¿Y la Hummer, amá?
■ Elba ceba corsarios
■ La frontera de lo militar
■ El Tigre de Santa Abulia
Elba Esther se monta las cananas envejecidas y anuncia que desde algún lugar de su montaña de riqueza habrá de desplegar marchas y movilizaciones multitudinarias para que el Congreso federal le otorgue más grandes rebanadas de pastel presupuestal. Por lo pronto, en vísperas de la gran batalla por 8 mil millones de pesos para aceitar el gran negocio llamado Alianza por la Calidad de la Educación SA, la lideresa ha hecho llegar a sus principales lugartenientes las llaves de un presente que preludia futuros botines a repartir: camioneta Hummer 2009, modelo H3, para cada uno de los modestísimos secretarios generales seccionales, aunque en un principio sólo se entregaron 12 de esos vehículos de a medio millón de pesos, a reserva de que el pedido para los 59 afortunados sea completado. Lo importante, en la capital de Sonora, era colocar la ostentosa zanahoria automotriz frente a los líderes de las secciones sindicales que deberán movilizar a miles de profesores por las calles en demanda de más dinero para la calidad de vida de la profesora, perdón, para la calidad de la educación. “Por primera vez nos vamos a movilizar, porque otros van (a las cámaras), suben y gritan, y pareciera que eso hay que hacerlo”, explicó la señora Gordillo, aplicada lectora de los tiempos políticos en curso y de la extrema debilidad del alumno blanquiazul al que en julio de 2006 ayudó a pasar un examen que tenía reprobado pero que luego se quiere hacer el occiso a la hora de pagarle con manzanas presupuestales.
Los maestros de a pie siguen, mientras tanto, sus rutinas de protestas tan acremente criticadas por los medios de comunicación metalizados. En Morelos continúa la lucha contra la Alianza Calderón Elba (ACE) y en respuesta no reciben Hummers civiles sino equipo un poco más especializado: hubo Hummers auténticamente militares, tanquetas, helicópteros y otros vehículos castrenses, además de cientos de soldados que a petición de la Policía Federal intervinieron para desalojar carreteras, irrumpir en domicilios sin llevar órdenes de cateo, detener a pobladores presuntamente involucrados en las protestas e incluso desaparecer a algunos de ellos. Tan grave resultó la decisión de involucrar al Ejército en tareas de represión política y social que el propio general secretario de la Defensa Nacional –según versión del diputado perredista Alfonso Suárez del Real– habría expresado durante un encuentro con la comisión legislativa del ramo su preocupación por el uso de militares en hechos como los de Xoxocotla. Según la misma fuente, el año entrante ya solamente habrá 500 miembros de la Sedena que apoyen tareas de seguridad pública, contra unos 3 mil elementos comisionados actualmente. Por lo pronto, el poder militar parece demasiado dispuesto a mostrarse en escenarios políticos candentes. Ya estuvo, como se dijo líneas atrás, en Xoxocotla, pero también hubo la noche del sábado reciente un rondín de soldados en San Salvador Atenco, y en especial en las zonas donde hay campamentos de protesta, lo que fue interpretado por los pobladores en lucha como una provocación clara. Otro vehículo militar, con ocho soldados a bordo, estuvo también en una plaza pública en la que Andrés Manuel López Obrador realizaba un mitin durante una gira por Michoacán.
De paseo por la luna, tal vez en una Hummer de queso, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, se ha declarado una especie de Tigre de Santa Abulia, tomado, como el famoso bandido Jesús Negrete en 1905, en situaciones de excusar: la crisis financiera llegó tan por sorpresa (¡chin, mano!) que tres semanas atrás nadie se imaginaba el “contagio” que ya tenemos de la enfermedad estadunidense tan cantada. El Cachorro de Santa Abulia no explicó las razones por las que algunos supermillonarios amigos de la casa sí estuvieron prestos a cambiar decenas de miles de millones de pesos por dólares en unas cuantas decenas de minutos, convirtiéndose en grandes beneficiarios de la crisis de la que, pues, hombre, nadie se daba cuenta con exactitud, (más que los grandísimos cambistas siempre bien informados).
Astillas
El frívolo gobernador de Chiapas, Juan Sabines júnior, cree que es posible limpiar manchas de sangre con cañonazos de a cientos de miles de pesos. Luego de la matanza sucedida en la zona arqueológica de Chincultik, se ha dedicado a repartir virtuales limosnas entre familiares y habitantes del lugar donde varios campesinos fueron muertos por policías estatales. Dos días después de esos asesinatos, el pasado domingo 5, Sabines prometió a las viudas que les daría alrededor de 100 mil pesos a título de indemnización y pensiones vitalicias de 10 mil pesos mensuales (en un lugar donde los campesinos no ganan ni siquiera 2 mil al mes). Con ello dividió a la comunidad, pues una parte desea aceptar lo que el gobierno les ofrece y otra demanda castigo real para los policías asesinos y sus jefes, sobre todo los del más alto nivel (no sólo en términos de chivos expiatorios, como hasta ahora, con un director de la policía destituido y unos agentes rasos procesados). Las maniobras del góber dadivoso han llegado, como es natural, al ámbito de muchos medios de información a los que se ha impuesto la línea de no tocar más el asunto, a no ser conforme a lo que se establece mediante boletines oficiales de prensa. De lo que se trata es de usar todo el dinero público que sea necesario para dejar impunes a los responsables del desalojo sangriento, sin orden judicial, cometido en la zona arqueológica mencionada... Y, mientras los planetas legislativos se alinean para que se produzca el fenómeno óptico de la reforma petrolera que dejando atrás redacciones polémicas mantendrá puertas abiertas a negociazos de los políticos involucrados (la firma CalMour, por ejemplo), directamente a los locales, pero también a extranjeros, mediante intermediaciones siempre bien pagadas, ¡hasta mañana, a ver cómo continúan los estornudos cambiarios del catarrito financiero!
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