sábado, 13 de junio de 2009

René Arce y el plato frío de la venganza

Salvador García Soto
Serpientes y Escaleras
13 de junio de 2009



Frente a representantes de todas las tribus perredistas, Arce fue directo: “Tú me traicionaste, te aliaste con Marcelo y me traicionaste”, espetó a Jesús Ortega

Cuando se percató de que todas las corrientes del PRD se habían unido en su contra y que lo mismo sus antiguos aliados de Los Chuchos que Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador confabulaban para arrebatarle su coto de poder, René Arce intentó enfrentarlos con todo el poderío económico y clientelar que ha construido en Iztapalapa en más de 10 años de dominio. Pero no pudo; la conspiración en su contra lo derrotó en los comicios internos de abril pasado.

Desde entonces, el senador Arce fue planeando su venganza y de la rabia y el coraje inicial pasó a la calma y a la operación política; recordó que ese es un plato que se come frío. Y así, cuando las cosas aparentemente ya se habían enfriado y cuando Clara Brugada, apoyada por las huestes bejaranistas, lopezobradoristas y los recursos del gobierno de Marcelo Ebrard, ya se veía en caballo de hacienda para gobernar el principal bastión del PRD en el país, René asestó el golpe final.

Para llegar al fallo del Tribunal Electoral federal que el jueves a la medianoche le devolvió la candidatura a su ex esposa Silvia Oliva, al declarar nulo el triunfo de Brugada, René Arce tejió fino y operó con sus nuevos aliados: el PRI.

Las amenazas que el senador perredista lanzó el 24 de marzo en una reunión con los líderes de todas las tribus del PRD, a quienes advirtió “voy a impugnar los resultados y si no limpian la elección en Iztapalapa, me voy con mi gente a apoyar a los candidatos del PRI”, se cumplieron. Desde aquella fecha, Arce se acercó a priístas de la cúpula, a los que les pidió ayuda en una negociación política en la que puso a disposición del PRI sus efectivas redes electorales y clientelares.

A cambio de apoyar a los candidatos priístas en municipios estratégicos como Ecatepec, que puede ser recuperado por el PRI en los comicios del 5 de julio, René Arce obtuvo el apoyo del gobernador Enrique Peña Nieto y de Manlio Fabio Beltrones para operar su impugnación ante el Tribunal Electoral federal. Sobre todo, Beltrones fue pieza clave para que los magistrados federales, encabezados por la presidenta María del Carmen Alanís, cercanísima al sonorense, se percataran de que las irregularidades de los comicios internos del PRD en Iztapalapa ameritaban la anulación y por lo tanto dieran el triunfo a la esposa de Arce.

En aquella ocasión, frente a representantes de todas las tribus perredistas, lo mismo el líder Jesús Ortega que la jefa bejaranista Dolores Padierna o la lideresa del PRD capitalino, Alejandra Barrales, René fue directo en sus acusaciones: “Tú me traicionaste, te aliaste con Marcelo y me traicionaste”, espetó a Ortega y delineó su venganza.

El fallo del Tribunal Electoral fue un golpe de varias bandas dentro del PRD. La noche del jueves, en las afueras del edificio del tribunal, escondido para que no lo vieran los medios, Andrés Manuel López Obrador encabezaba a los grupos de perredistas que defendían a Clara Brugada y presionaban para que el tribunal no le revocará la candidatura. Perdió, pues, López Obrador con ese fallo.

Pero también perdió Ebrard, que había impulsado la candidatura de Brugada con la idea de arrebatarle al grupo de Arce el mayor semillero de votos —y de recursos económicos— del PRD en la ciudad de México. Derrotados también con ese fallo fueron Jesús Ortega y su corriente, Los Chuchos, que habían pactado con Ebrard para hacer a un lado a René Arce y a su familia, a cambio de que el jefe de Gobierno apoyara la candidatura de Jesús al gobierno capitalino en 2012.

En el fondo de toda esa disputa, de la venganza de Arce y la derrota de AMLO, Ebrard y Ortega, está la guerra por Iztapalapa, el lugar en el que comenzó a construirse el ya largo dominio del PRD en la ciudad de México; la delegación que recibe el mayor presupuesto público del DF; la demarcación que aporta los 2 millones de votos que permiten al perredismo seguir controlando la capital del país; el lugar desde el cual se puede apuntalar cualquier proyecto político no sólo en la ciudad sino en la búsqueda por la Presidencia. De ese tamaño es la disputa.

CALDERON: DURMIENDO CON LOS ENEMIGOS

Como gancho al hígado del presidente Felipe Calderón y su guerra contra el narco; como golpe bajo a la principal bandera electoral del PAN en estas campañas —“que la droga no llegue a tus hijos”—, las grabaciones que balconearon al candidato panista a la alcaldía de San Pedro, Mauricio Fernández Garza, abollan toda la estrategia conjunta trazada entre Los Pinos y el CEN del PAN en esta contienda.

“Los Beltrán Leyva, vamos a decir, de las partes criminales, son las menos malas mexicanas… no les da por el secuestro y todas esas cosas”, dijo el candidato del PAN en una reunión privada de la que se grabaron y difundieron sus palabras, y en la que también reveló que él ya se reunió con los hermanos Beltrán Leyva para que conocieran su plan de seguridad; que esos capos —que están entre los más buscados por la DEA y el gobierno mexicano— viven ahí en San Pedro, y que, de llegar a la alcaldía, en su gobierno se permitiría la venta de la droga “siempre y cuando no sea una venta obvia”.

¿Dónde quedaron entonces los discursos del presidente Calderón diciendo que no se va a negociar con los narcotraficantes, que se les va a combatir hasta las últimas consecuencias? ¿Dónde quedó aquello de que los gobiernos del PAN no pactan con los criminales, que tanto presume como principal línea de su discurso en estas campañas Germán Martínez?

Ya antes de que Fernández —por cierto, el mismo que perdió la gubernatura de Nuevo León en 2006 cuando dijo que en su juventud fumaba mariguana— confirmara que no todos en el PAN coinciden con la guerra de Calderón y que sí hay panistas que prefieren pactar con los narcos en lugar de combatirlos, el candidato de Acción Nacional a la gubernatura neolonesa, Fernando Elizondo, había dicho algo similar en un video hace unas semanas. “Preferimos nosotros que hubiese un entendimiento (con los narcos) y que el gobierno dijera: mira te voy a dejar operar tranquilo y no me molestes”, dijo.

Así que tal vez muchos mexicanos crean que el presidente Calderón realmente tuvo valor y decisión de enfrentar a los capos de la droga y su millonaria y criminal industria; tal vez un porcentaje de electores decida apoyar la guerra de Calderón con sus votos; pero lo que es en el PAN, parece que el Presidente no convence a algunos de sus correligionarios que, como Penelopé, destejen —de noche y en lo oscurito— lo que el Presidente teje de día.

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