sábado, 13 de abril de 2019

En torno a las críticas a López Obrador

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ese a su gran popularidad y simpatía mostrada en las elecciones, las cuales pudo ganar con una mayoría histórica, desde antes de asumir el poder el presidente López Obrador ha sido sujeto de críticas diversas y en su mayor parte irresponsables que es posible dividir en tres grupos esencialmente diferentes:
El primer grupo, provenientes del sistema dominante, constituido por los ex presidentes, sus colaboradores y los grupos empresariales más importantes de la República, identificados todos con el modelo neoliberal, al igual que los medios de comunicación financiados por los anteriores administraciones y principalmente por quienes ven afectados sus intereses por las políticas y medidas adoptadas por el actual gobierno. El segundo grupo es el constituido por articulistas asociados a algunos medios de comunicación, cuyo oficio consiste en criticar a los gobiernos y a los grupos políticos independientemente de los intereses, valores éticos e ideas que éstos representen, pensando seguramente que si no lo hacen están dejando de cumplir una función que es desde luego parte fundamental de la democracia. El tercero es hoy el de los grupos y personajes de izquierda que quisieran que los cambios se den desde el momento que un presidente proveniente de la oposición y de alguna manera identificado con la izquierda, como es el caso actual, debiera resolver de golpe los muy variados problemas que existen en nuestro país, luego de tantos años en los que los principios e ideales de la Revolución Mexicana fueron hechos a un lado.
En relación con el primer grupo, empeñado en criticar todas las decisiones y acciones, trátese del combate al huachicoleo, del cierre de guarderías que no cumplen con requisitos de seguridad para los niños, de la construcción del Tren Maya, o de invitar a los jefes del estado español a disculparse ante los pueblos indígenas por el trato que dieron a los pueblos originarios desde la conquista y durante los tres siglos de la Colonia, me parece claro que cualquier discusión de mi parte sería una pérdida de tiempo. Respecto al segundo, si bien no estoy de acuerdo con buena parte de sus críticas y de sus razones para hacerlas públicas, considero que están en su derecho de disentir e incluso de señalar las decisiones del Presidente que consideran incorrectas, inadecuadas o sospechosas en cuanto a sus motivaciones.
Pero existe un tercer grupo de personajes que considero progresistas o revolucionarios cuyas críticas a López Obrador me parecen difíciles de validar en virtud de su experiencia mayoritariamente académica. Tal es el caso de Ilán Semo, quien en un artículo publicado la semana pasada con el título Pensamiento Criollo en las páginas de La Jornada escribió: ¿Tiene algún sentido demandar una disculpa por un acontecimiento, como la Conquista del Anáhuac, que sucedió hace más de cinco siglos? Al parecer, no. Al menos a primera vista. Sin negar que se trata de una crítica seria, considero que en este caso, este articulista que desde luego admiro y respeto contiene una repuesta a su propia pregunta, pues una de las finalidades del Presidente ha sido lograr que este tema, fundamental para la sociedad mexicana, sea discutido por sus miembros en busca de una repuesta, adquiriendo de paso conocimientos fundamentales que la mayor parte de los mexicanos no tenemos y ello seguramente es lo que ha hecho Ilán Semo con su artículo al discutir el tema y dar su punto de vista; si eso mismo fuese realizado por otros maestros sería mucho lo que estaríamos aprendiendo quienes conformamos la sociedad mexicana. El domingo pasado La Jornadapublicó también un artículo magistral del doctor Pablo González Casanova, uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, en el que hace una crítica muy seria al Presidente, afirmando que éste se ha equivocado en su diagnóstico sobre la corrupción, ya que ésta es sólo una consecuencia natural del neoliberalismo, el cual constituye el elemento central y generador de esta lacra social. En mi opinión, lo que está planteando el ex rector de la UNAM, es la necesidad de enfocar los esfuerzos actuales, no a combatir la corrupción sino el neoliberalismo. En lo personal difiero de esta opinión, pues la corrupción al igual que la impunidad se han dado en nuestra sociedad no sólo en el periodo de gobiernos neoliberales, los cuales surgieron a partir del sexenio presidido por Miguel de la Madrid, sin embargo muchos de los hechos ocurridos en los tiempos de Plutarco Elías Calles, de Miguel Alemán Valdez, o de José López Portillo, fueron indudablemente actos de corrupción ajenos al neoliberalismo. Estando totalmente de acuerdo con don Pablo en la necesidad de combatir el neoliberalismo, considero necesario decir que una lucha frontal contra esta corriente política es bastante más compleja y difícil en la medida que involucra otros factores económicos más complejos y políticamente más poderosos.
En resumen, mi humilde opinión es que la lucha contra la corrupción constituye una acción que busca terminar con una práctica perversa que ha dañado profundamente a la nación y que está en las manos del Presidente corregir con nuestra ayuda y apoyo, mientras que la lucha contra el neoliberalismo requiere de esfuerzos internacionales que rebasan por ahora la capacidad del Presidente y quizás del país entero; por ahora Andrés Manuel López Obrador ha dado suficientes muestras de estar logrando cambios de la mayor importancia y significado en varios frentes. Seguramente desde la óptica académica hay muchos que piensan que ello no es suficiente, sin embargo, en la realidad los problemas suelen ser algo más complejos y en ese entorno más vale el paso que dure . . . . .

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