Julio Hernández López
El ejecutivo hermano de Luisa María Calderón Hinojosa, llamada Cocoa, no ha tenido cuidado en evitar que parezca motivada por aspiraciones panistas y fraternas la peculiar campaña federal contra el narcotráfico en Michoacán (y, por sus presuntas vinculaciones, contra la estructura local dominante, la del perredismo-cardenista).
Por el contrario, el hermano Felipe ha tomado su entidad natal como plataforma de lanzamiento de sus proyectos guerreros: apenas 11 días después de haber tomado posesión, el 11 de diciembre de 2006, anunció con aires de improvisación la Operación Conjunta Michoacán, que con cinco mil soldados sería el arranque de la pesadilla de sangre y violaciones a los derechos humanos que se ha vivido hasta hoy en todo el país, y en Apatzingán apareció el 3 de enero de 2007 vistiendo una holgada casaca militar y una gorra con las estrellas de su máximo mando formal, en un muy caricaturizado intento indumentario de mostrar poder y autoridad a partir de las armas.
Ese planteamiento de riguroso combate al narcotráfico en una entidad marcadamente perredista, mientras en otras entidades se mantenía una laxitud que ha sido incapaz de tocar a personajes locales de primer nivel, desembocó en la máxima apuesta felipista de castigo a políticos supuestamente metidos en el negocio de las drogas, el llamado Michoacanazo que el 26 de mayo de 2009 inició una escandalosa recolección con destino carcelario de presidentes municipales y funcionarios estatales que, sometidos a proceso en 35 casos, acabaron siendo liberados sin demostración jurídica de culpabilidad en 34, lo cual ha sido tomado como inequívoca demostración de que el calderonismo retorció mecanismos judiciales para dar golpes políticos pensados en términos electorales. También ha dado pie a que la estructura perredista de gobierno haya ido subiendo de tono su rechazo y crítica al calderonismo, al grado de pelear los ámbitos estatal y federal por el uso del micrófono en ceremonias históricas o de hacerle escuchar al jefe de Los Pinos discursos de clara descalificación, como el que pronunció el diputado local perredista Raúl Morón este viernes 22, denunciando la “politización de la justicia” (léase en http://bit.ly/aya7e9 la nota de Alonso Urrutia en La Jornada), al que Calderón respondió allí mismo valiéndose de José María Morelos, el que no habría pactado nunca con el “enemigo”, y agregando más tarde, ya en reunión en zona más propicia, con la organización patronal llamada Coparmex, y muy motivado por la presencia de su “querido” amigo, el ex presidente colombiano Álvaro Uribe, que hay gobernadores –sin mencionar a Leonel Godoy– que ante las evidencias del narcotráfico actúan como en la canción interpretada por Pedro Infante, agachándose y yéndose de lado.
El ostentoso acento federal en contra del tráfico de drogas en Michoacán ha tenido como más reciente protagonista al políticamente indefendible Julio César Godoy, medio hermano del gobernador del estado, en una especie de obsesión judicial que plausible sería si tuviera como objetivo el castigo fundado de políticos relacionados con el narcotráfico que en Michoacán abundan desde que Lázaro Cárdenas júnior permitió la consolidación de ese imperio. Pero los últimos forcejeos del licenciado Felipe con sus paisanos pertenecientes al sol azteca han tenido como desenlace la opacada pretensión de destapar de manera multitudinaria a la hermana Luisa María, llamada Cocoa, como una especie de candidata oficial al gobierno de Michoacán.
Este sábado reciente, en una comida masiva en la hacienda Tzintzimeo, ubicada en la carretera Morelia-Zinapécuaro, se produjo una “cargada” oficial digna de los mejores momentos del PRI-gobierno. Centenares de líderes panistas de los municipios y las regiones, legisladores locales y federales, dos gobernadores (los de Morelos y Guanajuato) y tres secretarios de Estado (los de Salud, el Medio Ambiente y la Economía) en torno a quien fue presentada por el maestro de ceremonias como “futura gobernadora de Michoacán” y a quien los presentes halagaban coreando “Cocoa/gobernadora”. Llama la atención la presencia de personajes relacionados con la ultraderecha y El Yunque, como Marco Antonio Adame, con más méritos que muchos otros políticos para ser tratado con rigor judicial en asuntos de narcotráfico en el Morelos asiento de capos, y Juan Manuel Oliva, del Guanajuato de un Yunque dividido pero reconciliable.
El programado festejo feliz del cumpleaños 54 de Cocoa convertido en destape (La Familia panista contra La Familia perredista) tuvo, sin embargo, una nota luctuosa accidental. El diputado local priísta Eduardo Villaseñor (hijo del ex gobernador del mismo nombre, muerto también en un accidente de tránsito), fue atropellado por un tráiler cuando salía de la comida de Cocoa y cruzaba la carretera, casi a la misma hora que era asesinado un coordinador de la policía estatal en otra vía de alta velocidad. La muerte del priísta precipitó el final de la comida e incluso impidió saber si, como se rumoraba en la reunión, estaría por llegar el hermano Felipe para apuntalar a la hermana Cocoa. Una nota de El Sol de Morelia señaló que “La gran cantidad de elementos del Ejército Mexicano, del Estado Mayor Presidencial y de la Policía Federal hizo pensar que en cualquier momento el presidente Felipe Calderón Hinojosa se sumaría a la lista de los mil 500 invitados, sin embargo no fue así”. Operación Cocoa.
Y, mientras se han dado dos reapariciones polémicas en torno a Roberto Gil, el diputado federal que fue subsecretario de Gobernación, regresó a San Lázaro y ahora es mencionado como el “caballo negro” de Calderón para presidir el PAN, con Germán Martínez diciendo que Gil tejería el “poscalderonismo” y Fernando Gómez Mont anunciando que podría regresar al blanquiazul si el mencionado legislador queda como dirigente del partido que formalmente está en el poder, ¡hasta mañana, con la nueva masacre de jóvenes en Ciudad Juárez y con la violencia en aumento en cada vez más lugares!
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