Los festejos patrios deben encauzar a reflexionar sobre las injusticias sociales, coinciden
Mariana Norandi y Roberto Garduño
Periódico La Jornada
Lunes 7 de junio de 2010, p. 16
La exhumación de las osamentas de la Columna de la Independencia, su traslado al Castillo de Chapultepec y posteriormente a la Galería Nacional en Palacio Nacional se enmarca en una serie de actos demagógicos cuya idea básica es fortalecer la legitimidad de la administración federal mediante el uso político de la historia. “No tienen como finalidad la difusión de la historia; es una tomadura de pelo pretender reducir el traslado de unos huesos al fondo de la reflexión histórica.”
Las historiadoras Cristina Gómez Álvarez y Helia Bonilla Reyna, y la estudiosa de la historia Ángeles González Gamio coinciden en reconocer la naturaleza de carne y hueso de los participantes en los movimientos de Independencia y Revolución, en sentido contrario de la visión oficial “que incurre en la manipulación de los llamados héroes, a quienes se convierte en idealizados paradigmas simbólicos, en modelos de conducta que, haciendo tabla rasa de sus actos, muchas veces resultaron incongruentes”.
La doctora Cristina Gómez afirma: “Es una acción bastante inútil, no aporta absolutamente nada a la celebración y su propósito es el uso político de la historia. Los actos conmemorativos del gobierno federal han sido muy pobres y al estudio del pasado no le aportan nada porque no vamos a reinterpretar la historia con el resultado del examen de esos huesos. Tratar a los héroes de la Independencia como si fueran santos, cuando ellos eran individuos de carne y hueso. Lo que observamos es la carencia del gobierno al no contar nunca con un proyecto que involucrara a la población en la reflexión de su pasado. En el fondo es hacer uso político de la historia por parte del gobierno federal, rescatando el significado de la independencia con huesos, y no con el programa de la Independencia. Obviamente el gobierno federal no está en condiciones de dar una respuesta ni promover una iniciativa de esta naturaleza; me parece inútil, penoso, como lo será el acto del 15 de septiembre, gastándose millones de dólares para esta ceremonia que será organizada por un australiano y que realmente es lo mismo: hace uso, a través de fuegos artificiales, de un pasado y no en lo que este pasado nos puede decir hoy.
“Para los gobernantes es mejor reducir la historia, porque así se crean generaciones con una gran ignorancia de la historia, no ven que la memoria y el pasado de un país es fundamental para comprender el presente. Quieren fortalecer la legitimidad del poder actual y hacen uso político de la historia; no tienen la finalidad de la difundirla, y es vergonzoso, como nación, que en las materias de historia y matemáticas los alumnos de secundaria y preparatoria reprueben en su mayoría. En que debemos reflexionar son temas vinculados con la historia, como la injusticia social; eso es lo que se debe analizar, porque tenemos un país cada día más pobre, y lo que debemos debatir es cómo resolver la desigualdad social y abonar a la igualdad política; en eso podemos resumir la Independencia, aparte de la soberanía nacional. Es una tomadura de pelo y es reducir a unos huesos el asunto de la reflexión histórica. ¿Qué les dicen a los mexicanos unas calacas? Es idea del licenciado José Manuel Villalpando, al que el Presidente le hace caso, y esa idea el profesor de Calderón –en la Escuela Libre de Derecho– la traía desde hace varios años y le cae muy bien al encargado del Ejecutivo.”
La doctora Helia Bonilla subraya: “Históricamente es normal que los actos públicos y ceremonias cívicas sean actos autolegitimadores para los políticos en turno. Hidalgo se convirtió finalmente en la figura libertadora por antonomasia y su arraigo en el imaginario colectivo fue tan fuerte que los conservadores terminaron por no cuestionarla, hecho que hoy se constata cuando un gobierno conservador como el de (Felipe) Calderón le rinde tributo. Esto mismo ocurre con Juárez. Mientras que el gobierno foxista manifestó aún la animadversión conservadora hacia el oaxaqueño, Calderón ha estado presente en los aniversarios del Benemérito. Quizá lo haga para neutralizar el uso que la oposición lopezobradorista le ha dado justamente al icono juarista.
“Al gobierno actual las ceremonias cívicas le sientan en actos demagógicos, porque sirven para enunciar una supuesta continuidad entre los héroes y los gobiernos en turno, es decir, unos son los que consiguen la libertad de la patria y la ciudadanía, y otros son los que supuestamente la preservan. De la exposición de los huesos se desprende el paralelismo que hay en la exposición de los restos de los héroes al modo de las reliquias cristianas, como aún se hace en iglesias y templos católicos. Es una extraña sobrevivencia de una mentalidad primitiva cristiana que buscaba promover el culto y devoción por quienes habían sacrificado su vida en bien de la comunidad, poniendo a la vista sus restos.”
Ángeles González Gamio, difusora de la historia de la ciudad de México considera: “Traer los restos como si fueran un objeto turístico es algo absurdo, porque no se sabe si eran de ellos. Nos dicen que es el cráneo de Morelos y resulta que es el cráneo de una señora, ¿esto es para qué? Es absurdo pensar que eso nos lleva a pensar y reflexionar sobre el bicentenario. Se está perdiendo la idea, que es retomar los valores y principios que movieron a estos personajes de carne y hueso a participar en un movimiento por su libertad. De eso no se habla, de la libertad, de la Independencia de la soberanía; entonces estas ceremonias; que pretenden endiosar a seres humanos con defectos y virtudes, son obras de teatro; no sé qué les dirán a la gente y menos a la juventud; eso de traerlos de aquí para allá es una cosa tan anodina y sin sustancia.”
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