Bajo el título de “El año más violento en México, visto desde uno de los municipios más peligrosos”, el diario The New York Times publicó este viernes un amplio reportaje, al que pertenecen estos fragmentos:
Por Azam Ahmed
TECOMÁN, México — Estaba desparramado en una silla blanca, con el cuello torcido a la derecha. A pocos centímetros había un teléfono celular, como si justo hubiera terminado una llamada. Tenía puesto unos zapatos con las agujetas desamarradas; era una imagen mórbida de lo que se ha convertido la “vida” en este poblado colimense.
Israel Cisneros tenía 20 años. Murió de manera instantánea en la casa de su padre. Cuando llegó la policía a la escena del crimen, el segundo homicidio reportado esa noche, la sangre que salía del ojo izquierdo de Cisneros –donde recibió el balazo– ya estaba algo endurecida y comenzaba a agrietarse; la cara y el cuello de Cisneros parecían tener escamas de color rojo.
Alguna vez, Colima fue uno de los estados más seguros de México y un lugar al que iban en busca de santuario los mexicanos que querían huir de los enfrentamientos con narcotraficantes. Ahora los funcionarios de Tecomán, un pueblo agricultor en la costa del Pacífico, apenas y se encogen de hombros cuando ocurren dos homicidios en unas pocas horas. Ya no es algo fuera de lo común.
El año pasado, Tecomán fue de los municipios más mortíferos de México, con una tasa de homicidio de 151,8 por cada 100 mil habitantes, según un análisis independiente de datos oficiales. (El promedio para todo Colima fue de 42,12 homicidios dolosos por 100.000 habitantes y el promedio nacional, de 16,81, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública). La cifra de Tecomán bien podría aumentar al doble este año, lo que lo vuelve uno de los ejemplos más claros de una crisis nacional.
México se acerca a su momento más mortífero en décadas: más de 100.000 muertes, 30.000 desaparecidos y miles de millones de dólares en la hoguera de la lucha contra el crimen organizado, y las flamas siguen vivas.
En los primeros seis meses de este año ya se han dado más homicidios a nivel nacional que en el mismo periodo de los últimos veinte años, cuando empezaron los registros.
En algunas de esas escenas del crimen, como la habitación en la que Cisneros terminó tirado en una silla, solo hubo una víctima. En otras hubo varias. Pero la mayor frecuencia de estos es indicativa de la creciente violencia del narcotráfico. Los grupos criminales llegan cada vez más a zonas antes seguras y han dejado un rastro de homicidios que, según algunos conteos, es mayor al vivido en el punto más crítico de la guerra contra el narco, en 2011.
“Lo que está pasando aquí está pasando en todo el estado, todo el país”, dijo José Guadalupe García Negrete, el presidente municipal de Tecomán. “Es como un cáncer”.
Las cifras ya no encajan con la narrativa oficial
Es una tendencia que, para el presidente Enrique Peña Nieto, representa mucho más que un vapuleo de la estrategia para combatir al crimen organizado. También es un reto fundamental a la narrativa principal de su gobierno: que México se mueve en el sentido opuesto a la violencia y la inseguridad.
Antes de llegar al cargo, Peña Nieto aseguró que cambiaría la imagen del país en el mundo al transformarla de una nación agobiada a una reconocida a nivel global como líder en materia energética, educativa, comercial y en telecomunicaciones.
Funcionó, por un tiempo. Sus reformas económicas avanzaron en el Congreso y, aun cuando la violencia se hizo evidente con la desaparición de 43 estudiantes en septiembre de 2014, aumentó el turismo y cayeron las tasas de homicidio; era algo que el presidente mencionaba en sus discursos.
Pero las cifras ya no encajan con esa narrativa. Los números totales de homicidios van en aumento. La violencia se ha hecho sentir hasta en zonas turísticas como Los Cabos, en Baja California Sur.
“El gobierno de Peña Nieto subestimó muy seriamente, o malentendió, la naturaleza del problema que vivía México”, dijo David Shirk, profesor de la Universidad de San Diego que ha estudiado la guerra contra el narco. “Pensaron que con usar mercadotecnia cambiarían la conversación y enfocarían la atención de la gente en todas las cosas buenas que estaban pasando para alejarla del problema de violencia que pensaron era exagerado”.
El gobierno afirma que ha encarado a la violencia con toda la seriedad. Pero el aumento en los homicidios lo causan diversos factores: la debilidad de la policía local y estatal, la fractura de los grupos criminales después de que sus líderes han sido arrestados, el incremento en la demanda de drogas en Estados Unidos y el flujo de dinero y armas que manda a México.
“El gobierno de la República se ha pronunciado públicamente sobre el repunte de violencia como un asunto de atención prioritaria”, mencionó el secretario de Gobernación en un comunicado. Agregó que las fuerzas armadas han sido desplegadas a ciudades peligrosas como Tecomán.
Ahora, ante las cifras, los funcionarios han presentado a un nuevo presunto culpable: dicen que las reformas al sistema jurídico promovidas por el gobierno anterior fracasaron y eso es lo que ha vuelto a México más peligroso que nunca.
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