domingo, 2 de diciembre de 2018

En las inmediaciones de San Lázaro se vivió la cara opuesta de hace seis años

Reunión festiva e irreverente
En 2012 era una fortaleza inexpugnable
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▲ La gente se apostó en la calle Pino Suárez –donde sí se colocaron vallas– para ver pasar el contingente.Foto Carlos Ramos Mamahua
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▲ Durante su trayecto a Palacio Nacional, en Fray Servando Teresa de Mier, personas a pie y ciclistas se acercaron al auto que lo transportaba.Foto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Domingo 2 de diciembre de 2018, p. 9
Apenas pasadas las 11 de la mañana, Andrés Manuel López Obrador llega al Palacio Legislativo en su Jetta blanco, todavía como presidente electo. Al percatarse de su arribo, el millar de personas que espera frente al recinto, sobre avenida Congreso de la Unión, al otro lado de las vías del Metro, grita en coro la consigna que nació en 2006, días de derrota, ahora con entusiasmo renovado: Es un honor estar con Obrador, alternando con ¡pre-si-den-te, pre-si-den-te!
La aclamación contrasta con el recibimiento que dan al aún presidente Enrique Peña Nieto, que cinco minutos antes ha llegado, acompañado de su esposa, Angélica Rivera. Mientras la pareja desciende de su camioneta, le cae encima un alud de insultos, reclamos y mentadas de madre. El más suave es corrupto. Muchos otros improperios parecen venir de la boca malhablada de Paco Ignacio Taibo II. No hay nada que los escoltas puedan hacer para guarecerlos del encono. Y ya encarrerados, se siguen contra el PRI, el PAN, Televisa, el PRD. Del enojo a la chunga: Guan, tu, tri, guan, tu, tri, chingue a su madre el PRI. Y de reversa: Tri, tu, guan, tri, tu, guan, chingue a su madre el PAN.
Dentro del Palacio Legislativo, López Obrador refrenda promesas, lanza puyas, evoca agravios. Afuera, sus seguidores forman grupos alrededor de quienes siguen la ceremonia en sus celulares. Una trabajadora del servicio de limpia mejor se cuelga un radio al cuello. Hay jóvenes, hay ancianos, hay gente de aspecto humilde y, también, personas cuya vestimenta revela una posición económica solvente. Unos escuchan con atención, aplauden, comentan. Otros echan porras, corean consignas, festejan los giros coloquiales de su líder: ...me canso, ganso.
Adelitas y pejitos
Un ex policía de 79 años que viene desde Texcoco agradece poder ser testigo de este momento. Más allá, una mujer madura disfrazada de soldadera se pasea con una bandera de México. Se llama Carolina, viene de Ixtapaluca y, presume, forma parte de las 10 mil Adelitas que desde hace 10 años han acompañado a AMLO en sus recorridos por todo el país. Está radiante, como Rafael González, el vendedor de pejitos, muñecos de peluche con rostro de López Obrador. Su felicidad no es sólo porque su candidato ya es presidente del país, sino porque casi se le terminan los 80 muñecos que trajo a vender, a 150 pesos cada uno. Si los termina, regresará a su casa, en la colonia Moctezuma, con 12 mil pesos en la bolsa.
Frente a esa reunión festiva e irreverente viene el recuerdo de seis años atrás, cuando asumió la presidencia Peña Nieto y el Palacio Legislativo era una fortaleza inexpugnable, rodeada de granaderos que apalearon, gasearon y detuvieron a quienes protestaban contra lo que consideraban unas elecciones inequitativas y amañadas. Hoy es diferente. Sí se ven policías y agentes de seguridad nerviosos y expectantes, que resguardan el camino por el que López Obrador tomará camino hacia el Zócalo cuando concluya la solemne ceremonia en el Palacio Legislativo. Pero nada que ver con aquella tarde en la que los gases lacrimógenos dispersaban a la multitud inconforme.
El recorrido tampoco tuvo que ver con lo que algunos preveían: un despliegue de acarreados, toneladas de confeti y euforia artificial, como en esos rituales multitudinarios que se armaban en torno al presidente en turno, como cuando Carlos Salinas de Gortari tomó posesión, en el ya lejano 1988. Nada que ver.
Saludo ya como Presidente
A las 13:02 horas sale López Obrador. Ve y escucha a la gente que lo aclama al otro lado de las vías del Metro. Saluda, sonríe. Peje en el agua, es su primer contacto con sus seguidores ya como presidente constitucional. Enseguida aborda de nuevo su Jetta blanco y se encamina hacia el Zócalo. Toma por avenida Congreso de la Unión y dobla a la derecha sobre Fray Servando Teresa de Mier. Saca la mano por la ventanilla del automóvil y saluda a la multitud que flanquea su paso. Pasa rápido. Algunos distraídos lo lamentan: ¿A poco ya pasó, ni lo vi. No hay problema. Lo alcanzarán en el Zócalo, que hacia las dos de la tarde ya se encuentra casi lleno.
Así transcurren, ya formalmente, las primeras horas de la llamada Cuarta Transformación.

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