miércoles, 22 de septiembre de 2010

La prensa, enfrentada

Estrictamente Personal September 22, 2010
— 12:00 am
Un editorial publicado el domingo pasado por El Diario de Juárez ahondó la división de los medios mexicanos, con lo cual coronaba una semana de recriminaciones recíprocas interminables. Fueron detonadas por la petición de asilo en Estados Unidos del ex camarógrafo de Televisa, Alejandro Hernández, que provocó una disputa abierta de periodistas, inclusive que cohabitan bajo el mismo techo, y se profundizó con la petición del periódico juarense que pidió tregua a los cárteles de la droga y les ofreció publicar –o dejar de publicar lo que ellos deseen- a cambio del respeto a la vida de sus trabajadores.

La postura de El Diario de Juárez, que es realmente un grito de angustia e impotencia, puede ser debatida en términos periodísticos y si bajo esos términos, el asesinato de uno de sus periodistas más respetados el año pasado y del crimen de un joven que tenía cuatro meses de haber ingresado al periódico, se justifica. Inclusive, se puede establecer una analogía con el semanario Zeta de Tijuana, que pese al asesinato de uno de sus fundadores y de uno de sus pilares, además del atentado en contra del legendario Jesús Blancornelas, jamás adoptó la posición de entrega de la línea editorial a los criminales del diario juarense.

Pero Tijuana no es Ciudad Juárez. Tijuana siempre fue propiedad de un cártel y en Ciudad Juárez todos los cárteles se disputan su propiedad.

Si la definición editorial de El Diario de Juárez debió haber sido compleja en cuanto a su discusión, poco ayudan posiciones radicales y absurdas de quienes se quejan de la mezquindad de otros medios cuando el suyo, o su persona, resultan los afectados. El más, Carlos Marín, director editorial de Milenio Diario, el periodista encumbrado en puestos de dirección que históricamente ha sido más insensible y menos solidario con los temas gremiales, quien escribió sobre el posicionamiento de El Diario: “En cuanto que lo que no se puede además de imposible y empresa y trabajadores de El Diario de Juárez están convencidos de no poder ejercer el periodismo, ¿por qué no cierran el periódico y se dedican a otra cosa, en vez de capitular ante la delincuencia?”.

Hay muchos periodistas, inclusive dentro de Milenio, que descalifican las posturas de Marín, pero este es un caso excesivo porque exacerba a todos. Fue Marín quien calificó originalmente de “mezquinos” a El Universal y La Jornada por la nula cobertura que realizaron sobre el secuestro de dos trabajadores de Multimedios, la empresa propietaria de Milenio, y dos de Televisa en julio pasado en Gómez Palacio, Durango, entre ellos Hernández. Ahora, Marín abusa de su cargo y del espacio privilegiado en la primera plana del periódico que encabeza no para ser mezquino, sino un miserable.

Denise Maerker, que escribe en El Universal, afirmó este lunes que su periódico sí guardó silencio, pero por petición expresa de ella que apeló a su discreción, pues uno de los secuestrados trabajaba directamente con ella en su programa de televisión Punto de Partida. En respuesta, el director adjunto de Milenio, Ciro Gómez Leyva, escribió: “Me dolió leer la columna de Denise Maerker… porque caminamos juntos aquella última semana de julio, la de nuestros reporteros tomados como rehenes en la comarca lagunera. Me cuesta comprender que cuando, a partir de un testimonio singular y cuestionable, se quiere hacer pasar con atropello la versión de que nuestros compañeros no fueron rescatados, sino liberados por los secuestradores”.

Gómez Leyva ratificó su agradecimiento con Facundo Rosas, comisionado de la Policía Federal, y con Luis Cárdenas, coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal y experto en secuestros, por el rescate con vida de los cuatro periodistas. Maerker y muchos los criticaron, y en varios espacios, desde la semana pasada, se acusó al secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, de haber hecho un “montaje”. El sustento fueron las declaraciones de Hernández, quien había dicho lo contrario cuando se le mostró ante la prensa –que decía que estaba muerto-, y que omitió ventilar que tras el secuestro pidió empleo, precisamente, en la Policía Federal.

Manuel Feregrino, ejecutivo en el Grupo Radio Fórmula y comentarista en el programa radial de Gómez Leyva, dijo que en el fondo de la discusión, o quizás mejor dicho, aprovechando esta coyuntura, se encontraba “la animadversión de varios o muchos periodistas (contra) García Luna”. Quizás, en el ajuste de cuentas permanente contra García Luna se encuentran en efecto nuestras contradicciones y nuestros riesgos.

Todo la crítica está demasiado focalizada en García Luna y en el gobierno federal, aunque muchos casos de periodistas agredidos o asesinados pertenecen al ámbito local. Lo de Gómez Palacio, por ejemplo, era responsabilidad de la autoridad local, no federal. En todo caso, habría que denunciar a García Luna, a Rosas y a Cárdenas, por meterse en un tema que debió haber resuelto la policía local y la procuraduría de Durango. La acusación tendría que ser por metiches y comedidos.

Entrenanto, en los medios seamos congruentes y quitémonos las máscaras. Comencemos por la Secretaría de Seguridad Pública Federal. Exijamos que no se vuelvan a meter en un tema que deben resolver las autoridades locales, como el secuestro y asesinato que no esté debidamente comprobado que tiene que ver con delincuencia organizada. Que los dueños de los medios regresen las escoltas de la Policía Federal que tienen comisionados y que, junto con otros encumbrados, declinen los privilegios que buscan en términos de protección y seguridad para familiares y amigos. Que se le dejen de pedir favores a la Policía Federal, pero también a la PGR y a la Secretaría de la Defensa Nacional. Si no creemos en ellos, ¿por qué refugiarse tanto a ellos?

Pero también estemos claros. Al escoger a nuestros adversarios y a nuestros amigos, no podemos presentarnos como un gremio desunido, atomizado y enfrentado, pues este es el mejor escenario para atacarlo, tanto los narcotraficantes como aquellas personas que tengan motivos personales y que en esta turbulencia quieren cobrar facturas a cuentas de otros, como se ha visto en algunos casos en el pasado. Ya son decenas de periodistas asesinados o atacados en más de tres años y medio de lucha contra el narcotráfico.

También es cierto que ningún crimen ha resuelto la PGR en todo este periodo. Un muerto sería demasiado si tuviéramos una mayor sensibilidad y conciencia del campo por el cual atravesamos, pero no terminamos de aprender. En Colombia tuvieron que secuestrar durante nueve meses a Francisco Santos, periodista y miembro de la familia que controlaba El Tiempo, el periódico más importante de Colombia, y asesinar a Guillermo Cano, director de El Espectador, el segundo periódico en importancia nacional, para que, aunque efímeramente, los medios comprendieran que o se unían o irían muriendo uno por uno.

¿Necesitamos que lo mismo suceda en México para comprender que las diferencias gremiales son menores a nuestras vidas? La respuesta lógica es no, aunque lamentablemente, en nuestros tiempos lo único que no gobierna, es el sentido común.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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