miércoles, 24 de marzo de 2010

Astillero


Acuerdos secretos
EU toma mando
Guerra sigue
Tec: ¡A estudiar!
Julio Hernández López



Estados Unidos acepta su responsabilidad compartida, que consistirá en seguir aplicando medidas unilaterales en México para que en este traspatio continúen la sangre y el miedo social, mientras en los jardines imperiales prosigue el plácido consumo de los enervantes nomás en suelo tercermundista combatidos.

Estados Unidos se compromete a entregar más dólares al atorado vecino pobre para que éste se llene de equipo, tecnología, asesores y agentes provenientes del país de las barras y las estrellas, todo lo cual formará parte de una reactivación financiera de la llamada Iniciativa Mérida que en realidad será un aceptado caballo de Troya para el control de un México que ha llegado a ser ingobernable (aunque no todos los dólares serán en efectivo, sino parcialmente en especie, para beneficiar a los productores gringos con compras con dinero donado y para evitar los sabidos actos de corrupción local que ese botín provocaría de entregarse directamente).

México se compromete a firmar los términos de cuanto acuerdo le sea presentado por la parte dominante y a poner patrullas, policías, soldados y marinos cada vez que la interventora oficial, señora Clinton, necesite venir personalmente a verificar el cumplimiento de lo convenido. Igualmente, la residencia de paso llamada Los Pinos estará disponible para que al final de esas visitas ejecutivas algún funcionario extranjero pase a informar al ocupante de la citada residencia que los trabajos concluyeron satisfactoriamente (para los intereses de Estados Unidos).

México también se compromete a entender invariablemente que la frase debemos estar juntos para hacer frente a esta amenaza del narcotráfico significa que las decisiones y acciones locales serán siempre sometidas al criterio y resolución de los comisionados estadunidenses, sean éstos o no el embajador especialista en estados fallidos, de apellido Pascual. Para evitar controversias que pudiesen concitar la intervención de peritos traductores, la parte mexicana también acepta que la alocución no se trata de reuniones, de discusiones, nuestros presidentes quieren resultados, habrá de ser siempre entendida como un reconocimiento plenipotenciario de que el presidente Obama quiere resultados (en apoyo de este punto se deja constancia de que los mexicanos no cuentan, en realidad, con figura institucional que hiciera necesario dirimir a qué presidente se pudiera referir la antedicha frase).

Firman el contrato de anexión silenciosa, como testigos de honor, Fernando Gómez Mont, ya especializado en estos menesteres, y la canciller Patricia cuya función EsPenosa. Aún no se sabe si de este asunto Felipe ya sabe o lo seguirá negando, como en el caso de las alianzas partidistas que corresponden al ámbito interno de este protectorado sureño. De inmediato la parte estadunidense tomará control del manejo operativo de las fronteras mexicanas en términos migratorios (aduanas, aeropuertos, etc.) y políticos y policiacos en municipios y ciudades donde el desbordamiento oportunamente provocado haga necesaria la intervención de las fuerzas troyanas, incorporando así los conceptos estadunidenses de seguridad nacional y migración al menú que deberán servir los meseros hispanoparlantes.

P.D. Los aspectos verdaderamente importantes de esta reunión binacional de impartición de instrucciones estadunidenses no son ni serán del dominio público. De lo que sí se podrá decir a los medios de comunicación se deja constancia en copias por duplicado que preventivamente quedarán en poder de la parte estadunidense que incluso podría no firmar nada. Para garantizar el cumplimiento de todo lo acordado se mantendrá vigente la llamada guerra contra el narcotráfico, que aportará a la administración mexicana intervenida la posibilidad de mantenerse en el poder por la fuerza de las armas. La desestabilización será constante y el control de la sociedad se fortalecerá mediante miedo y desesperanza. Dado en la extensión de la ciudad de Washington, que para efectos prácticos será llamada México, septiembre de 1847.

Astillas

El rector general del sistema Tec, Rafael Rangel Sostmann, prefirió ver a largo plazo en el asunto de los dos jóvenes de su comunidad asesinados en circunstancias que deberían poner bajo la inmediatez de la lupa crítica el comportamiento de las fuerzas institucionales de presunto combate al negocio de las drogas y la necesidad de cumplir con averiguaciones, procesamientos y castigo inequívocos a quienes acribillaron a estudiantes que a no haber sido por su pertenencia a ese relevante instituto habrían quedado como simples bajas atribuibles al chivo expiatorio masivo denominado sicarios o narcotraficantes (esa condición especial quedó de manifiesto en una pifia de Calderón al decir que sus muertes son dolorosas por tratarse de alumnos ejemplares, entregados al estudio y con trayectorias intachables, como si solamente cumpliendo con esas condiciones se mereciera una discutible valoración positiva del jefe de las fuerzas sospechosas de esas muertes)... Con el preparado ingrediente de exculpación gubernamental que significó la presencia de la esposa de Calderón, portadora del peculiar mensaje de condolencia selectiva, el rector del Tec exhortó a sus dirigidos a perseverar en el estudio, a prepararse y participar en el diseño de propuestas de solución a los problemas nacionales, todo lo cual es absolutamente plausible, pero se quedó en esas buenas intenciones genéricas, ayudando así al gobierno federal beligerante a atemperar críticas y a disolver protestas... Rangel Sostmann llegó al extremo de citar el caso de Eugenio Garza Sada, asesinado durante la presidencia de Luis Echeverría, como si pudieran equipararse los movimientos guerrilleros de aquella época, uno de ellos responsabilizado del intento de secuestro y el asesinato del citado empresario, y la violencia de Estado desatada en el marco de una guerra contra el narcotráfico. Metidos ya en remembranzas históricas, la conducta del rector del Tec hizo evocar la grandeza del rector de la UNAM en 1968, Javier Barros Sierra... ¡Hasta mañana!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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