A la mitad del foro
León García Soler
Quince de septiembre de 2009, noche de Grito y desde el balcón central de Palacio Nacional, Felipe Calderón lanza un estentóreo y emotivo: ¡Viva el bicentenario de la Independencia Nacional! Mañana, lunes 21 de septiembre de 2009, Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo, presentará en San Lázaro su propuesta de proyecto alterno de presupuesto 2010. Viernes 18 de septiembre de 2009, Marcelo Ebrard declara en entrevista radiofónica con Joaquín López Dóriga: Me he preparado muchos años para ser presidenciable.” Y los augures pregonan encuestas que dan a Enrique Peña Nieto 61 por ciento de las preferencias para las elecciones presidenciales de 2012, mientras asignan 16 por ciento a Ebrard y un par de puntos menos a López Obrador. Ahí la dejamos.
O atendemos a la sabiduría del personaje de La sombra del caudillo, criatura de Martín Luis Guzmán: Los políticos mexicanos nada más conjugan el verbo madrugar. No por eso amanece más temprano. Ni se cumplen 200 años de Independencia y 100 de la Revolución, un año antes. Ni se cumplen las Leyes de Reforma; en la desmemoria el hito histórico que no hizo Nación, tal como la Revolución nos constituiría en Estado durante el siglo corto que empezó en 1914 y concluyó en 1989; siglo perdido, según la desmemoria de Fox, la de neoconservadores que aseguran vino de lejos la crisis de la contracción aterradora, la recesión que nos proponen corregir a contrapelo del resto del mundo.
Lo de hoy no es el fin de la historia, es el fin del pasado. En el que Agustín Carstens aprendió a conjugar el verbo madrugar. En pretérito pluscuamperfecto, dirían los memoriosos, al escucharlo proponer: primero los pobres. Malhaya quien recuerde que ese era el reclamo del lopezobradorismo que derivó en presidencia legítima alterna. Dos por ciento adicional al consumo, a las ventas y servicios: el infamante impuesto tiene pico de pato, cola de pato, grazna como pato... No habrá entre los sobrevivientes del PRI incluyente, suficientes tecnócratas por adopción, conservadores por vocación, rentistas por ambición, para aprobar el 2 por ciento de la simulación de etiquetar ese ingreso a los más pobres de los pobres.
A través de la radio se lo precisó Rolando Cordera al secretario de Hacienda. Y el doctor Carstens respondió: “Si no se puede, este, je... je... ya es una cuestión que nos rebasa.” No aclaró si los rebasa por la izquierda, o por el pasmo del statu quo, el marasmo de la obsecuencia a un sistema que dejó de imperar al estallar la crisis que el presidente Calderón y su secretario de Hacienda dicen que vino del exterior y sostienen que nos afectará menos que al resto del mundo. México es una isla: recortes al gasto, medidas de austeridad, aunque Brasil, China, India, la Unión Europea y Estados Unidos inviertan y hayan recurrido al gasto público, aun a costa de endeudarse. Rolando Cordera concluiría con loable comedimiento: “El secretario propone una estabilización que desestabiliza. Espero equivocarme.”
Al otro lado del espejo aconsejan ir despacio porque tienen prisa. Transformado en analista y arúspice con credenciales técnicas, el vocero de Luis Donaldo Colosio y luego secretario particular de Ernesto Zedillo en la cercanía que da influencia, Liébano Sáenz escribe: “Los dos secretarios (Agustín Carstens y Fernando Gómez Mont, de Hacienda y de Gobernación, respectivamente) son, después de los titulares de Defensa y Marina, los miembros del gabinete más importantes en su dimensión política”. Tal cual. O la amenaza a la seguridad nacional ha superado al poder constituido del mando civil o la guerra de Calderón ha impuesto el napoleónico estado de sitio ficticio y las reformas retomadas por el secretario Gómez Mont son preámbulo de una restauración del supremo poder conservador.
Esa visión circular del futuro sí agraviaría al Ejército de la Revolución Mexicana. El imperio de la ley no puede ser motivo de escarnio. La Secretaría de la Defensa ha reconocido y llevado a juicio presuntas violaciones a los derechos humanos; en discursos protocolarios, formales, el general-secretario ha insistido en que el fuero de guerra no conlleva impunidad. Las fuerzas armadas se han mantenido firmes en medio de la demolición institucional. No está en duda el mando, la jefatura del titular del Poder Ejecutivo, pero el uso del Ejército en tareas policiacas, como una constante y no como respuesta coyuntural, es el mayor de los riesgos. Cito a Jorge Carrillo Olea (La Jornada, sábado 19 de septiembre de 2009): “La buena fe que salvaguarde el prestigio de las fuerzas armadas del escarnio no es tarea del Legislativo ni de los medios ni de la sociedad. Es del Poder Ejecutivo.”
De Felipe Calderón, quien ha procedido a disolver dependencias federales y a sustituir al procurador general de la República, al secretario de Agricultura y al director general de Pemex. Y ahora, en tanto que el secretario Fernando Gómez Mont, otrora primer violín en el concierto político, convoca a proseguir la reforma del Estado, a reducir el número de senadores y diputados, a aprobar la relección consecutiva de legisladores y autoridades municipales, a instituir el referendo y el plebiscito. A levantarse y andar, en San Lázaro y en toda la República. El abogado litigante suma su iniciativa a las propuestas por la oposición plural, especialmente por el PRD y por el PRI. Loable empeño. Aunque todavía genere anticuerpos la relección, aunque omita ostentosamente la de presidente de la República.
Para uno que madruga, uno que no se acuesta, dicen los campiranos, con malicia gemela a la que asegura que quien no asegunda no es buen labrador. Y ahí están los pasos de López para quitarle el sueño a Ebrard. O cuando menos para que muestre su faceta pragmática al asegurar que hoy está preparado para ser Presidente (con mayúscula), pero que todo depende de quién esté “mejor posicionado dentro del partido” en 2011. Habría que preguntarle, sin ánimo de recordarle la triste experiencia de Manuel Camacho: ¿en cuál partido? Jesús Ortega controla los recursos materiales y es sombra que pasa en la diáspora de la izquierda devenida movimiento que ya reivindicó la legitimidad y busca rumbo a la legalidad institucional que mandó al diablo y a la que en el pasado no tan distante confrontó en luchas guerrilleras. El PT naufraga y Convergencia busca buen puerto. López Obrador es el partido, es el movimiento, es el de la campaña madrugadora en todos y cada uno de los municipios del país.
Tiene la llave el de la desmesura tropical. En el priato tardío, el ingenio incuestionable de Óscar Flores Sánchez acuñó la frase definitoria de la sucesión unipersonal en el cesarismo sexenal: “Esa puerta (la del despacho presidencial de Los Pinos) nada más se abre desde adentro.” Lo pasado, pasado. Es irrepetible, dice Beatriz Paredes: “La etapa del presidente de la República y un partido hegemónico, del presidente como jefe del partido, no es una etapa que pueda regresar”.
Llegó el fin del pasado, pero alzan la voz quienes se aferran al dogma neoconservador. Frente a la crisis mundial y tras cinco lustros de crisis interna, hay que acudir al juicio fulminante de John Stuart Mill: “Aunque no es verdad que todos los conservadores son estúpidos, es cierto que la mayor parte de los estúpidos son conservadores.”
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