Jacobo Zabludovsky
Bucareli
22 de diciembre de 2008
Martínez
El señor Germán Martínez Cázares, presidente nacional del Partido Acción Nacional, publicó el martes pasado en las páginas de opinión de EL UNIVERSAL, un artículo inaceptable, injurioso contra los judíos.
El tema de su escrito es el fraude cometido por Bernard L. Madoff en perjuicio de instituciones y personas de numerosos países, calculado en 50 mil millones de dólares. Al mencionar algunas de las víctimas el señor Martínez afirma: “También a un grupo de obras de beneficencia (los estafadores limpian sus culpas con regalos de caridad) de la comunidad judía”.
El estafador estafó a estafadores que limpian sus culpas con regalos de caridad y pertenecen a la comunidad judía. El señor Martínez no aclara cuáles son las culpas ni circunscribe la comunidad a determinado pueblo, ciudad o país. Son culpas de todos los judíos. Y si alguien, confundido con la extraña sintaxis (parte de la gramática que enseña a coordinar y unir las palabras para formar las oraciones y expresar conceptos), pudiera pensar que el autor atribuía esas culpas a Madoff, la posibilidad se descarta porque nadie ha mencionado que él sea autor de regalos de caridad.
Al contrario: entre sus defraudados hay filántropos e instituciones de ayuda social. Quienes limpian sus culpas con regalos de caridad son los judíos porque son estafadores o son estafadores porque son judíos y por eso hacen obras de beneficencia.
Todo el artículo está impregnado de un tufo antisemita desde sus primeras palabras: “Era uno de esos sacerdotes de la religión de la avaricia… venerado en Nueva York… Su feligresía le depositaba no sólo sus inversiones y dinero, sino su confianza”. Salpica su prosa con frases como: “El credo de la avaricia”, y se pregunta: “¿Cómo detener ese impulso de sofisticación financiera para la avaricia sin un estado fuerte…?”.
Tres veces en su corto texto, el señor Martínez menciona la palabra avaricia, pecado atribuido desde hace siglos a los judíos. Ejemplos hay tantos como agresiones antijudías registra la humanidad. El más mentado ha sido el de Shylock, sobre todo para quienes nunca han leído El mercader de Venecia y por tanto ignoran que el prestamista prefirió la libra de carne a todo el dinero que se le ofrecía, porque deseaba vengarse ante la humillación, la ofensa pública y la pérdida trágica de su hija, no aumentar sus caudales. Lo contrario a la avaricia. Pero esa es otra historia.
El señor Martínez no es un ciudadano cualquiera. Aunque lo fuera no tiene derecho a insultar. Es uno de los alfiles del presidente Felipe Calderón. Es el jefe del partido político al que ha pertenecido el señor Calderón por dos generaciones, desde su padre. Es el jefe del partido en el poder. Encabeza diputados, gobernadores, secretarios de Estado, funcionarios de toda especie y condición.
¿Interpreta el pensamiento del Presidente? Cuando afirma pasmosamente que Madoff: “Quizá aportó a la campaña de Barack Obama”, ¿tiene alguna prueba de que hubo en ella dinero mal habido? Tal vez insinúa que dinero judío intenta comprometer al próximo presidente de Estados Unidos.
Para nadie es secreto que un sector importante del PAN perteneció al Partido Nacional Sinarquista, de abierta actitud antijudía, a veces violenta. Fue durante su auge y el de las Camisas Doradas, hace unas siete décadas, cuando a la luz del día en la calle 16 de Septiembre fue agredido con violencia, por su aspecto judío, el poeta Jacobo Glantz, padre de la excelente escritora Margo Glantz. Son tan numerosos los sinarquistas en el PAN que, no obstante sentirse en casa, hace algunos meses intentaron separarse para refundar su partido.
Su influencia es visible.
Debe aclararse si el artículo fue producto de una decisión o idea personal del señor Martínez, quien (ver Campos Elíseos de Katia D’Artigues, miércoles 17) se enfrenta a una demanda de Manuel Bartlett por haberlo acusado de ser “el artífice del fraude electoral del 88 y presunto asesino de Buendía”. La Suprema Corte, publica Katia, discute únicamente si don Germán dijo lo que dijo cuando tenía fuero de diputado.
México ha sido y es un país de firme raigambre democrática, de igualdad y libertad, de tolerancia y respeto.
Cualquier intento de sembrar el odio contra una minoría no sólo vulnera a ese grupo, tiende a destruir la esencia misma del Estado y los principios sobre los cuales los mexicanos hemos creado nuestro sistema de convivencia.
México ya tiene bastantes problemas. No necesita ayuda de nadie para crear el caldo de cultivo a la discriminación. Menos del jefe del partido oficial.
