viernes, 3 de abril de 2009

Atando cabos. Denise Maerker

Dinamitando la democracia






“Haiga sido como haiga sido”, dirán satisfechos los panistas el 6 de julio cuando en los números vean que su derrota el día anterior no fue tan apabullante como la anticipaban las encuestas y que el PRI no tiene la mayoría absoluta. ¡Uf, qué victoria! Los priístas no podrán gobernar desde la cámara. Que Calderón tampoco vaya a poder gobernar desde Los Pinos y que sólo pueda contar con el PRD de Ortega para pasar alguna iniciativa es lo de menos. No se trata de ganar y de poder gobernar, se trata de que el otro no lo pueda hacer bajo ninguna circunstancia. Y es que los otros, según los panistas, son intrínsecamente malos. Así lo demuestran sus campañas en las últimas dos elecciones. En 2006, cuando vieron a López Obrador muy por delante en las encuestas, decidieron prevenirnos: ese señor es un peligro para México. No es que Calderón fuera mejor, es que había que evitar, a toda costa, la catástrofe de quedar en esas manos. Y surtió efecto, por un pelo, pero Calderón ganó.

Es lo que mismo que están haciendo ahora. No es que ellos sean mejores, es que el PRI es un asco. Es un partido narco, nos dicen con horror. ¿Y por qué si ellos están en el poder y tienen el control de la PGR no hay ya varios gobernadores y ex gobernadores priístas en las cárceles? ¿Cómo es que han estado cogobernando con ellos tan amablemente en los últimos tres años? Hay dos posibilidades: que de verdad los panistas se sientan los únicos decentes de nuestra clase política o que se trate sólo de una estrategia electoral. En el primer caso estamos frente a una actitud muy poco democrática porque niegan la posibilidad de que otros quieran el bien de México y estén facultados para gobernarlo, y en el segundo es cinismo puro.

Porque una cosa es la pluralidad y el debate y otra muy distinta la difamación y la actitud reventadora y polarizante. En el PAN dicen que no vivimos en un país homogéneo y que hay que ventilar abiertamente las diferencias. Tienen razón. Durante décadas el régimen del PRI negó las diferencias y acalló el debate. Pero lo que hace el PAN no es constructivo.

A la mejor les vuelve a funcionar. Pero como en 2006 la política habrá perdido. Menos mexicanos creerán que es a través de nuestro método de representación que se deben buscar los cambios en el país, el sistema perderá legitimidad y la gobernabilidad a futuro quedara comprometida. ¿O qué a caso imaginan que si le pegan con esta campaña al PRI el 6 de julio ese partido estará dispuesto a los acuerdos legislativos? Claro que no.


Pasaron dos años antes de que una fracción del PRD suavizara su rechazo a Calderón. ¿Cuántos tendremos ahora que perder para que se restablezca cierta civilidad entre PRI y PAN? No sé, pero al PAN no le importa.

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