JOSé GIL OLMOS
MÉXICO, D.F., 22 de julio (apro).- Desde que andaba en campaña, Felipe Calderón abanderó el tema del empleo y el combate a la inseguridad como sus dos metas principales, y, al llegar a Los Pinos, trató de legitimarse declarándole la guerra al crimen organizado, olvidando su primera prioridad.
No ha pasado ni la mitad de su sexenio, y ha incumplido en ambas tareas, pues no sólo ha perdido la guerra contra las bandas criminales, sino también contra la pobreza y el desempleo, que se han incrementado de manera preocupante en un país permanentemente en crisis.
En el combate al crimen organizado, Calderón no sólo ha perdido la batalla contra las bandas dedicadas al narcotráfico; también lo ha hecho contra las que extorsionan, secuestran, trafican con humanos y las que lavan el dinero que produce esta industria.
Además de eso, la adicción entre los mexicanos se ha elevado en 78% en los últimos ocho años, con el agravante de que no se ha cuidado el aspecto de la atención, dado que no existe una estructura que trate a 361 mil adictos que en su último reporte registró el Consejo Nacional contra las Adicciones.
La inseguridad en México ha crecido tanto, que varios grupos de empresarios, inversionistas y grandes comerciantes de distintos estados del país han optado por contratar sus propios guardias de seguridad –los comandos blancos–, milicias privadas que pueden generar graves peligros para el resto de la ciudadanía.
Y, por si fuera poco, otra de las guerras perdidas del gobierno de Felipe Calderón ha sido el combate a la pobreza.
En días pasados, el titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Ernesto Cordero, reconoció que en los dos primeros años de gobierno calderonista había aumentado la pobreza de patrimonio, así como de capacidades y alimentaria entre las familias mexicanas.
Casi inmediatamente después de que pasaron las elecciones, Cordero (a quien se menciona como uno de los favoritos de Calderón para la candidatura presidencial de 2012) dijo que de 2006 a 2008 aumentó en cinco puntos porcentuales la pobreza de patrimonio y alimentaria.
Ello quiere decir que más de 6 millones de mexicanos se sumaron a los 50 millones que ya se tenían contabilizados como pobres, de acuerdo con la medición que elaboró el Consejo Nacional de Evaluación (Coneval).
Según el organismo descentralizado, en esos dos años el porcentaje de personas en condición de pobreza alimentaria subió de 13.8 a 18.2%, y la de patrimonio de 42.6 a 47.4%.
Al precisar esos datos, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señaló que el número de hogares mexicanos que hace dos años sobrevivían con apenas 6 mil pesos al mes, disminuyó en 1.6%, mientras que aquellos que ganan 2 mil pesos mensuales bajaron sus ingresos en 8%. Y los pobres se hicieron más pobres, pues el mismo INEGI señala que no hubo variaciones de ingreso en las otras capas económicas.
El fracaso de la política social, de combate a la pobreza, del gobierno calderonista se ve más claro si tomamos en cuenta un dato que resulta paradójico, pues los recursos para la Secretaría de Desarrollo Social se duplicaron en el mismo periodo de 24 mil a 50 mil millones de pesos; en tanto que el gasto social programado en estos dos años también aumentó de 80 mil millones a 208 mil millones de pesos.
Según especialistas en la materia, estos datos demuestran que el gobierno de Calderón no ha sabido gastar el dinero en los programas sociales, debido a que no están bien enfocados, y en lugar de abatir la pobreza la ha multiplicado.
Sin embargo, en un eufemismo ridículo, el titular de la Sedesol calificó de "baches" los índices de pobreza, pues aseguró que la tendencia histórica en este rubro es a la baja. Además, defendió la aplicación de los programas sociales y adelantó que harán un análisis para determinar cuáles de los 19 programas continuarán o se les harán los ajustes necesarios para focalizar y mejorar su atención, decisión que, por cierto, ya fue criticada por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Ajeno al sentir social, sobre todo de zonas rurales y urbanas del país donde ya hay desesperación, Cordero justificó los bajos índices alimentarios por la misma crisis mundial que encareció los precios de los alimentos, como el arroz, huevo y aceite, en más de 25%, 12% y 40%, respectivamente.
En cuanto a salud, las cosas no pintan mejor. México cuenta con 4 mil 203 hospitales, de los cuales mi 121 son públicos y 3 mil 082 privados. En promedio, el sector público tiene 0.74 camas por cada mil habitantes, cifra inferior a la sugerida por la Organización Mundial de la Salud, que es de una cama por cada mil habitantes.
Y más: El acceso a servicios de salud aún no alcanza a toda la población, y pagar por servicios privados resulta imposible para la mayoría. En cuanto a la cantidad de personal capacitado disponible en ese sector, México tiene 1.85 médicos por cada mil habitantes, cifra inferior al promedio internacional deseable, que es de tres médicos.
En educación, como ya se sabe, somos un país de reprobados, de acuerdo con los estándares de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Y en el colmo de este rubro, Calderón signó una alianza con Elba Esther Gordillo, la dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en los últimos 20 años, quien para muchos es la imagen de la corrupción política nacional.
Y existen otros indicadores que nos reflejan el enorme atraso del país, pero son batallas perdidas porque al respecto Felipe Calderón ha hecho poco o nada, ya que su principal preocupación sigue siendo legitimarse en el poder, usando al Ejército en su lucha contra el narcotráfico.
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