Astillero
Quique y Marcelo: peregrinos
Salinas:
estabilizar
Papeles trastocados
Peregrinos en Guerrero, Marcelo Ebrard y Enrique Peña Nieto comparten penitencias. Han ido a la tierra del figueroísmo redivivo en busca de votos para los candidatos locales que suponen les reportarán beneficios electorales en 2012, y en el camino arriesgan sus haberes discursivos para pintar de regios colores las pobres vestimentas de la tragedia comicial del México de hoy. El jefe del gobierno capitalino hace como que el flamante ex priísta Ángel Aguirre Rivero constituye una opción opositora, de exterminio del priísmo, para brincar de esa plataforma falsa al planteamiento optimista de que las “alianzas” partidistas constituyen veneno para el dinosaurio de tres colores que tan vivito y coleando está que ahora hasta se permite el préstamo de saldos inviables para que sean usados como “antipriístas”. Peña Nieto, por su parte, trata de ponerse fríamente institucional a la hora de deslindar la amistad que ha tenido con el ahora “opositor”, el citado Aguirre Rivero (quien ya fue gobernador interino de Guerrero, obviamente a nombre del PRI, activamente en contra del PAN y el PRD que ahora le ungen) y asegurar que todo su apoyo está del lado del formalmente priísta, Manuel Añorve Baños.
Como puede verse, el PRI en Guerrero gana con cualquiera: con el fiel Añorve o con el desertor Aguirre. Serían distintos los bandos ganadores dentro de la compartimentación mafiosa, pero nada más. Bailadores unos, mientras otros esperan sentados, pero la música y la danza son las mismas. Clarísimo lo tiene el gran jefe nacional de la cruzada por la restauración priísta, el cada vez más activo licenciado Carlos Salinas de Gortari que busca “estabilizar” la contienda por 2012, entre otras cosas al sujetar al grupo de competidores a un ámbito controlable, “civilizado”, que permita arreglos de última hora, maniobras convenidas y exclusión de elementos disonantes, sobre todo si sus aires son tabasqueños. Salinas que en reciente entrevista le plantó a Ebrard una suerte de beso del diablo, al encomiar su desempeño al frente del gobierno capitalino, como si aún fueran Marcelo, y el gerente Camacho, parte de su cuadrilla política. Profesional y comprometido sería el perredista Ebrard, según San Carlos echador de sales, ante lo cual el presunto beneficiado no giró agradecido acuse de recibo, pero tampoco se aplicó rituales de exorcismo. En todo caso, ayer trató de fijar la tutoría del ex presidente incómodo en el copete toluqueño y no en la bicicleta chilanga: Salinas es el principal promotor de Peña Nieto, denunció, como para decir, sin decir, que no lo es de él, el propio Ebrard. Pero sin deslinde tajante, sin confrontación firme, sin respuesta inequívoca: más bien, dejando que las cosas fluyan, con la esperanza de que al final sea esa misma mano mecedora de cunas la que delimite el espacio de la contienda electoral “viable” y ayude a definir al ganador que a su vez pague favores a los adversarios conforme a la contribución que hayan hecho al buen desarrollo de la obra teatral programada.
En otro recinto actoral, entre las butacas y deseoso de revivir viejas glorias, el primer actor durante el foxismo, Santiago Creel, se empeña en jalar reflectores a sus parlamentos poco actuales. Desesperado, se deja llevar por la fanfarronería para ganar espacios mediáticos: dice que él puede ganarles a Peña Nieto y a Ebrard, cuando en el pasado, cuando su jefe Fox tenía el sartén por las botas, no le pudo ganar al Felipillo Hildebrándico en las elecciones internas de Acción Nacional. Por lo pronto, Creel (cree él) se postula precandidato a la Presidencia, dispuesto a competir con las rezagadas cartas del calderonismo (Cordero-Sedesol y Lujambio-SEP), todos bajo el riesgo de que a última hora el ocupante de Los Pinos ordene que el partido blanquiazul se “abra” a las candidaturas ciudadanas de entre las que destacaría la que desde ahora es señalada como favorita del felipismo, la de Juan Ramón de la Fuente.
En Michoacán también se trastocan papeles. La presidencia municipal de Apatzingán pretendió realizar ayer una marcha de ciudadanos en demanda de paz que terminó transformada en un acto de apoyo a La Familia Michoacana y a su jefe recientemente abatido –según versión de la administración federal, sin prueba alguna, hasta el momento–, Nazario Moreno González, conocido como El Chayo. Entre los manifestantes aparecieron pancartas y mantas de apoyo a esa organización y a ese personaje, mientras en otros municipios michoacanos (Petacalco, por ejemplo) eran colocados mensajes similares. En Morelia, mientras tanto, una manifestación vespertina de presuntos autotransportistas demandó que la Policía Federal salga del estado. Todo, en espera de conocer el verdadero saldo de las incursiones de soldados, marinos y policías federales en varias comunidades de la entidad, en la selectiva embestida contra un cártel regional.
La violencia ha llegado incluso a zonas antaño intocables. En Tecalitlán, Jalisco, se produjo una balacera durante una fiesta religiosa, lo que dejó once muertos y más de veinte heridos. En tiempos salinos, el cardenal Juan Sandoval protestó así: “Pues que respeten siquiera las cosas sagradas para que no se echen la sal, que no se salen. De por sí que andan cometiendo grandes crímenes y si todavía perturban las cosas de Dios, las cosas religiosas, ellos se echan la sal”. El jefe católico dijo que en México hay mucha corrupción y engaño, así como “tanta violencia inexplicable, de una guerra no declarada”, por lo cual se preguntó y se respondió: “¿cuál es la razón más profunda de esto?... es que no hemos aceptado el mensaje de la Virgen en serio”.
Y, mientras el gobierno priísta-monrealista de Zacatecas anuncia que se iniciará otro “paquete” de auditorías a la administración de Amalia García, y que pronto se dará a conocer “un cúmulo de irregularidades” encontradas en la Oficialía Mayor del pasado gobierno perredista, ¡hasta mañana, en esta columna que ve amenazada la estabilidad gastronómica a partir de los golpes a la paridad tortillera!
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