Ricardo Alemán
Itinerario Político
15 de abril de 2009
No sabemos si Pemex confundió la construcción de una nueva refinería con la instalación de una “tiendita de la esquina”. ¿Por qué? Porque en su dictamen otorga a Hidalgo sólo 100 días para la compra de los terrenos que se entregarán a la paraestatal.
Es decir, si el gobernador Miguel Ángel Osorio Chong no compra, regulariza y entrega 700 hectáreas en tres meses, la refinería se va a Guanajuato —entidad emblema del PAN—, en donde Juan Manuel Oliva parece apostar al fracaso de Hidalgo. Y es que al conocer que Pemex se inclinó por Tula, el gobernador de Guanajuato dijo: “La refinería aún puede venir a Salamanca, y nosotros sabemos esperar”.
¿Por qué convertir la instalación de la refinería en disputa entre gobiernos del PRI y del PAN? ¿Por qué amagar con llevarla a Guanajuato, cual pistola amartillada que pudiera dispararse en la cabeza de los hidalguenses? ¿Por qué alentar a grupos a sueldo para que repitan la experiencia de Atenco, en donde machetes en mano echaron por tierra la construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco? ¿Por qué confundir la refinería con un tendajón?
En el fondo asistimos a una perversión política germinada en la casa presidencial y detonada desde Pemex. Claro, si no es que la paraestatal se aventó la puntada de definir —¡por fin!— el inescrutable término “guanajuatizar”, acuñado por el líder azul, Germán Martínez, para ilustrar a un gobierno exitoso. Si es que se puede hablar de éxito en Guanajuato. ¿Por qué se debe hablar de una perversión política?
Porque abundan los indicios de que en torno a la construcción de la refinería se dio un desaseado manoseo político. Primero, porque en su calidad de jefe del Ejecutivo —y con elementos técnico-financieros—, Felipe Calderón cuenta con facultades plenas para decidir dónde se construye la refinería. ¿Por qué el Presidente no tomó la decisión sin manoseos políticos?
Segundo, porque a los ojos de gobernadores con interés en la refinería, de especialistas del tema y observadores externos, la pasarela de mandatarios estatales no fue más que un grosero circo, cuando todos sabían que ganaría Tula. ¿Para qué esa pasarela? Y tercero, porque al amagar con la alternativa de Guanajuato se estimula una peligrosa guerra política entre gobiernos estatales y grupos radicales contra un gobierno del PRI como el de Hidalgo. ¿Por qué alentar esa guerra?
Habrá muchas respuestas a las interrogantes previas. Lo cierto es que la maldad política tiene un fin electoral y… un cobro de facturas a quienes echaron abajo la iniciativa presidencial de reforma petrolera. Y sí, se puede caer la refinería. ¿Quién pretende el sabotaje?
EN EL CAMINO
Ahora resulta que todos sabían que era Tula. Ajá.
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