño Pelayo, vacante que ha causado ya 15 empates en la primera sala, según advirtió el 29 de noviembre su presidente, Arturo Zaldivar.
El que haya diez ministros y no once en el pleno abre el riesgo formal de que no pudiera designarse nuevo presidente de ese tribunal el próximo tres de enero, si hubiera cinco votos a favor de un candidato e igual número a favor de otro.
Ayer acudieron a hablar ante el pleno senatorial las tres integrantes de la terna enviada por el presidente Calderón tan pronto como el ministro Zaldívar reveló el grave inconveniente de que haya un número par en la sala diseñada para cinco miembros. Fueron escuchadas las magistradas Elvia Rosa Díaz de León, Lilia Mónica López Benítez y Andrea Zambrana Castañeda. Sus discursos completaron la imagen que un buen número de senadores se habían ya formado sobre su perfil y sus propósitos, pues fueron recibidas en comisiones el jueves pasado (y los legisladores panistas les habían pedido presentarse ante su fracción días atrás).
Fue claro que las palabras de la magistrada López Benítez fueron bien recibidas por la mayoría de sus escuchas, que aplaudieron las definiciones de la candidata que reúne experiencia y frescura, pues si bien ha servido al poder judicial federal durante un cuarto de siglo (veinte años menos que la magistrada Díaz de León) expuso una visión moderna del tribunal constitucional del que aspira a ser parte y que a su juicio debe abrirse al derecho convencional, es decir a los tratados internacionales que son parte de la legislación mexicana.
La recepción dada a sus palabras, que confirmó la reacción de los senadores que la escucharon el jueves, se reflejó en la votación. Ella obtuvo 73 votos, lejos de los 48 depositados a favor de Díaz de León, y los solitarios dos de Zambrana Castañeda. Con ser muchos, fueron insuficientes pues se requerían 82, dado que se hallaba el Senado casi completo, pues estaban presentes 123 de los 128 integrantes de esa cámara. Conforme a un acuerdo suscrito ex profeso, se realizó una segunda ronda, en que la magistrada López Benítez avanzó un voto, la ocupante del segundo lugar permaneció en 48 votos y los dos de la tercera desaparecieron, convertido uno en el agregado a la candidata más votada y en abstención el otro.
Puesto que no se logró la elección, se informará al Ejecutivo el resultado para que presente una nueva terna. De ese modo se repetirá un episodio que ya conoció el Senado, y en el que participó en semejantes condiciones a las de ahora la magistrada Díaz de León, que por ese motivo insistió ayer en que era la segunda ocasión en que se dirigía al pleno. Pudo decir también que era la tercera vez, siempre con resultado adverso, que se presentaba como candidata a cargos que el Senado decide, pues aspiró a ser magistrada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
El 27 de noviembre de 2003 el Senado programó la elección de dos integrantes del pleno. El primer caso no ofrecía duda. Encabezaba la terna el director del departamento de derecho del ITAM, José Ramón Cossío, cuya aspiración a ser ministro era conocida y aceptada, pues legítimamente él mismo la había expresado o dado a entender con claridad. El presidente Fox predispuso su elección colocando en la terna a dos juristas de mérito pero sin la dimensión pública de quien a la postre fue elegido. Lo fue de modo arrollador, pues de los 92 senadores presentes se inclinaron por él 84, mientras que los ocho restantes se dividieron entre las otras candidatas.
No se produjo un resultado así de rápido y contundente en el segundo caso. En la primera vuelta el ex presidente del tribunal federal electoral, José Luis de la Peza, obtuvo 42 votos, la magistrada Margarita Luna Ramos 37, y su colega Elvia Rosa Díaz de León, doce. Sin mayoría calificada, hubo de citar a una nueva sesión, el dos de diciembre, para saldar la situación. No fue posible hacerlo, porque si bien casi se duplicó la votación a favor de Luna Ramos (72 votos) y creció la de Díaz de León hasta 45, todo en ello en perjuicio de De la Peza que terminó con sólo seis, ninguno de ellos llegó al tope demandado. De esa suerte, el presidente Fox envió en febrero siguiente, de 2004, una nueva terna, en que prevaleció el nombre de Margarita Luna Ramos, suponemos que por ser la que mayor votación obtuvo y a la postre fue elegida ministra.
Si no quiere de nuevo ser insensible, Calderón tendría que hacer lo mismo, y al integrar la nueva terna incluir en ella sólo a la magistrada López Benítez.
Se remediaría así, aunque con tardanza, el problema generado por la imposibilidad de que ayer fuera elegida una nueva ministra. De no acatar una consigna, los senadores panistas hubieran debido sumarse a la mayoría, que con amplitud reflejaba el espíritu prevaleciente en el Senado. Si Calderón padece igual empecinamiento dentro de algunas semanas y presenta una terna que no genere asentimiento, él mismo podrá cubrir, a solas, la vacante. Esperemos que no se trate de eso.
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