CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Dice la maldición que todo aquel que se sienta en la silla presidencial, la que tiene el águila imperial grabada en el respaldo, no quiere dejar de ejercer el poder y busca perpetuarse como lo hizo El Caudillo, Plutarco Elías Calles, quien impuso a sus sucesores hasta que se topó con el general Lázaro Cárdenas, que por varios años lo expulsó del país.
Ninguno de los que han ocupado esa silla emblemática ha escapado de la intención de perpetuarse en el poder. Ni siquiera los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón evitaron este embrujo. Ambos trataron de imponer a sus esposas. En el primer caso, Marta Sahagún, mediante el proyecto Vamos México, y en el segundo, Margarita Zavala, a través de PAN y ahora como candidata independiente.
Hoy Enrique Peña Nieto y su poderoso consejero Luis Videgaray tienen ese mismo efecto de la silla presidencial, y a pesar de las burlas de propios y extraños por sus errores ortográficos gramaticales, el Ejecutivo ya empezó a tejer su red de poder transexenal imponiendo a su equipo en el PRI rumbo al 2018.
Primero desplazó a Manlio Fabio Beltrones en la dirigencia del partido, tras el descalabro de las elecciones de 2016, e impuso a su incondicional Enrique Ochoa Reza. Después manipuló la asamblea nacional para quitar los candados y se pudiera reconocer a otro de sus incondicionales como candidato presidencial, aunque no fuera militante del partido.
Allanado el camino impuso a José Antonio Meade, haciendo a un lado a la exgobernadora Ivonne Ortega, quien había manifestado su intención de participar en el proceso de selección del candidato presidencial, y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el mejor posicionado en las encuestas.
Ya con Meade como precandidato, Peña Nieto decidió mantener a Ochoa Reza al frente del Revolucionario Institucional y colocar como vocero del partido a César Castillejos Rangel, quien fungió como coordinador de Comunicación de la campaña de Alfredo del Mazo Maza en el Estado de México, director general de Relaciones Interinstitucionales y director general adjunto de Estrategia de la Coordinación de Comunicación Social, además de vocero del Gobierno de la República.
Como coordinador de la campaña presidencial de Meade mandó a otro de los suyos, Aurelio Nuño, cuya experiencia política viene desde 2006, cuando trabajo en el equipo de Enrique Jackson en el Senado y luego con Luis Videgaray Caso como coordinador de asesores, primero en el gobierno de Enrique Peña Nieto en el Estado de México y después en la Cámara de Diputados, para terminar en 2012 como coordinador de mensaje y estrategia en la campaña presidencial del mexiquense.
De esta manera, Peña tiene al partido y al candidato bajo su égida, con la clara intención de mantener su proyecto caracterizado por las reformas energética y de telecomunicaciones, y de impulso a las transnacionales, aunque la pobreza y la violencia sigan sin parar.
Por cierto … Peña y su equipo comandado por Videgaray se han caracterizado por ser un grupo muy cerrado y vengativo. A Elba Esther Gordillo no le perdonaron que quisiera imponerse en las negociaciones de 2012 anteponiendo el apoyo del sector magisterial, como lo hizo con Fox y Calderón. A Beltrones, que se les haya adelantado en la dirigencia del PRI para avanzar en su proyecto presidencial, y por eso lo dejaron sin apoyo en las elecciones de 2016 e incluso le pusieron el pie cuando Videgaray, como secretario de Hacienda, abrió las puertas al aumento de la gasolina provocando el enojo social y el voto adverso a su propio partido. Y, por último, a Osorio Chong, a quien minaron el camino por la candidatura presidencial filtrando la información del beneficio a empresas de sus amigos en su natal estado, Hidalgo, cuando se definía quién sería el candidato presidencial del PRI.
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