26 de Enero, 2009 - 06:00
El día de ayer, como cada día de asamblea, fue día de fiesta. Un sol tremendo, personas impacientes por la primera asamblea de este 2009, familias enteras y mucha energía. Algunos amigos encontrados entre un mar de gente no es más que buena suerte. Luego, vagando por los corredores naturales que se forman en la plancha del Zócalo capitalino, cualquiera de nosotros podíamos lanzarle un zapato a Calderón y darle en partes insospechadas, tal fue el caso de mi compañera que con fina puntería, y con su propio calzado, expresó su opinión acerca del presidente de facto.
Banderas, muchas de ellas, de todos colores que indican tiempos electorales que no pueden ser ignorados, como no puede ser ignorado el interés de algunos partidos de sobresalir por encima de los ciudadanos, pero eran los menos, era más el ciudadano común que asistía con la firme intención de ser testigo y partícipe de los temas que se expondrían en la asamblea.
Al dar inicio, esta fue un tanto confusa por la participación de una doctora; una académica que basó su discurso en términos triunfalistas, alegorías sobre democracia, Bolivia y demás temas pero sin sentar precedentes ni dar mayores explicaciones de la motivación de su discurso. Eso confirma que hay ciertas cosas que deben quedar en el escritorio para la reflexión ulterior y no son precisamente adecuadas para un evento masivo.
Luego Encinas. Encinas quien fue sujeto, por algunas personas alrededor mío, de expresiones un tanto duras sobre su persona. Nadie protesto por aquellas opiniones sin embargo Encinas, esta vez, fue un orador un tanto opaco, apagado, que causó poca reacción en las personas que le escuchaban.
Luego, vinieron las campanadas de catedral, justo cinco minutos antes de las doce del día y que se extendieron por casi ocho minutos. A la vez que Jesusa arengaba a los asistentes y dando su propio significado al repique del metal. Poco después, Andrés Manuel apareció agradeciendo de entrada y marcando el inicio a la sustancia de esta asamblea. La agenda se definió, las personas le escuchamos en este nuevo año. El trabajo continúa y de los frutos que se obtengan, ya veremos, mientras tanto esta asamblea dejó testimonio de la debacle del modelo neoliberal que está causando un auténtica catástrofe, silente por lo pronto, pero que comienza a despertar verdaderos gritos de indignación, de reclamo y, alguna veces, de desesperanza. La única carta del gobierno de facto la juega, pero la juega mal, presumen de sus logros contra el crimen organizado cuando al grueso de la población no le interesa tal cosa, y tan no le interesa que consideran tal “guerra” como un pleito entre “ellos”, gobierno y delincuentes, como si tratase de la misma entidad. Y quizás así sea.
Las personas de este país tienen prioridades y poco o nada le va a interesar si capturan al mismísimo Chapo mientras los precios suben, la gasolina sube, el pasaje sube, las medicinas suben, los impuestos suben.
Con todo ello, la vida, paradójicamente, cuesta más pero se vive miserablemente.
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