miércoles, 16 de septiembre de 2009

De Hidalgo y Morelos a Calderón y AMLO


Los medios oficiales de control han mutilado la capacidad de indignación de los mexicanos, lo que alimenta la soberbia del poder conservador emblematizado en Calderón, confiado en que AMLO jamás dará un "grito" que transforme la insurgencia civil en una revolución, como hizo Morelos a lo iniciado por Miguel Hidalgo.

por Fausto Fernández Ponte

"¿Por qué no queremos mejorar nuestrea rtriste situación nosotros mismos? Porque le tenemos miedo al cambio y que éste sea, sobre todo, revolucionario de esencia y no solamente de apariencia". Carlos Contreras Pérez.

I

Andrés Manuel López Obrador, quien abandera una insurgencia civil organizada de largo aliento, desestimó hace días, en declaraciones consignadas en los medios difusores, la vía armada para conquistar el poder político del Estado y realizar, desde éste, cambios de fondo verdaderos.

Ese sentir de don AMLO explicaría su alejamiento aparente de otras vertientes de la lucha social y revolucionaria que han abandonado la insurgencia civil y la oposición tolerada --que no aceptada del todo por el poder político del Estado-- e incursionado en el ámbito revolucionario.

Ésto nos lleva al sentir del caro leyente Contreras Pérez, quien nos lee, informa, desde Chiapas en Diario Libertad y autor del epígrafe en la entrega de hoy. Don Carlos agrega: "Los mexicanos de hoy somos en el fondo conservadores y comodinos: que sufran otros, no yo ni mi familia".

También escribe el leyente aquí citado: "Por ello, optamos por el desplante y el aspaviento privado o semiprivado y, a veces, público, y rechazamos la acción real de masas para conquistar el poder político. Nos conformamos con sólo intentar influir en el poder, no en tomarlo".

Añade: "Nos resulrta incómodo iniciar o sumarnos a un proceso revolucionario, más allá del estallido social, que es un fenómeno de ambigua y muy general definición. Una huelga obrera es un estallido gremial, más no una explosión de lucha de clases ni revolucionaria".

Los conceptos vertidos por el leyente Contreras Pérez antójanse atañederos a un dilema de los mexicanos que acusa indicios de existencial. El dilema mexicano tiene causales idiosincrásicas obvias derivadas, a su vez, de otros vectores causativos. ¿Detona ese dilema una búsqueda interior?

Es posible que los mexicanos confundamos lo que queremos realmente, con lo que podemos hacer más allá de la decisión íntima --la del fuero interno, la del momento de la verdad-- que exige no engañarse a uno mismo ni jugarnos trampas con espejos falsos y cortinas de humo.

II

En el dilema mexicano hállasele mérito revolucionario, sin tenerlo, a ciertas acciones mediáticas de grupos sociales --que no estratos-- organizados para exhibir a políticos impopulares, pero sin ninguna propuesta reivindicadora que produzca un cambio real en el statu quo.

Ese statu quo es de opresión. Pero comprender la opresión y aceptar que somos víctimas damnificadas de ésta, implica, primero, reconocer que nuestra educación cívico-política está condicionada, precisamente, por los medios de control societal usados por el poder formal y el fáctico.

A partir de esa arrogancia autosuficiente --creemos saber mucho de política cuando en realidad nuestra ignorancia y pereza mental colectivas devienen en prejuicios tales como los de creer en lo increíble--, nuestra educación política está orientada a avalar pasiva o activamente el statu quo.

Ésto nos lleva al fondo histórico del dilema mexicano --uno de cuyos vectores conformantes es el uso de los medios de conrtrol social por el poder político del Estado y la oligarquía que lo patrocina-- y al telón de fondo histórico a partir del "grito" de independencia, de Miguel Hidalgo.

El "grito" fue un exhorto --un llamado, pues-- a una insurgencia contra los españoles, lo cual no preocupó mayormente a éstos sino hasta que Hidalgo le dio un sesgo de 180 grados a su movimiento: abolir la esclavitud, base del brutal statu quo económico colonial; en 1570, Yanga ya la había abolido.

Ese mero hecho convirtió a la insurgencia en un afán revolucionario, siendo, incluso, el imán que atrajo a la masa indígena. De las risotadas de burla y desprecio, los realistas españoles accedieron a la preocupación. No es lo mismo una insurgencia que una revolución; ésta implica transformar.

III

En igual vena, a la Corona --representada en la Nueva España por el virrey-- le empezó a preocupar las guerrillas de José María Morelos y Pavón cuando éste promulgó la Constitución de Apatzingán y los Sentimientos de la Nación. Directo al corazón del statu quo.

Así, Morelos también convirtió la insurgencia --alicaída en 1814-- en revolución. ¿Moraleja? La insurgencia civil, cívico-militar o armada carece de futuro sin un planteamiento revolucionario que establezca, en lo ideológico y lo político, una estrategia societal contra el statu quo.

Y en esas estamos hoy, a 199 años de distancia. Nos hallamos ante un statu quo que, comparativamente mediante la metodología del historicismo y otros enseres del conocimiento materialista y dialéctico, es peor que la de 1810 (o 1824, al consumarse la Independencia). Sí, cualitativamente peor.

Felipe Calderón representa el statu quo. Y que él le rinda homenaje a Hidalgo y Morelos, así como lo ha hecho con Benito Juárez, es inaceptable, por ofensivo y porque es un ejercicio cínico en simulación. Sabe que estamos peor que en 1810, mas no lo admitiría. El virrey lo sabía también.

Y si estamos peor, ¿por qué nos resistimos a hacer lo que hicieron Hidalgo y Morelos y sus brillantes asesores políticos? Porque nuestras protestas civiles, con la excepción de los indígenas zapatistas y el EPR y unos pocos más, no preconizan un cambio revolucionario ni un riesgo real al statu quo?

Quizá lo que le falta al Gobierno Legítimo --su legitimidad deviene de la negativa del poder político calderonista-priísta al recuento de voto por voto de la elección de 2006-- que preside don AMLO es convocar a un Congreso Constituyente y promulgar una Carta Magna de inequívoca laya social.

Un nuevo Estado (la IV República, después de las de 1824, 1857 y 1917), con un poder político orgánicamente popular, subordinado al elemento constitutivo principal, el pueblo, para que éste participe en aquél sin simulación, inspirado en Hidalgo, Morelos, Juárez y Emiliano Zapata.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

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