06 de septiembre de 2009
Preguntas como una guía para evaluar el carisma mediático, el único realmente existente (si uno no la ve en pantalla, la persona no existe). No contestes ahora, no contestes después. Ya es tiempo que las preguntas no te obliguen a nada.
1. Estás, en un auditorio o ante la pantalla, ante un político calificado de inminente, es decir, del que se esperan grandes cosas o, mejor, pequeñas cosas con grandes presupuestos. Entonces:
—¿Te fijas en sus palabras o estás convencido (convencida) de que un político no habla para decir sino para bendecir?
—En las pláticas con tus amigos, ¿le asignan un valor a sus conceptos?
—¿Cuando hablas de un político, el que sea, sueles comentar: “¡Qué inteligente es!”? ¿Cuándo fue la última vez que le concediste atención no a las acciones o al fracaso de ellas, sino a las ideas?
—Según varios comentaristas de radio, las mejores ideas se expresan con un buen traje y un mejor perfil. ¿Es esto cierto?
—¿Qué registras más: la aparición de las imágenes y menciones de un político en la televisión, o la frecuencia con que sus puntos de vista críticos te ayudan a entender el presente?
—¿Te gustaría que hubiese encuestas en las que se indagara en la popularidad del pensamiento filosófico de un político? Se podría empezar con el presidente de la República.
—Cuando al político se le entrevista, ¿lo que contesta tiene que ver con las preguntas del interlocutor o es parte de un discurso memorizado que ni siquiera se toma la molestia de escuchar?
—¡Fíjate bien! El político (el presidenciable) está frente a las cámaras y micrófonos y comienza su discurso. Tú te dispones al aprendizaje, ¿cuánto de lo que dice ya lo habías oído o todo te suena a nuevo el único minuto que le prestas atención?
—¿Te acuerdas de la última vez que exigiste que los políticos fueran inteligentes? ¿Y por qué te fastidiaron las carcajadas de tus amigos?
—Un presidente de la República lúcido y autocrítico es una pica en Flandes. Hasta aquí, bien, ¿pero qué es una pica en Flandes? ¿Qué necesidad hay de metáforas estorbosas cuando todo puede ser sencillo como la vida? Ya no se puede decir “sencillo como el agua” desde que escasea tanto.
2. El carisma, que tantas referencias consigue, es un término inasible o por lo menos tan indefinible como la crisis y la rapidez con que se ha resuelto. Ponte listo, ponte abusado, ponte genial, y responde o cállate lo que quieras:
—¿El carisma va con el puesto o hay la posibilidad remota de un carisma sin sostén presupuestal?
—Un candidato o un precandidato necesita de varios cuerpos de asesores bien remunerados, con los cuales debe pasar algún tiempo al día o a la semana. Pero si su asesor principal es el espejo, ¿éste recibe salario? (Pregunta metafísica.)
—El carisma, se dice de varios modos, es la cualidad de la persona que consigue la atención unánime en el momento en que entra en una habitación, lanza un discurso o se queda, sin haber hecho nada, aguardando la ovación que llega de inmediato. Si esto es cierto, ¿puede hablarse de un carisma genuino, de un carisma chafa o de un carisma carismático?
—Alguien aparece muchas veces en televisión, sin que venga a cuento, aunque esté en una cuenta, ¿puede hablarse de su carisma, de su capacidad para atraer buenas voluntades nomás porque sí, o de las sospechas de los seres que nunca aceptarán que la excelencia puede estar acompañada de muchísimo dinero pero no por eso deja de mostrarse dadivosa?
3. Las encuestas son el paraíso del rigor científico. Supongo que ni tú y, desde luego, ni yo hemos encontrado una encuesta de la que sospechemos en lo mínimo. A este respecto, puedes ser sincero y abrirnos tu corazón:
—En la encuesta de la mañana, el político que busca la Presidencia tiene 89% de aprobación directa; en la tarde goza de 94%; en la noche dispone de 99% y ya para la madrugada está cómodamente instalado en 116% de aprobación. ¿Hay algo que te suene raro?
—Las encuestas para 2012, el año que viviremos candorosamente, son lo más parecido a la moda del chip como forma aristotélica de la conciencia. Una reciente da el siguiente resultado: el candidato del PRI tiene 90% de las intenciones de voto; el candidato del PAN tiene 87% de las intenciones del sufragio; el candidato del PRD goza de 80% de las simpatías para las casillas. ¿Crees que alguno de estos datos esté falseado?
—¿Es verdad como lo es, y por eso es verdad, que en la privacidad de tu fuero íntimo (dos cosas distintas) tú dedicas parte del tiempo a hacer tus propias encuestas sobre tu popularidad, basándote en los métodos estrictamente científicos de las compañías encuestadoras más confiables, y que de esas autoencuestas desprendes, por ejemplo, que 75% de quienes te conocen, incluidos tus padres, desearían haberte conocido antes; 100% de los que no te conocen se arrepentirán por su ignorancia; 60% de los que tú consideras tus mejores amigos, cuando no estás presente, hablan bien de ti, incluso muy bien, pero nunca se acuerdan de tu nombre o de tu aspecto; 50% de los que recién te han sido presentados están dispuestos a jurar que desde el momento en que te vieron se dieron cuenta de que tú eras distinto a todos, aunque no saben explicar por qué y están un poco aturdidos ante tu insistencia: “Perdona, ¿a quién te refieres?”?
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