La falta de soberanía energética -paradójicamente, siendo productores de petrolero-, tendría consecuencias catastróficas para el país, no solo económicas sino sociales. Este es un tema que se debe abordar como asunto de seguridad nacional.
Bajo la premisa de que no es rentable la refinación de petróleo, la política de México en materia energética se ha basado desde hace varias décadas solo en la extracción de crudo, dejando de lado el proceso de refinación y otros derivados. Los resultados están a la vista, hoy importamos el 72 por ciento de las gasolinas, cuando en 2014 esta cifra era el 47 por ciento. El país solo cuenta con 6 refinerías, la última construida en 1979, lo cual es claramente insuficiente para el autoabastecimiento, aunado a que operan por debajo de su capacidad, producto del abandono, la falta de inversión y renovación tecnológica. Ser autosuficientes significaría cuadruplicar la capacidad actual o tener el equivalente a 24 refinerías de las que hoy tenemos.
Algunos dirán que las energías renovables son el futuro, las cuales van avanzando, pero la realidad es que cambiar la matriz energética fósil tomará décadas, muchos ni siquiera alcanzaremos a presenciar ese momento.
Lo cierto es que hoy en día sigue siendo atractivo refinar; no por nada hay más de 135 refinerías en Estados Unidos (EE. UU.), mismas que están en constante renovación tecnológica y siguen aumentando. Por ejemplo, Exxon Mobil anunció la construcción de una nueva unidad de refinación a inicios de 2019, la cual representará un incremento de la capacidad de refinación de dicha empresa en un 65 por ciento, manteniendo a EE. UU., como el mayor refinador del mundo, y permitiéndole alcanzar cifras récord de producción en 2018, siendo México uno de los clientes más importantes de dichas refinerías.
Pensar que no hay necesidad de refinar al haber un mercado mundial disponible para importar puede ser un fiasco. Las recientes amenazas comerciales a las que estuvo sometido México por parte de su vecino del norte evidencian la vulnerabilidad a la que estamos expuestos, por lo que no suena imposible un escenario en el que decidan limitarnos el acceso a productos refinados por estrategia de EE. UU. La falta de soberanía energética -paradójicamente, siendo productores de petrolero-, tendría consecuencias catastróficas para el país, no solo económicas sino sociales. Este es un tema que se debe abordar como asunto de seguridad nacional. Japón sin tener una gota de petróleo es el quinto refinador mundial, quizás por estrategia.
Plantear la construcción de la refinería denominada Dos Bocas, cuyo costo inicial se estima en 8 mil millones de dólares, o lo que equivale a 0.8 por ciento del Producto Interno Bruto a lo largo de 4 o 5 años, es decir a razón de 0.2 por ciento, por año, y cuestionar si se tiene la capacidad financiera y técnica para encarar un gran proyecto pero a la vez pequeño al tamaño de economía que representa México, la décimo tercera del mundo, es de preocuparse, dados los dogmas o ideas equivocadas que nos han sembrado sobre este tema.
No hay duda de que la rentabilidad financiera es mayor en la extracción de crudo contra su refinación, sin embargo, estas dos actividades no son excluyentes sino complementarias, y en política pública no solo se debe evaluar la rentabilidad financiera sino social y estratégica para el país. Quizás la equivocación en construir una refinería no radica en eso en sí mismo, sino en que se está planteando varias décadas tarde.
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