No creo que el Presidente lo avale.
Y aquì otro de Jacobo, para rematar :
Jacobo Zabludovsky
Bucareli
15 de diciembre de 2008
Corrupción
Para empezar, vamos entendiéndonos. En el diccionario de la Real Academia Española, corrupción, en materia de Derecho, se define: “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquéllas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”.
En el de María Moliner tiene otras dos acepciones: soborno y diarrea. Lo de soborno, venga. En la diarrea no meto mano, tengo mis dudas, tal vez sea cuestión de olfato. “Huele y no a ámbar”, díjole don Quijote a Sancho que se alivianaba de su tragazón; y la frase, respetuosa y fina, se usa desde entonces para calificar lo perverso, lo dañado. Y Shakespeare hace decir a Hamlet que algo está podrido en Dinamarca al describir alguna carroña oculta, y la sentencia también fue cobijada por el uso común para expresar sospechas sobre cierta conducta o negocio. Después de este grafiti cultural, “a lo que te truje, Chencha”.
El martes pasado Transparencia Internacional dio a conocer un estudio titulado “Índice de fuentes de soborno”, después de examinar la práctica de pagar sobornos en 22 países exportadores. Bélgica y Canadá son los países con compañías menos propensas a sobornar gobiernos o funcionarios, mientras que México, China, India y Rusia tienen las empresas más dadas a esa afición. Obsérvese que el estudio se hizo sobre los que pagan por pecar y no los que pecan por la paga (perdón, sor Juana) pero se entiende que no hay sobornadores sin sobornados porque you need two to tango. De modo que en México tenemos ambos y en eso sólo nos ganan tres países, pero aunque lo importante no es ganar sino competir, esforzándonos pronto los dejaremos atrás.
Para evitar el campeonato, el presidente Felipe Calderón, que ya la veía venir, contestó al bote pronto esa misma mañana con un “hasta aquí del gobierno y la sociedad contra la corrupción, el influyentismo y el compadrazgo”. Exhortó a sus compatriotas a denunciar mordidas, extorsiones y arbitrariedades de servidores públicos, “comisiones” por asignación de servicios o de obras públicas de manera ilegal. Nadie puede estar en contra de tal exhorto o fingir demencia. De acuerdo y punto.
Esa lucha de súbito impulso es contra una corrupción prevista en la ley, tipificada y con su correspondiente penalidad. Pero no se habla de esa otra, la corrupción practicada con cuidadoso esmero sin violar ley alguna, cuidando de no echar a andar los mecanismos de la sanción jurídica. El señor Calderón tiene en ésta un campo inagotable, si en realidad quiere lanzarse a fondo.
Es la corrupción moral. La que ha permitido que en este país con 8 millones de analfabetas, con escuelas sin techo ni pupitres, con maestros mal pagados, se repartan coches caros entre los líderes del magisterio. No se viola ninguna ley.
La corrupción que no impide a los senadores de la República dedicar 2 mil millones de pesos (duplicados ahora por la crisis) a la construcción de su cenotafio (monumento funerario en el cual no está el cadáver del personaje a quien se dedica), como si 60 millones de pobres, de los cuales 20 de miserables, fueran a tener mejores leyes cuando los senadores trabajen entre mármoles y cristales en el pedazo de tierra más caro del país. Pero lo construirán, no violan ninguna ley.
La corrupción autoriza a los banqueros a cobrar a los más necesitados lo que se les pega la gana, a los que emiten cheques por poco dinero, los que retrasan sus pagos, los que descuidan algún plazo, los que se exceden en el uso de su tarjeta o no liquidan su deuda a tiempo. Esos banqueros no violan ninguna ley. Tampoco los legisladores, que llamados a poner cierto orden mínimo a ese abuso, se negaron a limitarlo.
Son sólo ejemplos, tal vez no los más impúdicos ni perniciosos, pero cercanos, presentes, actuales. Está probado que de las grandes crisis surgen los mejores remedios o soluciones. Si el presidente Calderón quiere usar su voluntad política, ejercer liderazgo en una acción de gobierno trascendente, puede ir al fondo, a la causa por lo menos parcial, si no es que total, de la inseguridad, la corrupción, la mortandad infantil y otros males. Ponga en práctica un plan inmediato de combate a la enorme desigualdad económica y social, la que separa a unos cuantos privilegiados y protegidos de una enorme mayoría de parias. El sistema de libre empresa sólo puede sobrevivir, y yo así lo deseo, si es regulado con prudencia y energía por el gobierno. Ahora, ahorita, porque la brecha se ahonda más cada día.
Eso sería combatir la corrupción desde sus fuentes. Lo demás es aplazar la solución.
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