Hace mes y medio entrevisté a José Antonio Meade. En ese momento desplegó un optimismo arrollador; aseguró que sus encuestas anticipaban un repunte espectacular y que los debates volcarían el voto a su favor. Seis semanas más tarde las encuestas lo rezagan a un tercer lugar y a una distancia abismal del puntero. Dos de los tres debates ya han transcurrido sin hacer ninguna mella en la intención de voto. Y sin embargo, el entusiasmo y la convicción no decrecen un ápice. ¿Auto negación? ¿candor? ¿o simplemente es que sabe algo que los demás no acabamos de atisbar?
¿Cómo es posible que un doctor en economía, experto en la lectura de datos, no extraiga las conclusiones que derivan de las encuestas de instituciones respetables? Bloomberg, Mitofsky, Reforma e Ipsos, entre otras (ninguna de las cuales puede ser acusada de ser simpatizante de AMLO) muestran una realidad apabullante: el candidato del PRI se encuentra estancado o de plano en caída libre.
Con todo, respetaría el profesionalismo de Meade y su sentido de responsabilidad para trabajar con entusiasmo hasta el último día de la campaña. Y digo lo respetaría, si no hubiera sucumbido a las peores prácticas de su partido. Una cosa es ser responsable con la tarea encomendada y otra enlodarse en aras de ella.
Ya lo había mostrado en el primer debate con la denuncia de unos supuestos apartamentos de López Obrador que no estaban en su declaración, sabiendo perfectamente que esa información era falsa. The Wall Street Journal había publicado la nota dos años antes basado en el Registro Público, pero el diario rectificó al darse cuenta de que una década atrás, al morir su primera esposa, habían sido traspasados a sus hijos.
Peor aún, en el segundo debate incriminó a Nestora Salgado una luchadora comunitaria que pasó casi tres años en prisión hasta que un juez la exculpó de los cargos de secuestro. La acusación de Meade es una infamia jurídica y moral. Nestora era responsable de la policía comunitaria en Olinalá, Guerrero, entidad que admite la existencia legal de fuerzas del orden autónomas, surgidas ante la presencia del crimen organizado y la incapacidad de las autoridades. En su carácter de representante de la ley comunitaria, Nestora ordenó la captura de Armando Patrón acusado de robar vacas y asesinar al dueño de las mismas. Resultó que Patrón estaba vinculado a ganaderos cercanos al PRI de tal suerte que los poderes convirtieron esa detención en una acusación por secuestro. La apresó el ejército y la metieron en una cárcel de alta seguridad con el propósito de aplicarle una condena similar a la de El Mochaorejas. Se requirió de la presión de organismos internacionales para que un juez la liberara ante lo improcedente de la acusación. Hace unas semanas Morena la designó candidato al Senado; Meade volvió a convertirla en criminal. Insisto una infamia jurídica y moral.
Me preocupa la disposición de Meade a hacer cualquier cosa con tal de impedir su derrota. Refugiarse en el auto engaño es un recurso entendible para conseguir la fuerza de voluntad necesaria para empujar un mes más de campaña. Espero que su entusiasmo obedezca a ese autoengaño y no a la confianza que otorga saber algo que los demás ignoramos. Como por ejemplo estar preparando un fraude “patriótico”. Algo que nunca creí que él estaría dispuesto a avalar, hasta que le oí incriminar a Nestora.
@jorgezepedap
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