domingo, 8 de agosto de 2010
Pleito entre federales saca a flote corrupción
Luz del Carmen Sosa
El Diario | 08-08-2010 | 00:33 | Local
La detención y consignación ante la Procuraduría General de la República (PGR) de uno de sus compañeros, provocó que más de 300 elementos del tercer agrupamiento de la Policía Federal (PF) se sublevaran por más de nueve horas en el interior del hotel La Playa, ubicado en la avenida López Mateos, justo enfrente del antiguo edificio del Consulado Americano, donde se hospedan.
A consecuencia del amotinamiento más de 60 colonias de la ciudad ubicadas en el Sector Chihuahua sufrieron la ausencia del patrullaje, ya que al menos 18 patrullas y el personal correspondiente permanecieron retenidas en el inédito acto de rebelión.
La rebelión de los agentes desencadenó un sinnúmero de denuncias de corrupción en las que se señaló principalmente al comandante Salomón Alarcón Romero, a quien el personal operativo acusó públicamente de tener nexos con la delincuencia organizada, de darles malos tratos, de propiciar y obligarlos a realizar actos de corrupción, abusos de autoridad y otros delitos graves, pese a que apenas tiene un mes en la ciudad.
Hemos tenido enfrentamientos con los malandros que se van, con quién se comunica él, quién sabe, sólo dice ‘quiero que me pongas a los que le pegan a mi gente’, va y los agarra porque él está amañado con la mafia’, él así trabaja”, afirmaron los oficiales.
“Él mismo sabe quiénes son los mañosos y él también lo es. Llega a los cantonazos (casas de seguridad) y todo lo que hay dice ‘presta’, ahí está la muestra de que no entrega lo que asegura, llega con hieleras llenas de armas, dinero, ahí esta su camioneta nueva, de modelo reciente y sin placas de circulación”, expusieron.
Los elementos inconformes aseguraron varias dosis de cocaína, otras más de mariguana, dos rifles, una pistola tipo revólver y decenas de casquillos, entre ellos, balas expansivas, los cuales aparentemente emplea el comandante apodado “El Chamán” –Alarcón Romero– para “cargar” a ciudadanos.
Las armas y la droga fueron sustraídas de la habitación 105, asignada a Alarcón Romero.
También fueron localizadas fotografías de muchas personas, la mayoría hombres, las cuales presuntamente son “levantadas” por los federales a instancias del mando arriba citado.
También fueron señalados como partícipes en esas acciones fuera de la ley los oficiales Ricardo Duque Chávez, Joel Ortega Montenegro y Antelmo Castañeda Silva, que presuntamente han cometido un sinnúmero de irregularidades contra la población y el personal operativo, bajo el auspicio de Alarcón Romero.
Poco después de las 5 de la tarde, Rafael Avilés, jefe de la División de Fuerzas Federales, quien llegó ex profeso de la Ciudad de México para resolver el conflicto, anunció la separación de los cuatro comandantes mencionados y el inicio de una investigación en torno a los hechos denunciados por el personal ante los medios.
De manera paralela, la Dirección de Asuntos Internos investigará la identidad de 25 elementos que iniciaron el acto de insubordinación para proceder a las sanciones administrativas y en el transcurso de la semana todo el agrupamiento será reubicado a otros estados, afirmó Avilés.
A las 6:30 de la tarde, el personal del Tercer Agrupamiento salió a patrullar el Sector Chihuahua, tras pasar revista y comprometerse a trabajar en beneficio de la ciudadanía.
Poco después de las 7 de la tarde, el agente Víctor Manuel Desid, quien fue puesto a disposición del Ministerio Público Federal por órdenes de Alarcón Romero, obtuvo su libertad bajo caución.
Este elemento, junto con Jesús Aguilar Rojas y Jaime Gerardo Sánchez Cervantes, fueron acusados por delitos contra la salud luego de inconformarse y enfrentar al comandante Alarcón Romero, aseguraron los oficiales que protestaron en su defensa.
