¿Terminó la era del secreto bancario?
¿Conoceremos las cuentas de ahorro de los chuchos?
¿Investigará Elliot Ness a Lotería Nacional?
Jaime Avilés
Al mismo tiempo que Eduardo Galeano, pasó por México un verdadero ferrocarril de información, que se fue dejándome envuelto en la polvareda del asombro ante tantas cosas que no sabía. Por ejemplo, que en este planeta, hoy por hoy, nacen 10 mil blogs cada minuto. O que, en 2006, la humanidad escribió un número de palabras igual a todas las que había escrito a lo largo de los siglos, desde que aprendió a comunicarse con jeroglíficos. Toda la producción literaria del mundo fue duplicada en 12 meses gracias a las nuevas tecnologías y al tamaño de la población mundial.
Internet puede convertirse en la máxima esperanza de los árboles. A mayor volumen de escritura virtual habrá menor demanda de papel y, por tanto, de libros. Sin embargo, la savia que fluye por las venas de las computadoras nace fundamentalmente del petróleo, que se acaba; del carbón abundantísimo, pero mucho más costoso para generar electricidad; del agua que gira en las turbinas de las presas y del viento que mueve las hélices de los molinos alternativos, así como de las celdas que almacenan energía solar.
Estamos ante una paradoja en proceso de desarrollo. A medida que se reduzca el consumo de papel para la industria editorial, la academia y el correo, se incrementará el de luz eléctrica y, por tanto, el de petróleo, que a diferencia de todas las demás fuentes energéticas es, todavía, la única que puede hacer volar un avión. Hoy en día muchos automóviles se desplazan impulsados por gasolina de alcohol, de maíz o de otras semillas ricas en aceites vegetales, pero ninguna aeronave, que se sepa, ha despegado jamás con otro combustible que no sea turbosina o, como se llamaba antes, gasavión. Lo mismo ocurre con los grandes barcos.
Por supuesto que no lo veremos pero, más tarde que temprano, amanecerá el día en que por falta de petróleo el transporte aéreo volverá a ser privilegio para unos cuantos, y las compañías navieras se verán obligadas a fabricar nuevamente barcos de vapor, de carga y de pasajeros, de modo tal que ir de América a Europa, o de Veracruz a Buenos Aires, o de Tampico a Nueva York, o de Acapulco a Shanghai, será una tarea que, además de exigirnos mucho dinero y mucho tiempo, nos proporcionará la oportunidad de leer muchos libros de papel.
Elliot Ness en Shanghai
A propósito de Shanghai, quienes saben dicen que está resultando un fracaso la ruta que Aeroméxico abrió desde Tijuana hacia aquella ciudad china, debido a la rigidez de las autoridades migratorias de nuestro país que rechazan, por principio, casi todas las solicitudes de visa emitidas en la otra orilla del Pacífico. La idea de los visionarios que adquirieron Aeroméxico no era tanto que los mexicanos volaran en masa al gigante asiático, sino que los ricos hombres de negocios de allá vinieran a invertir aquí, lo que no está sucediendo, tal vez por los compromisos del gobierno pelele con Estados Unidos.
Los intolerables de Migración, coordinados por una señora panista de ultraderecha llamada Cecilia Romero, deberían enterarse de que si algo ha impedido el total hundimiento de la economía estadunidense es la fortaleza o, si se prefieren otras palabras, las gigantescas dimensiones de la economía china. Mientras esa clientela de mil 200 millones de consumidores tenga la necesidad de abastecerse en el mercado gringo, el país al que nosotros los mexicanos le vendemos 80 por ciento de todo lo que producimos se mantendrá en pie o, por lo menos, no se nos caerá encima.
Si al frente de la Secretaría de Hacienda no estuviera esa montaña de veneración y sometimiento a los dicterios del Banco Mundial, que han desmantelado a México en los últimos 27 años, la diversificación de nuestras exportaciones hacia China, y también a la India, reduciría nuestra dependencia de la frontera norte. Pero no, todo lo contrario, el espuriato ha optado por la vía del endeudamiento, contratando créditos por 47 mil millones de dólares, mucho más del doble de los 20 mil millones de dólares que, de acuerdo con el programa de emergencia de Andrés Manuel López Obrador, el “gobierno” (o lo que sea) de Calderón podría reunir bajando a la mitad los sueldos de los altos funcionarios de los tres poderes.
Éstos no sólo conservarán sus insultantes salarios, bonos, primas, ahorros, atención médica gratuita, compensaciones por fatiga, y las propinas que les dejen los enjuagues por debajo de la mesa –como el que tramó la Lotería Nacional de Elba Esther Gordillo para financiar la campaña electoral del candidato panista al gobierno de Campeche–, sino que pronto se repartirán ese botín de 47 mil millones de dólares frescos para rescatar las empresas de sus amigos (cobrando, discretamente, módicas comisiones por ello).
Para algunos analistas, la reunión del Grupo de los 20 (más un fallido Elliot Ness) en Londres fue un fracaso, porque el billón de dólares que el Banco Mundial dará para reactivar la economía del globo no será suficiente: 750 mil millones de dólares irán a las arcas del Fondo Monetario Internacional –que así triplicará sus reservas–, y serán destinados a la industria y el empleo de los 20 países más poderosos, mientras los 250 mil millones de dólares restantes de ese paquete financiarán el comercio internacional, beneficiando, entre otros, a Brasil, China, México, India y Estados Unidos. ¿Quiere esto decir que los días de Cecilia Romero al frente del Instituto Nacional de Migración están contados? Como dijo Descartes, no lo descartes…
¿Nace el consenso de Londres?
Según el primer ministro británico, Gordon Brown, las decisiones adoptadas en Londres marcan el fin del Consenso de Washington, es decir, del esquema bajo el cual operaron los últimos cuatro gobiernos mexicanos y lo que queda del felipato. ¿Qué van a hacer ahora si, según el documento final que suscribieron todos los convidados a Londres, “la era del secreto bancario ha terminado”? ¿De veras? ¿De confirmarse tan maravillosa noticia los mexicanos podremos conocer qué hay en las cuentas bancarias de Jesús Ortega y Jesús Zambrano, o de Carlos Navarrete, o de Roberto Hernández, o de Francisco Gil Díaz, o de Jesús Reyes Heroles González Garza, o de César Nava, o de Germán Martínez, o de los hijos de Marta Sahagún, o de los cuñados de Elliot Ness?
Habrá que ver si tales medidas no fueron meros placebos para calmar a millones de desempleados de mediano nivel que, antes de esta crisis, en Estados Unidos, por ejemplo, tenían un salario, una tarjeta de crédito y estaban pagando una casa, mientras ahora, por culpa de los banqueros, hacen cola en la calle para recibir un plato de sopa al día y sueñan con matar al cretino que los arruinó, quien por su parte ya no se atreve a comer en los restaurantes de Manhattan donde antes se cebaba, por miedo a que alguno de sus ex clientes lo esté esperando con una pistola dentro de la camisa.
Más de cien lectores de esta columna escribieron para avisarle a Silvio Rodríguez que el son montuno Comes y te vas es de la autoría de Guillermo Zapata, un músico de larga trayectoria y reconocido talento. Muchas gracias a todas y a todos. ¡Felices vacaciones!
Para comunicarse con esta columna jamastu@gmail.com
sábado, 4 de abril de 2009
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