Por Mario A. Medina *
Aquel momento rompió paradigmas, y por lo mismo fue histórico; se convirtió en un símbolo, algo más que un atrevimiento, un pretexto que parecía invitaba a la rebeldía y al mismo tiempo un grito que se repetía por doquier en reconocimiento, por parte del gentío, a quien había dado el paso: “¡Porfirio, valiente callaste al Presidente!…”. En los días, semanas y meses siguientes, ese mismo coro se repitió una y otra vez por todo el país.
1 de septiembre de 1988, el día que “Tiraron del nicho al Presidente” sentenciaba en su portada el semanario Proceso No 618 del 5 de septiembre.
Fue el diputado del Partido Popular Socialista, Jesús Luján quien primero intentó interpelar al Ejecutivo federal: “¡Una pregunta, señor Presidente!”; no tuvo éxito. Miguel de la Madrid seguía con su oratoria con la que ofrecía su último informe de gobierno. Presumía que el proceso electoral había sido de “importancia histórica”. Los gritos, murmullos, chiflidos desde la ala izquierda del salón de sesiones de la Cámara de Diputados en San Lázaro, donde estaban los 101 diputados del Frente Democrático Nacional (FDN), se hicieron más ruidosos. Jorge Martínez Almaraz (El Chale) interrumpió: “¡El pueblo no va a aceptar fraude!”; se refería a la estafa contra Cuauhtémoc Cárdenas que hizo Presidente a Carlos Salinas de Gortari.
Nervioso, desde la presidencia del Congreso, Miguel Montes miraba intranquilo, seguramente porque presentía lo que habría de venir. Miguel de la Madrid se paralizó, no sabía qué hacer como tres años atrás un 19 septiembre de 1985. Lo custodiaba su guardián, su secretario particular Emilio Gamboa Patrón que igual sólo acertaba mirar.
Montes apelaba a la “dignidad del Congreso”, a la “división de poderes”, a la “dignidad personal”, al respeto de la “alta investidura presidencial” para que De la Madrid pudiera continuar y no se convirtiera aquel acto solemne en una protesta política.
El Presidente siguió y fue cuando Porfirio Muñoz Ledo se paró para volver a interrumpir la lectura del mensaje: “Ciudadano Presidente, ¿cómo va su gobierno asumir el mandato popular de respetar el voto?
Los gritos de la mayoría priísta opacaron las preguntas de Muñoz Ledo, pero quedaron registradas en las grabadoras de casete de un puñado de reporteros que corrimos a su lado para registrar sus dichos.
Quienes desde sus hogares seguían la transmisión no se dieron cuenta de lo que realmente pasaba, de la interpelación de Porfirio, porque desde la Secretaría de Comunicaciones y Transportes intentaron ocultar lo que ocurría: las protestas de la oposición, su indignación. Las cámaras de la televisión sólo mostraban al Presidente y el volumen ambiental lo callaban, pero permitían se escuchara el “¡México!¡México!” y los aplausos de los priístas para el señor Presidente, narró en el mismo número del semanario, Rodrigo Vera.
Como era de esperarse los conductores de la televisión de ese entonces descalificaron a los del FDN. José Cárdenas, Guillermo Ochoa, Jacobo Zabludovsky, Pedro Ferriz de Con, Ricardo Rocha, “hicieron apología del informe”. Éste último lo calificó de “sobrio” y como un “análisis serio y congruente”, mientras que la cadena de televisión oficial, IMEVISION, aseguraba que Muñoz Ledo y los diputados cardenistas, “trataron de romper el orden”.
En aquella Torre de Babel que se convirtió el recinto legislativo se confundían gritos, chiflidos, miradas de los priístas que fusilaban a los cardenistas, mientras estos últimos repetían: “Repudio total al fraude electoral”, y en tanto Muñoz Ledo se enfilaba a la salida por el pasillo principal, era bañado por un griterío: “Traidor, traidor, traidor, traidor…”; él respondía con una diplomática sonrisa, pero le devolvían todo tipo de insultos, mentadas de madre y golpes que sus compañeros le ayudaban a esquivarlos.
Sin embargo, las cosas no pararon ahí. Días después la mayoría priísta en el Senado de la República intentó que la Gran Comisión de ese cuerpo legislativo sancionara al Senador por el Distrito Federal “por su conducta durante el sexto informe presidencial”. Al final no fue sancionado, pero “sí condenado”, destacaba en su nota Miguel Cabildo.
De aquel hecho fueron actores algunos que ya se fueron como Roberto Robles Garnica, Manuel Marcué Pardiñas, Francisco Ortiz Mendoza, Celia Torres, Miguel Aroche Parra, Alfredo Pliego; otros que hoy vuelven a ser legisladores, Ifigenia Martínez, Cristóbal Arias, Pablo Gómez; muchos otros siguen militando en izquierda: Jorge Martínez Almaraz, Leonel Godoy, Edgar Sánchez, Israel Galán e Isidro Aguilera.
Hace 30 años, como reportero del semanario del Partido Mexicano Socialista (PMS), La Unidad, pude estar en interior del salón de sesiones de San Lázaro. Fui el primero en llegar a grabar el audio de la interpelación. El siguiente lunes, en la sala de prensa del Senado, en la vieja casona de Xicoténcatl, Roberto Santiago, compañero reportero de unomásuno me dijo: “Mario te anda buscando Porfirio” y me enseñó la portada del semanario que fundó Julio Scherer García.
Subí al salón. Porfirio y el Senador Robles Garnica platicaban, no había nadie más en el recinto que data del siglo XVII. En cuanto me vio me reconoció inmediatamente, se paró de su escaño y me preguntó: “¿Ya vio usted la portada de la revista Proceso?”
Mi respuesta fue un no, y de inmediato con aire de satisfacción y orgullo, con su picaresca sonrisa me advirtió: “Ha pasado usted a la historia; está usted junto conmigo en la portada de la revista Proceso”.
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