Su arresto derivó en una inusual acción que por nueve horas mantuvo en suspenso a cientos de agentes que llegaron a temer una masacre entre ellos mismos.
‘Guerra simulada’
Las inconformidades laborales de los agentes permitieron conocer de cerca una situación cuestionada por la sociedad ante los resultados obtenidos por la Policía Federal (PF) en el combate a la delincuencia organizada, ya que los homicidios dolosos aumentaron al asumir esta corporación el control de la seguridad pública.
“Nosotros venimos a trabajar por la ciudadanía, pero ahora, si vemos algo, simplemente no hacemos nada porque si al mando le vale madre, a nosotros nos vale madre más, así nada más, porque si tenemos algún problema con los malandros, el mando no te va a apoyar, por eso no hacemos nada”.
¿Es una guerra simulada contra la delincuencia organizada, entonces?, se les cuestionó.
“Sí, y entre nosotros mismos, y que ocasiona el mismo mando, aparte de que por orden de él se hacen muchas marranadas”, afirmó uno de los entrevistados.
¿Cuánto tiempo van a aguantar trabajando en estas condiciones?
“No vamos a salir a trabajar, por lo mismo, pedimos que nos cambien al mando, que liberen al compañero, que se mejoren las condiciones de trabajo; esas son nuestras demandas para regresar a trabajar. Queremos hacer las cosas bien, pero cómo si tu mando es tan corrupto”, recapituló uno de los oficiales entrevistados.
Cronología de hechos
Poco después de las 4 de la mañana, un grupo de federales se percataron del arresto de Víctor Manuel Desid, quien presuntamente fue sorprendido por elementos de la escolta del comandante Salomón Alarcón Romero, apodado “El Chamán”, en posesión de droga.
Al considerar esa acción como un acto ilegal, los compañeros de Desid empezaron a llamar a los medios de comunicación, alrededor de las 7 de las mañana, para denunciar lo que ocurría.
Para las 8 de la mañana los federales habían tomado varias decisiones. Declinaron salir a trabajar hasta en tanto su compañero no fuera liberado y para ejercer presión a los altos mandos tomaron el control del hotel, irrumpieron en las habitaciones de los escoltas y oficiales cercanos al comandante Salomón Alarcón Romero; éste se replegó en su cuarto donde sus escoltas formaron una valla de seguridad.
Para las 9 de la mañana, los oficiales practicaron una revisión a las habitaciones y en la 105 aseguraron una escopeta recortada calibre 12, un rifle calibre 22, una pistola tipo revólver calibre 38 súper, cartuchos de diferentes calibres, entre ellos balas expansivas, así como “globitos” de cocaína y envoltorios con marihuana.
La droga y las armas las emplean para “cargar” a las personas, así cargaron al compañero, gritaban enardecidos los oficiales, mientras exhibían el aseguramiento realizado en la habitación.
Las quejas contra el mando no se hicieron esperar. Los agentes se arrebataban la palabra y de manera atropellada exponían que eran sometidos a jornadas de 12 horas, que los alimentos que les preparaban era peor que comida para cerdos, que los dotan de un uniforme al año, que los permisos para salir a visitar a sus familias se los cobraban de 500 pesos hasta 2 mil pesos.
“Desde que tomó el comandante este agrupamiento nos amenazó que estaba bien parado en la PGR, con el área jurídica y Asuntos Internos, que no le íbamos a hacer nada”, dijo un oficial.
“Que todo aquel güey que no quisiera trabajar con él se iba a chingar, eso fue lo que nos dijo cuando llegó, hace un mes, y ahí está la muestra, tenemos un compañero detenido en PGR porque no estuvo de acuerdo con su actuación y le reclamó. Alarcón mandó a sus escoltas por él, lo golpearon, le cortaron cartucho, le sembraron el arma y las drogas, y se lo llevaron consignado”, explicó uno de los agentes.
Los agentes bloquearon el acceso principal del hotel con una patrulla.
Los empleados estaban en una de las habitaciones, presas del pánico, pues temieron un enfrentamiento a balazos, lo cual estuvo a punto de ocurrir en muchas ocasiones.
