jueves, 13 de mayo de 2010

Termina la narcoguerra… allá

Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
13 de mayo de 2010



Las cabezas de ayer en EL UNIVERSAL no tienen desperdicio: en Estados Unidos fallaron 40 años de guerra antidrogas; EU cambia estrategia: prevención, no guerra.

Yo no sé qué tanto vayan a impactar estos anuncios en el ánimo del presidente Calderón, pero los mensajes están clarísimos una semana antes de su visita a mister Obama. Todo indica que ahora ya no podrá vender los enormes sacrificios de su gobierno, 22 mil muertos incluidos: nosotros ya no estamos en ese negocio, allá tú si insistes en tu guerra.


Los argumentos centrales de la Casa Blanca no son menores: desde los tiempos de Nixon —quien declaró a las drogas como el enemigo público número uno— hemos librado una guerra contra las drogas y no hemos tenido éxito; es tiempo de romper, de una vez por todas, con el círculo vicioso de consumo-drogas-crimen-delincuencia-encarcelamiento y mejor apostar a la prevención y la reinserción social.


El gobierno del presidente Barack Obama se propone dos objetivos muy claros: reducir 40% el narcotráfico de aquí al 2015 para interrumpir flujos de dinero, drogas y precursores químicos; y bajar 15% el consumo entre sus jóvenes en cinco años reduciendo el uso crónico de drogas. Todo ello, reconociendo la premisa de que “Estados Unidos es uno de los mercados más lucrativos para las drogas ilegales”.


Esos son los puntos sustanciales y notables del anuncio. Sin embargo, hay por ahí un párrafo perdido que me parece de enorme y aleccionadora relevancia: “La estrategia está siendo dada a conocer tras casi un año de consultas con fuerzas policiacas, grupos civiles y sector médico”. No me digan que no es una joya declarativa. Porque a estas alturas, sólo los necios pueden ignorar que Felipe Calderón —por su iniciativa o por consejo de alguno de sus brillantes cercanos— inició su guerra contra el narco para legitimarse en la Presidencia. No había pasado ni el primer mes en Los Pinos cuando sacó al Ejército a las calles para demostrar quién mandaba en este país. Pero además lo hizo muy mal: a las carreras, a tontas y a locas, “haiga sido como haiga sido”.

Por eso hoy se valen viejas y nuevas preguntas: ¿Consultó Calderón con alguien —fuera de su círculo íntimo— lo que pensaba hacer? ¿Preguntó a por lo menos un par de expertos en áreas como seguridad nacional y justicia sobre las consecuencias de sacar a los soldados a la calle a balacear narcos o sospechosos de serlo? ¿Hubo alguna vez un pizarrón, un organigrama, una ruta crítica? ¿Por qué ha cambiado —a aparente capricho— la cabeza operativa de esta guerra: primero Medina Mora y la PGR; luego Genaro García Luna de la SSP; más tarde el general secretario Galván Galván y recientemente el señor almirante Máynez? ¿Han sido desconfianzas, ineficiencias, corrupción, chismes o simplemente van cayendo de la gracia presidencial? ¿Nadie le dijo nunca al Presidente que primero tenía que limpiar la casa? ¿Dónde están sus metas, sus plazos, su programa, sus estrategias? ¿Cuánto tiempo más, cuántos muertos más de esta guerra sangrienta y bajo sospecha?


Allá arriba, el tío comenzó a rasurar sus barbas.

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