Una policía que declinó dar a conocer su nombre ingresó al lugar y dialogó con los agentes. Ella se comprometió a entregar al agente a más tardar a las 3 de la tarde, porque el Ministerio Público no había ido a trabajar, por ese mismo motivo no acudía al hotel a dar fe del aseguramiento realizado por los agentes en el cuarto de Alarcón Romero.
A las 3 en punto los agentes se formaron en la explanada del estacionamiento y desde las filas empezaron a insultar a los integrantes de la escolta de Alarcón Romero. Minutos después decidieron actuar ante la nula respuesta de la oficial que se comprometió a entregar al elemento detenido en la PGR y llevar al personal que venía de la Ciudad de México.
Este fue uno de los momentos más álgidos vividos durante las 9 horas del amotinamiento, al confrontarse directamente federales contra sus propios compañeros, todos portando sus armas largas y totalmente alterados.
Los escoltas de Alarcón Romero fueron obligados a entregar sus armas y luego sometidos a golpes. Para restar presión hacia su persona, “El Chamán” afirmó que fue el comandante Duque Chavéz quien entregó al oficial Víctor Manuel Desid y los inconformes lo tomaron de los hombros para luego golpearlo severamente.
Alarcón Romero quedó solo mientras se aferraba a su rifle de asalto como única protección hasta que los oficiales lo desarmaron, lo arrestaron de manera simbólica y lo obligaron a caminar hasta donde estaban los objetos asegurados en su habitación.
Ahí lo golpearon y trataron de hincarlo para exhibirlo ante los medios de comunicación como acostumbra hacer la PF al anunciar los resultados de sus operativos. Pese a los golpes recibidos el mando se sostuvo en pie.
“Yo también soy persona, no sé de qué hablan los compañeros, yo no arresté al oficial, lo estoy defendiendo. No tengo idea de qué me acusan”, aseguró una y otra vez, al tiempo de gritarles que él tenía un mes en la plaza y sólo se había dedicado a trabajar a favor de la ciudadanía”, dicho que fue refutado por los rebeldes.
Negó todas las acusaciones públicas realizadas por los agentes en su contra.
Poco después acudió el coordinador del área de Motocicletas, Mario Montaño Alcocer, quien prácticamente los culpó de la muerte de un agente y cuatro más lesionados, pues mientras ellos estaban atendiendo un asunto netamente interno, el resto de los oficiales estaba en la calle trabajando.
Luego les aseguró que venía personal de la Ciudad de México a atender los reclamos, por lo que de nueva cuenta se concedió una tregua aunque existía la amenaza de intervención por parte del Grupo de las Fuerzas Especiales
Posteriormente, casi a las 5 de la tarde, llegaron decenas de patrullas y cientos de elementos fuertemente armados, comandados por Vidal Diazleal Ochoa y Rafael Áviles, quienes dialogaron con los elementos por más de media hora.
Los momentos de tensión no cedían, pues los manifestantes restringieron el acceso de los oficiales y llegaron a discutir unos con otros.
Finalmente se llegó a un acuerdo, los agentes se formaron y pasaron lista.
Lo último que se alcanzó a escuchar fue el grito unísono: “Policía Federal”, “Policía Federal”, “Policía Federal”, “proteger y servir a la comunidad”.
Luego el coordinador de las Fuerzas Federales, Rafael Avilés, anunció que los cuatro comandantes eran separados de sus cargos, que se abría la investigación para darle seguimiento a las denuncias realizadas por los elementos amotinados, que se iba a identificar a los 25 agentes que participaron en el acto de rebelión y, finalmente, que se daría atención a las quejas expuestas por el personal operativo.
Respecto a la situación legal del oficial detenido, precisó que prácticamente estaba resuelto.
¿Qué va a pasar ahora?, se le preguntó.
“Vamos a salir a trabajar, ustedes lo vieron y vamos a salir a trabajar con más bríos y más ahínco en beneficio de la sociedad”, agregó.
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